Pizzicato, el balcón gastronómico que contempla el Palau de la Música Catalana
Una bienvenida combinación de gastronomía y música se da en el restaurante del Palau, uno de los iconos modernistas que son de visita obligada en Barcelona

El tuétano con anguila ahumada y teriyaki, uno de los platos a tener en cuenta en Pizzicato. Foto: Jordi Domènech
Aunque no se asista a un concierto, concurrir al Palau de la Música siempre es un espectáculo en sí mismo: la maravilla modernista que diseñó Lluís Doménech i Montaner deslumbra por donde se lo mire, y a este emblema de la arquitectura barcelonesa se le añade la experiencia gastronómica que propone su restaurante Pizzicato (C/Palau de la Música 4-6, Barcelona).
Acertado nombre para homenajear al Palau, en referencia al sutil pellizco que hacen los violinistas y otros músicos en sus instrumentos de cuerda, en un espacio que ocupa la terraza escalonada que Óscar Tusquets creó en la remodelación del edificio.
Mientras se mantengan las temperaturas amables del otoño se puede disfrutar de una comida o una cena en el sector exterior, con vistas a los vitrales del Palau. Pero si el frío o el viento aprietan, el salón vidriado deja un generoso paso de luz o despliega su techo de estrellas sin tener que preocuparse por el clima.
Las nuevas tendencias gastro de Pizzicato
Hace dos años la cocinera argentina Luciana Russo aterrizó en Pizzicato fichada por Stefano Balis (actual dueño del Margarit de Poble Sec) tras haber pasado por el estrellado Culler de Pau, el mítico Rilke y por Gresca.
Desde que tomó los mandos hace ocho meses Russo y su segundo a bordo, el venezolano Eduardo Hernández, proponen una carta donde la presencia mediterránea dialoga con platos de herencia latina, en donde una gran mayoría tienen como denominador común la preparación a la brasa.
La cocinera argentina Luciana Russo y el venezolano Eduardo Hernández proponen un maridaje de la tradición mediterránea con las tendencias latinas
La breve pero interesante carta de Pizzicato
Pizzicato se presenta como oyster bar, y presumen de ello con tres tipos de ostras como entrantes o para apurar un aperitivo en la previa de algún espectáculo,
donde destacan tres tipos de ostras como la Fine de claire, la Normandie o a la brasa con papada ibérica.
Tras un pequeño pero elegante aperitivo de espuma de brandada de bacalao con olivas deshidratadas, probamos uno de los platos que revelan la influencia latina que imprime el dúo de Russo y Hernández, la croqueta de reina pepiada con mayonesa de aguacate, todo un homenaje a la tradición venezolana de las arepas.
Ese entrante forma parte de otros platillos de la ‘despensa’, como la croqueta de sepia en su tinta con mayonesa de setas, los torreznos de Soria laminados con piel de lima o las anchoas del Cantábrico.
Mezclas de culturas en el plato
El regreso al Mediterráneo fue con la tortilla a baja temperatura con morcilla de pagés, gambas a la brasa y ajo frito; un recomendado plato pensado para compartir que dialoga con el bikini de butifarra de pagés y trompeta de la muerte con gel de yema; o la ricota de leche de cabra fresca, calabaza y zanahorias asadas.
Russo nos propuso un cambio de tercio y probar una pasta italiana poco conocida, el puntalette, que por su forma recuerda a los granos de arroz y que se sirve en un caldo cremoso con calabaza asada y coronado por un calamar a la brasa.
Ya estábamos bastante saciados, pero en mi caso no pude resistirme a la exquisita torrija salada con caldo de compte, carrillera guisada y setas. Muy recomendada.
El cuidado por el producto, la apuesta por los ingredientes de temporada y el tamiz siempre presente de los carbones encendidos también se encuentra en otros platos como la col lombarda con mandarina, alioli de membrillo, granada y queso curado de oveja; las girgolas con gremolata, yema de huevo confit y migas de pan casero o la mejilla de raya con setas de temporada, escabeche de pollo y patatas fritas.
¿Más opciones? Atención al picantón con ensalada fresca de nabo, granada, espinacas y setas encurtidas o el lomo alto madurado con patatas haselback, mayonesa de romero y col guisada; todos ellos cocinados a las brasas.
En los postres, la cocinera porteña me hizo viajar a la infancia en Argentina con una relectura de la chocotorta, una combinación de galletas de chocolate con una ganache que recuerda al dulce de leche.
Otras opciones dulces para el remate final son el rollito de manzana en dos texturas y helado de arroz con leche; el queso Glauc con frutos secos, miel y tostadas, o los helados y sorbetes del día.
Opciones a tener en cuenta
El precio medio de Pizzicato es de 45 a 50 euros, pero cabe puntualizar que allí cada viernes, sábado y domingo se ofrece un menú de mediodía a 25 euros con tres platos, bebida y café, que en ocasiones sirve de laboratorio para probar comidas que aún no han sido presentados en la carta.
Por ejemplo, en nuestra visita estaba la calabaza asada con emulsión de garbanzos y olivada de kalamata, el guiso de lentejas con pollo de payés, el arroz de sepia con alioli de pimentón ahumado, el pescado de lonja con puré de patatas o la pluma ibérica a la brasa con nabos guisados.
La carta de vinos oscila entre una veintena de tintos, blancos y rosados de calidad, varios de ellos naturales; junto con diversos cócteles y aperitivos para disfrutar antes o después de un concierto. O simplemente, para degustar mientras se observan los detalles de esa maravilla modernista que es el Palau de la Música Catalana.