Un paseo en el Tren Amarillo, el ferrocarril de vía estrecha más alto de Europa
El ‘Canari’ lleva casi 100 años escalando escarpadas laderas y atravesando imponentes puentes en la que es sin duda una de las experiencias más emocionantes de los Pirineos Orientales

El Tren Amarillo escala laderas y salva precipios en su ruta en los Pirineos Orientales. Foto: Wikimedia Commons.
Tren Groc en catalán, Train Jaune en francés y ‘Canari’ popularmente, el Tren Amarillo es un elemento más del paisaje de los Pirineos Orientales. Y es que este llamativo convoy pintado en intenso amarillo y detalles rojos lleva nada menos que un siglo escalando escarpadas laderas, salvando profundos valles y atravesando montañas en lo que supone una proeza técnica de 650 estructuras de ingeniería y 19 túneles para conectar las localidades de Villefranche-de-Conflent y Latour-de-Carol.
Construido a principios del siglo XX para reducir el aislamiento del Captir y la Cerdanya, tiene apenas 62 km y puede que no sea tan conocido como otros legendarios ferrocarriles, como el Bernina Express suizo o el Flam noruego, pero ostenta el récord de ser el tren de vía métrica (estrecha) más alto de Europa.
Tren Amarillo
Si un tren-cremallera ofrece las mejores vistas de la Vall de Núria, a 2.000 m de altitud en el Pirineo catalán, el Tren Amarillo, garantiza una de las experiencias más impactantes del Pirineo catalán francés.
Notable escalador, el ‘Canari’ salva un desnivel de casi 1.200 metros entre los puntos de origen y llegada y ofrece 22 paradas, entre ellas la estación de Bolquère, la más alta de Francia, a 1.593 m de altitud.
Las primeras obras del Tren Amarillo se iniciaron en 1903 y, a partir de 1910, quedaron conectados Vilafranca de Conflent con Mont-Louis. La línea definitiva, sin embargo, no se acabaría hasta 1927 con la llegada de la estación de Torre de Querol-Enveitg.
El puente Gisclard, que salva un precipicio de 80 metros, es el último puente ferroviario colgante que queda en Francia
Casi 100 años después, el ferrocarril operado por la compañía francesa SNCF, que circula a una velocidad media de 30 km/h, conserva el mismo trazado, así como los puentes y túneles originales, como los de Planes, de 337 metros, o el de Pla de Llaura, no lejos de Ur, de 380 metros.
Aunque si hay dos estructuras impresionantes son el viaducto Séjourné, a 65 metros sobre el suelo, y el puente Gisclard, que salva un precipicio de 80 metros en el que es el último puente ferroviario colgante que queda en Francia. Los dos están catalogados como monumentos históricos (y los dos ofrecen increíbles panorámicas).
Slow travel en los Pirineos
En los meses de buen tiempo el viaje es especialmente encantador, ya que ofrece vagones descubiertos con vistas 360º a esta zona de los Pirineos.
A medio camino de las empinadas laderas del valle del Têt, el tren se acerca al vacío y luego cruza suavemente amplios espacios abiertos al pie del Canigó y macizos como los de Cambre d’Aze, Carlit y Puigmal, con la silueta de la Sierra del Cadí al fondo.
Tras cada recodo y cada curva (y hay 390 a lo largo de la línea) aparece un pueblo o una iglesia románica, se adivina la entrada a los estrechos valles de Haut-Conflent (solo accesibles caminando) y, en invierno, desfilan las estaciones de esquí aferradas a las pistas de la Cerdanya, las de Bolquère Pyrénées 2000 y Font Romeu.
Entre los puntos más espectaculares de la ruta destaca la subida desde Villefranche-de-Conflent, una pequeña villa medieval clasificada como una de Les Plus Beaux Villages de France, hasta Odeillo-Font-Romeu.
El punto más alto del recorrido, de 63km, es la estación de Bolquère-Eyne, la más alta de Francia a 1.593 metros. A partir de aquí, el tren serpentea a través de una meseta soleada pasando por la ciudad de Bourg-Madame hasta La Tour-de-Carol, a una altitud de 1.209 metros no lejos de la frontera con España, donde las vías de la línea principal de los ferrocarriles españoles y franceses se encuentran con los trenes amarillos de vía estrecha.
Qué ver desde el Tren Amarillo
Atravesando el Parc Naturel Régional des Pyrenées Catalanes, el tren revela espacios naturales tan icónicos como las gargantas de la Carança, a la salida Thuès-Entre-Valls, en el Alto Conflent, los lagos de Comporells, el pico Carlit, de 2.921 metros de altitud, el mazizo del Canigó, el lago de Bouillouses (en realidad, 27 lagos de montaña rodeados por pinos negros en un fascinante paisaje de apariencia casi lunar), o el lago de Lanoux.
También merecen una parada los baños de Saint Thomas en Fontpédrouse, de carácter natural y aguas a 37º de temperatura que emergen a 1.150 metros de altitud, o el curioso horno solar de Odeillo, el ‘Héliodysée, de 54 m de altura y 48 m de ancho, formado por 63 heliostatos o espejos y considerado uno de los dos más potentes del mundo.
Además, desde las paradas del Tren Amarillo (por el importe del billete, que se compra en las estaciones con parada o directamente en el ferrocarril, se puede subir y bajar tantas veces como se desee) se pueden tomar numerosos senderos que ofrece rutas a esta meca del senderismo que son los Pirineos Orientales.
De recorridos de una o dos horas a los que requieren un día de caminata, se pueden tomar caminos para recorrer los valles del Alto Conflent, los bosques del Capcir o llegar a las cimas de la Cerdanya.
Uno de los más famosos es el GR10, que puede tomarse directamente desde la estación de Bolquère y que conduce, hacia el este, al macizo del Canigó y, hacia el oeste, hacia los lagos del pico Carlit o el lago de Lanoux.