La ‘bomba’ de Pujol rompe el proceso soberanista y lo deja en manos de ERC

Mas encara su entrevista con Rajoy con menos argumentos, debilitado y sin partido

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“¿Y qué dice el President Pujol sobre el proceso? ¿Lo avala? Sería importante que se pronunciara, es el referente moral de todo el catalanismo”. Esta reflexión era común hace dos años entre la militancia de Convergència Democràtica, y, en general, entre todo el catalanismo. Se necesitaba un apoyo moral y político ante el proceso que había iniciado el President Artur Mas, y que se concretó en unas elecciones anticipadas al Parlament de Catalunya, en noviembre de 2012, que, para algunos analistas, constituyó un enorme error político.

Pujol reaccionó. Y en todos los foros fue justificando su cambio de posición. Lo hizo, incluso, por escrito, en el libro El caminant davant del congost, que defendió en el Cercle d’Economia, en enero de 2013 ante un expectante Josep Piqué.

Muchos catalanes, pertenecientes a esas clases medias que protagonizan el proceso soberanista valoraron la apuesta del viejo President. Era un referente, había gestionado la recuperación de la Generalitat, y había levantado ese difuso sentimiento, pero muy fuerte, del orgullo de ser catalán. ¿Y ahora?

Lecciones sobre valores

Tal vez no haya mejor manera de constatar lo que supone y significará la bomba que decidió explotar Jordi Pujol este viernes, con su confesión sobre el dinero que ocultaba en el extranjero durante 34 años, que la frase del veterano periodista de La Vanguardia, ex director del rotativo, Lluís Foix. “Cuántas veces he recibido del President Pujol lecciones sobre valores”, escribía al conocer la noticia en su cuenta de twitter.

Foix analiza el proceso soberanista con una mirada crítica, nada complaciente, y siempre incide en los aspectos morales de la política. Suele recordar que el general De Gaulle pagaba de su bolsillo la merienda de sus nietos cuando le visitaban en el Palacio del Elíseo. Y eso es definitivo para entender la política.

Las clases medias, ¿se echarán atrás?

El proceso soberanista queda tocado con la confesión de Pujol. El referente ha dejado de serlo. Y esas clases medias, que son conscientes de que en un largo viaje hacia la independencia pueden perder más que ganar –los países bálticos no tenían nada que perder en sus procesos para separarse de la Unión Soviética, a pesar de que el movimiento independentista sueña con el modelo de Lituania– podrían ahora arrugarse y echase atrás.

Lo podrían hacer porque la bomba de Pujol ha puesto de manifiesto que los poderes de un Estado siempre están presentes. Y que las investigaciones judiciales siguen su curso y han cercado a toda la familia Pujol. ¿Qué se trata de parar el proceso? El Estado funciona, y ha encontrado sospechosas cuentas de la familia Pujol en distintos países. Y eso es lo que ahora cuenta. Porque existir, existen, como ha acabado reconociendo el veterano President.

Rajoy recibe a Mas con tranquilidad

El hecho es que todo esto llega a pocos días –el miércoles 30 de julio– de la entrevista entre el President Mas y el jefe del Ejecutivo español, Mariano Rajoy. Y los argumentos de Mas han perdido fuerza.

Su partido, Convergència, está en estado de shock. Acaba de nombrar a Josep Rull como coordinador general, el número dos, quien le ha enseñado la puerta al propio Jordi Pujol. Los alcaldes están muertos de miedo por la avalancha que les espera en mayo de 2014, en las municipales, porque Esquerra Republicana ganará en muchas localidades. No hay referente moral, y el President Artur Mas no puede él sólo sostener un edificio que se cae de forma irremediable.

Menos agravios reales

La cuestión del agravio fiscal es discutible. La Generalitat de Catalunya no tiene los recursos suficientes para atender los servicios que presta, pero la dimensión del supuesto robo es más modesta, como ha mostrado el informe sobre las balanzas territorializadas del Ministerio de Hacienda, que ha elaborado el profesor Ángel de la Fuente.

Y las cifras de las movilizaciones independentistas también se han puesto en cuarentena. La entidad Societat Civil Catalana ha ofrecido un cálculo sobre la exhibición de la Via Catalana de 2013, y la ha reducido a 793.683 personas, lejos de la cifra de 1.600.000 personas que defendió el Govern de la Generalitat. Lo ha hecho contando una a una las personas que aparecen en las 107.038 fotografías que se tomaron en los 784 tramos de la Via.

Sin salida

La cifra es enorme, en cualquier caso. Pero Mas es consciente, como ha admitido en diferentes entrevistas en medios extranjeros, que el independentismo no ha alcanzado la mayoría social en Catalunya.

Rajoy llega a esa entrevista con una gran ventaja, aunque sabe que el 11 de septiembre, en la Diada Nacional de Catalunya, las movilizaciones serán de nuevo importantes.

Mas, que deseó desde el primer instante en el que impulsó y luego acompañó el movimiento independentista una reacción del Gobierno de Rajoy para negociar un cambio en la relación con España, con mejoras en la financiación y en el blindaje de competencias, está en un callejón sin salida. Rajoy no se quiere mover. Quiere asistir a la propia imposibilidad de Mas de seguir su camino.

La oportunidad de ERC

¿Y los efectos colaterales? Tras la bomba de Pujol el movimiento soberanista recaerá en Esquerra Republicana, que tiene su gran oportunidad para ser la fuerza hegemónica en Catalunya. El partido que preside Oriol Junqueras se mueve en dos direcciones: la independentista, pero también en la del recambio en las elites políticas. Y la caída de la familia Pujol, lejos de ser un obstáculo, puede ser un trampolín para que una buena parte de la sociedad catalana apueste por un futuro renovado, dejando atrás el legado de la transición, que Jordi Pujol ha representado.

¿Quién ocupará el centro?

Pero la bomba de Pujol también implica que el centro político en Catalunya queda desamparado. O Esquerra acierta y consigue que esas clases medias convergentes, estafadas y desorientadas, apuesten por un modelo ideológico que no es el suyo, o se inicia la carrera para otras fuerzas políticas, desde Ciutadans, hasta la recuperación del PSC o de una parte de Unió Democràtica, que lidera como puede un erosionado Josep Antoni Duran Lleida.

La bomba de Pujol, su secreto mejor guardado, ha dinamitado, por tanto, toda la política catalana. Y ha debilitado, para dejarlo casi sin opciones, al President Artur Mas, un dirigente impulsado y moldeado en su día por la propia familia Pujol.

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