Los bancos españoles recortan más de 100.000 empleos desde la crisis de 2008

La reestructuración del sistema financiero ha dejado un nuevo mapa bancario y una manera de hacer banca, con menos personal y oficinas

Una oficina de Caixabank, cuya fusión con Bankia ha desencadenado la pérdida de más empleos en el sector bancario

Una oficina de Caixabank.

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Cada vez hay menos bancos y más grandes. Las fusiones y adquisiciones en el sector financiero se han convertido en una práctica habitual desde el estallido de la crisis financiera de 2008 y por el camino se han perdido más de 100.000 empleos en la banca.  

Según los datos aportados por CECA, la patronal que representa a Caixabank, Unicaja, Liberbank, Abanca, Kutxabank o Ibercaja, el número de empleados en los últimos 13 años se ha reducido en más de un 50%, pasando de 134.867 en 2008 a 67.961 a cierre de 2020.  

No solo se ha reducido la plantilla, también el número de oficinas o cajeros. En este periodo de tiempo han desparecido un 60% de sucursales bancarias, pasando de 25.035 a 10.079. Y más de un 40% de la red de cajeros, desde los 35.847 hasta los 20.906.  

La principal consecuencia de esta concentración bancaria es que ha aumentado el tamaño de estas entidades. El caso más representativo es el de Caixabank, que tras su fusión con Bankia, se ha erigido como el banco más grande en España por volumen de activos con 623.800 millones de euros.  

A cierre de marzo, contaba con 5.552 oficinas retail en España (ya con Bankia integrada) y unos 44.000 empleados solo en nuestro país. También con la fusión, han conseguido hacerse con el 25% de cuota de mercado –de media- en la mayoría de productos.  

Para llegar hasta aquí, Bankia ya arrastraba la unión de siete cajas de ahorros (Caja Madrid, Bancaja, Canarias, Ávila, Laietana, Segovia y Rioja) e incluso absorbió al Banco Mare Nostrum. Asimismo, Caixabank compró Caixa Girona, Banca Cívica, Banco Valencia, o Barclays Bank.  

La gran banca sigue los pasos de las ex cajas 

Los datos que recoge la Asociación Española de Banca (AEB), patronal que representa al Banco Santander, BBVA, Banc Sabadell o Bankinter, muestran la misma tendencia. A cierre de 2020, los bancos socios (más del 60% del sistema financiero español) sumaban 82.631 empleados y 8.265 oficinas en España. 

Pero a cierre de 2008, eran 108.402 empleados y 15.422 oficinas. Es decir, ha habido una reducción del 24% y del 47% respectivamente. También en este tiempo, el Santander absorbió al Banco Popular. BBVA se quedó con Unnim Bank y Catalunya Banc. El Sabadell integró al Banco Gallego y Bankinter a Evo Bank.  

Todas estas operaciones han hecho que actualmente haya 8 grandes bancos en España de los más de 60 bancos que teníamos antes de la crisis financiera internacional. Caixabank se cuela el primero de la lista con un volumen de activos superior a los 600.000 millones. Le sigue BBVA con 400.000 millones de euros y Santander 350.000 millones de euros. 

La presidenta del Banco Santander, Ana Botín.

Fuera del pódium, se encuentra Banc Sabadell que tiene casi 200.000 millones de euros en España, el nuevo Unicaja con más de 110.000 millones de euros y Bankinter, con 96.252 millones de euros en activos. Abanca y Kutxabank se sitúan como el sexto y séptimo banco del país con 71.338 millones y 63.779 millones respectivamente. 

Esta concentración ha hecho que entre 2008 y 2020, los bancos y ex cajas hayan echado el cierre a 22.113 oficinas y recortado 92.677 puestos de trabajo. Pero la cifra superará los 100.000 al cerrar este ejercicio porque Caixabank negocia la salida de 6.950 empleados tras su fusión y BBVA acaba de cerrar un ERE para 2.935 trabajadores.

¿Qué ha pasado en estos 13 años? 

Los presidentes, consejeros delegados y directivos de banca insisten en que ha habido cinco grandes factores en los últimos años que han transformado por completo el sector: la baja rentabilidad, la llegada de nuevos actores, los cambios regulatorios, la digitalización y la caída de los tipos de interés.  

Precisamente esta semana, el presidente de la Asociación Española de Banca (AEB) José María Roldán, destacaba que la reforma regulatoria puesta en marcha tras la crisis financiera global ha multiplicado por tres los requerimientos de capital de los bancos.  

Pero también la regulación referente a la protección al inversor o la lucha contra el blanqueo de capitales, comporta elevados costes de cumplimiento. Y a todo esto hay que añadir el coste de una supervisión más estricta. 

Roldán considera que no sirve de nada haber hecho a los bancos más seguros desde el punto de vista de la solvencia y la liquidez, mejor gestionados desde la óptica del riesgo, o con mejores gobiernos corporativos y más intensamente supervisados, si no se hace nada por controlar a los nuevos actores.   

Al respecto criticaba a la banca en la sombra (bigtechs, fintechs, y family offices) por dejar en desventaja a la banca tradicional con sus actividades financieras, muy similares, pero no sujetas a la misma regulación. 

“Mi mensaje es claro: el desplazamiento de actividad desde los bancos hacia el sistema financiero en la sombra puede estar aumentando los riesgos de inestabilidad financiera, incluso la probabilidad de que aparezca otra crisis sistémica debida a la presencia de pseudo bancos fuera del perímetro regulatorio” apuntaba.

Jose María Roldán, presidente de la Asociación Española de Banca (AEB)/APIE
Jose María Roldán, presidente de la Asociación Española de Banca (AEB)/APIE

La solución de la AEB y de todo el sector bancario es clara, a igual actividad y riesgos, la regulación y supervisión debe ser la misma. Una opinión que también comparte la otra patronal bancaria, CECA, desde donde explican a Economía Digital, que además, estos nuevos competidores digitales (como Google, Facebook o Amazon) están arañando cuota de mercado a los bancos tradicionales.  

Defienden que la competencia “no es sólo buena, sino indispensable” para promover la innovación y ofrecer mejores productos a los clientes, pero es necesario que todos compitan en igualdad de condiciones. “Recordemos que el sector bancario es uno de los más regulados y que, en última instancia, esta regulación protege al cliente” 

En este sentido recuerda que el aumento drástico de la regulación en los últimos años, también está afectando a la rentabilidad del sector en la medida que se requieren cada vez mayores recursos humanos y tecnológicos para gestionarla.  

Los tipos de interés negativos se han alargado siete años

Sin embargo, lo que más ha mermado la rentabilidad de la banca es el entorno de tipo de interés negativos que vienen prevaleciendo desde 2014, porque el impacto es directo a través de la contracción de los márgenes de intermediación, destacan.  

Toda esta situación ha hecho que la rentabilidad de la banca española esté en mínimos históricos y les resulte imposible cubrir el coste del capital. Por eso, el Banco Central Europeo, con mayor medida, pero también el Banco de España han insistido tanto en la consolidación bancaria y se han llevado a cabo estas fusiones y adquisiciones en los últimos años.  

Estas operaciones mejoran la rentabilidad, pero también la reducción de costes. Por esta razón, otra de las vías que han adoptado los distintos bancos españoles en los últimos años ha sido la de los cierres masivos de oficinas y los despidos.  

Un cliente de Caixabank paga con su móvil.

Aunque a su vez, estos ajustes se han acelerado por el avance de la digitalización (más si cabe el año de la pandemia) y el menor uso de la red de sucursales. Lo que ha hecho que la banca haya optado por prescindir de oficinas más pequeñas, para abrir otras más grandes con personal especializado, pues la operativa básica (como las transferencias o la consulta de saldo) se puede realizar por los canales remotos como la app o web del banco.  

La reestructuración del sistema financiero en España, iniciada tras la crisis, ha dejado un nuevo mapa bancario (con menos bancos pero más grandes) y una nueva manera de hacer banca, más rentable, con menor personal y oficinas. Desde CECA tienen claro que a futuro, la digitalización será la clave.

La banca ha empezado a adaptarse a los nuevos hábitos de consumo de los clientes, a innovar en productos y servicios y mejorar su competitividad ante la emergencia de los nuevos competidores digitales. Y esto implica evolucionar hacia un modelo más orientado al cliente como elemento central.

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