El regreso de Juan Antonio López, de las pasarelas al taller de zapatero

El diseñador alicantino retoma la marca que lleva su nombre en un pequeño taller artesanal en el centro de Barcelona.

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Las historias de empresarios con éxito se parecen, las empresas que quiebran lo hacen cada una a su manera. Lanzamiento, éxito y colapso que, parafraseando a Tolstoi, cada propietario capea según la suerte, el ingenio y los envites de un entorno económico que en los últimos años ha visto caer a más de 250.000 proyectos. El del diseñador alicantino Juan Antonio López es uno de ellos. Un relato sobre la caída y renacimiento de una marca de calzado que, cuatro años después de tocar fondo, se abre paso, poco a poco, en la Barcelona de las flagship stores y el Paseo de Gràcia. Años después de las portadas y las pasarelas, la conocida marca recupera patrones en un pequeño taller en el centro de Barcelona y vuelve al origen: la piel, la cola y la mesa de zapatero.

Pequeña tienda-taller

El actual local de la calle del Passatge Sert tiene poco que ver con las enormes superficies que en 2007 eran bandera de la marca en Madrid y Barcelona. La estructura empresarial, que distribuía en Asia, EEUU y toda Europa, tampoco. Tras presentar concurso de acreedores voluntario en 2010, aquella empresa de la que dependían directamente más de 30 personas, locales y proveedores no volvería a levantar el vuelo. López perdió casa, coche, bienes y todo aquello a lo que los bancos pudieron poner un precio. “No sé si algún día podré pagarlo todo. Aguantamos más de lo debíamos y cometimos muchos errores”, reconoce.

La suya es la historia de una estructura sobredimensionada, excesivamente dependiente de la producción para otras marcas –Loewe, Roberto Verino, Angel Schlesser…– que, con la crisis, recortaron o dejaron a un lado los complementos. Es la historia, también, del empresario que hace las maletas. “En 2010 me marché a China a desarrollar diseños y trabajar en control de producción para multinacionales. Hay muchas oportunidades pero también competencia así que, en cuanto pudimos, nos volvimos a empezar desde cero”.

Recuperar patrones de éxito

Reencontrado con la artesanía que un día le encumbró a las pasarelas, López trabaja ahora para la empresa de su mujer y usa la misma marca que en la liquidación nadie reclamó. “Me planteo esto como un escenario nuevo, en el que no caer en los mismos fallos: pocos gastos, nada de canal de distribución externo… Me queda mi propio trabajo y mis diseños”. Manos, marca y patrones son la clave de una limitadísima producción artesanal a precios asequibles.

“No tenemos estructuras que graven el producto, tampoco medios para llegar al público de lujo, así que vamos a la compra por impulso, todo lo contrario a lo que hacíamos antes, pero con la misma calidad y los mismos materiales. Todo sale del taller de arriba”. López habla en plural, su equipo se reduce a él y a su mujer, que atiende al público y controla los pedidos.

Economía de guerra

Poco gasto, precios ajustados. “Economía de guerra” como la llama López al que es fácil encontrarse en delantal atendiendo las dudas de alguna clienta, entre los correteos de su hijo y el goteo de gente que acude a la llamada del modesto escaparate.

La escena tiene algo de ironía. La bailarina que López producía para Loewe fue el primer patrón recuperado en esta nueva etapa a 49,95 euros. Con ella se ofrecen 15 modelos más que el comprador puede personalizar por encargo. Producto de lujo a precio popular gracias a la particular “travesía en el desierto” de un diseñador que, antes de sumar portadas, ya sumaba horas de taller. “He podido perderlo todo pero no mi oficio, nunca dejé de ser zapatero”.

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