Los expertos cuestionan la legitimidad de Grecia para renegociar la deuda

La responsabilidad es de "los griegos", aunque se defiende que las instituciones europeas conocían desde el inicio la situación

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El debate no puede ser sólo entre Grecia y las instituciones europeas, porque atañe al conjunto de los ciudadanos europeos. España vive con intensidad los primeros pasos del primer ministro Alexis Tsipras, y las negociaciones del ministro de Finanzas griego, Yannis Varufakis. En juego están los resultados de las próximas elecciones generales, con Podemos actuando de Syriza, y el PP siguiendo a pies juntillas las directrices de la Comisión Europea y del Gobierno alemán.

El tercero en discordia, el PSOE, un tanto ausente del debate, expulsado tanto por el Gobierno de Mariano Rajoy como por la formación de Pablo Iglesias, busca un punto intermedio, que se acerca, precisamente, a la visión que exponen los expertos: Grecia debería llegar a un acuerdo sobre la deuda, pero no puede desbaratar todo lo alcanzado, y, además, debe reordenar su casa.

Los expertos se pronuncian sobre tres cuestiones:

1-¿Está legitimada Grecia para renegociar las condiciones de los sucesivos rescates?

2-¿Qué margen tienen las instituciones europeas para resolver lo que le plantea Syriza?

3-¿Cómo se miden las corresponsabilidades entre los gobernantes griegos y las instituciones europeas y/o los inversores en los años recientes?

A nadie le interesa que el descontento estalle

El economista, catedrático de Estructura Económica de la URLL, Santiago Niño Becerra, ha defendido en los últimos años que la deuda no se podrá pagar, ni la griega ni la española, y que, necesariamente, se producirán quitas. Este economista carga más sobre las instituciones europeas, pero no se olvida de las responsabilidades griegas.

Considera que no se trata tanto de legitimidad como de «realidad», y que Grecia ha llegado a la actual situación por «un cúmulo de decisiones dantescas tomadas con flagrante irresponsabilidad, pero los responsables no se hallan sólo en Grecia».

Y recuerda: «¿Alguien se cree que Grecia pudo estar engañando a Eurostat durante diez años aunque contase con el asesoramiento de Goldman Sachs?».

Ahora bien, por una cuestión práctica, el Gobierno alemán y la Comisión Europea deberían entrar en la negociación. «La evolución de tal situación puede estar derivando hacia una cuestión de orden público: en cuatro años Grecia ha perdido el 25% de su PIB, el paro roza el 28%, el 60% de las familias necesitan la pensión de un mayor para subsistir…y ese es el caldo de cultivo ideal para el descontento. Partiendo de la base de que Grecia no puede pagar lo que debe, la legitimación de Grecia se apoya en que al resto de la zona euro no le interesa que tal descontento estalle».

Compromiso para reformar a fondo la economía

El catedrático de Economía, Guillem López-Casasnovas, consejero del Banco de España, analiza esa primera cuestión de forma más directa. «Grecia está legitimida frente a los suyos, o al menos legimitada para intentarlo. Pero no creo que ello le dé fuerza alguna para imponer nada a sus acreedores».

Josep Oliver, catedrático de Economía Aplicada de la UAB, expone con crudeza las debilidades griegas. «Por descontado que está legitimada, pero otra cosa es el alcance de esa renegociación de la deuda, la modificación en las condiciones y los importes de la deuda, y, en especial, su compromiso para reformar a fondo una economía que, como se vio con el déficit alcanzado en 2007, cerca del 15%, mantenía un proceso productivo y un crecimiento de la demanda interna simplemente insostenible».

Acuerdos posibles: mejora en los plazos de pago

Sobre la segunda cuestión, sobre el margen de las instituciones europeas para renegociar, entra de nuevo Oliver: «Me parece posible un acuerdo en el que la Comisión Europea ceda en algunas de las condiciones de la deuda –alargando los plazos de los créditos bilaterales, ahora en 30 años, a los 40 o 50 años, por ejemplo– o, incluso, reduciendo, todavía más, los tipos de interés, o convirtiendo en perpetua una parte de dicha deuda. Pero a cambio de ello, Grecia debería estar de acuerdo en continuar con el proceso de lucha contra el fraude fiscal e introducir mayores reformas liberalizadoras de la economía, y, posiblemente, privatizando algunos activos públicos. En la lucha contra el fraude fiscal, el acuerdo es evidente, y en el resto de reformas, debería ser posible».

Niño Becerra considera que hay un primer dato positivo, y es que la Comisión Europea tiene ahora a un interlocutor sólido, que ha ganado las elecciones, y que deberá escuchar «lo que todo el mundo sabe, que Grecia no puede pagar, por mucho que se le amenace con una lluvia de fuego y azufre y por mucho que suba la prima de riesgo».

Y eso implica que «costará dinero a los estados, a los bancos, a los tenedores de deuda griega». Todo será mejor que «un caos social en el país». Niño Becerra sostiene que «España, Portugal y otros países estarán rezando para que esas negociaciones salgan bien, para acogerse a ellas cuando lleguen los problemas».

López-Casasnovas apuesta por aprovechar todas las posibilidades: «Se puede alargar vencimientos, avalar para reducir primas y aligerar costes financieros, establecer condiciones de devolución en función de la situación interna, o alargar exigencias de cumplimiento de déficit».

Grecia no entró en el euro, «la metieron en el euro»

En la tercera cuestión, los matices son mayores. Los expertos entran de lleno en el concepto de responsabilidad.

En el caso de López-Casasnovas, la exigencia es máxima: «La responsabilidad legal es siempre de quien incumple; la moral puede compartirse; pero de moral cada cual tiene la suya. Y responsable inicial es quien gasta lo que no tiene. Lo demás es más o menos un sentimiento de compasión final o revisión interesada quizás para salvar el cobro de una parte una vez se renuncie al todo. Y ello siempre a costa de erosionar las relaciones de confianza en el futuro y generar antecedentes que puedan pasar factura a las dos partes frente a terceros».

Niño Becerra aporta en este caso la versión más contundente, en relación al problema de fondo, como fue la entrada de Grecia en el euro. «Seamos realistas, Grecia, como a España, Portugal, Irlanda, o Italia, no entró en el euro, la metieron para hacer negocio con ella, y con los demás».

Los inversores conocían el riesgo, pero jugaban con red

Partiendo de esa base, «el margen de maniobra de un país que es una hormiga económica, ha sido nulo…hasta el primer rescate, y tras él más que nulo». Este economista, tachado de abrazar el pesimismo, señala a los inversores. «Los inversores eran plenamente conscientes de que ‘algo se haría’ cuando las cosas se pusieran feas, porque ¿cómo podía quebrar un país europeo miembro del euro que había sido metido en él?, pues no, no quebraría, y, por tanto, adelante».

La solución para este economista es la que propone Alexis Tsipras, «una conferencia, como la de 1953 sobre la deuda alemana». Aunque las condiciones históricas han cambiado. «Todos los implicados en una mesa hablando de lo que atañe a todos, claro que eso sería más fácil si en Bulgaria y Turquía estuvieran estacionadas 20 divisiones del ejército soviético, cosa que no sucede».

Pagar impuestos entre todos, y sin cortar la electricidad a nadie

Josep Oliver remata el análisis incidiendo en la cuestión interna. «La responsabilidad de lo que sucede en Grecia es hoy, fundamentalmente, de los griegos. Estuvieron un largo período viviendo muy por encima de sus posibilidades, como se vio con el nivel de deuda pública y deuda exterior acumuladas al principio de la crisis. El ajuste era, pues, inevitable: el país tenía que vivir con sus propios recursos».

Pero, y aquí la cuestión es compartida por parte de los expertos, otra cosa es el coste en cada sector social.

«Otra cosa distinta es el reparto de los costes del ajuste entre acreedores internacionales (que perdieron cien mil millones de euros en la quita de 2012), contribuyentes europeos (que están aguantando los pagos internos y externos de Grecia) y, dentro de los contribuyentes griegos, la distribución por niveles de ingreso».

Oliver precisa: «Ahí es donde estoy seguro que las cosas se han hecho rematadamente mal: no puedes mantener, como parece ser el caso, exenciones fiscales abultadas a sectores enteros de la economía y, simultáneamente, tener a una cuarta parte de la población sin agua corriente ni luz».

Y España, aunque con otra situación, espera el desenlace de esa negociación.

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