Informe Mundial de la Felicidad

La edición de 2024 se centra en la felicidad de las personas, explorando para ello los niveles y tendencias de satisfacción con la vida, así como teniendo en cuenta las variaciones regionales, de género y por grupos de edad

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Cada 20 de marzo es el Día Internacional de la Felicidad, una iniciativa que partió de Bután y que fue aprobada por la ONU, en su resolución del 28 de junio de 2012, “para fomentar la integración de la felicidad en las políticas públicas”. Según la Asamblea General de las Naciones Unidas, “los gobiernos y las organizaciones internacionales deben invertir en condiciones que favorezcan la felicidad mediante la defensa del bienestar y el medio ambiente en los marcos políticos, como los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible”.

El Informe Mundial de la Felicidad es una asociación entre el Instituto Gallup, el Centro de Investigación del Bienestar de Oxford, la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y el Consejo Editorial del Informe Mundial de la Felicidad. Convirtiéndose en un recurso valioso para satisfacer el creciente interés mundial en priorizar la felicidad –o el bienestar– en la formulación de las políticas gubernamentales.

Este informe evalúa el estado actual de la felicidad en todo el mundo y explora cómo el campo de la ciencia ilumina las diferencias en los niveles de felicidad a escala individual, nacional y mundial. Explorando también los factores que contribuyen al bienestar humano.

La felicidad se mide mediante extensas encuestas a un grupo representativo de personas, haciendo preguntas específicas para recopilar la autoevaluación del bienestar de los individuos. Además, los psicólogos han encontrado una manera de cuantificar nuestra felicidad utilizando cuestionarios de autorreporte, evaluando el bienestar subjetivo (o felicidad) según un conjunto de afirmaciones.

De tal manera que las evaluaciones de vida de las personas son un indicador clave de la felicidad, ya que la frecuencia de emociones positivas (como la risa, el disfrute o el interés), así como de emociones negativas (como la preocupación, la tristeza o la ira), afectan a la felicidad. También los sentimientos de apoyo social y la soledad tienen un impacto significativo en ello, sobre todo el primero de estos factores.

Sin que falte la relación entre el dinero y la felicidad, que resulta un tema complejo y debatido. Resultando que, aunque el dinero puede influir en ciertos aspectos de nuestra vida, no es el único factor determinante de la felicidad.

Tener suficiente dinero para cubrir las necesidades básicas (como vivienda, alimentación y atención médica) es fundamental para el bienestar. Esto es, la seguridad financiera y la ausencia de preocupaciones sobre deudas o dificultades económicas contribuyen a la felicidad, ya que la falta de recursos también puede causar estrés y afectar negativamente a la misma. Pero una vez que se satisfacen las necesidades básicas, el impacto del dinero en la felicidad disminuye.

Diversos estudios sugieren que el aumento de ingresos tiene menos efecto en la satisfacción a medida que se alcanzan niveles más altos de riqueza. Esto es, nos adaptamos rápidamente a mejoras en nuestro nivel de vida y lo que antes nos hacía felices puede volverse común. Además, tendemos a compararnos con otros y la percepción de riqueza relativa puede afectar a nuestra felicidad. También cómo gastamos nuestro dinero influye en ello, ya que invertir en experiencias (viajes, tiempo con seres queridos) tiende a proporcionar más satisfacción que comprar objetos materiales.

En resumen, el dinero puede proporcionar comodidad y aliviar preocupaciones, pero no garantiza la felicidad duradera. Otros factores, como las relaciones sociales, la salud y el propósito en la vida resultan también cruciales para nuestro bienestar emocional.

Diversos estudios sugieren que el aumento de ingresos tiene menos efecto en la satisfacción a medida que se alcanzan niveles más altos de riqueza

La edición de 2024 del Informe Mundial de la Felicidad se centra en la felicidad de las personas, explorando para ello los niveles y tendencias de satisfacción con la vida, así como teniendo en cuenta las variaciones regionales, de género y por grupos de edad. Siendo que, a nivel mundial y promediando en todas las edades y regiones, la desigualdad de la felicidad en el mundo ha aumentado en más de un 20% en los últimos doce años.

Asimismo, los resultados muestran que la desigualdad en el bienestar es generalmente mayor a edades más avanzadas (tal vez debido a que las diferencias en el estado de salud aumentan más entre las personas a medida que los individuos envejecen), pero que también ha aumentado en todos los grupos de edad en la mayoría de partes del mundo.

De esta manera, se analiza cómo algunas partes importantes de la vida están ligadas principalmente a la edad, como la escolarización, el empleo y la salud. Obteniendo, por ejemplo, que entre los nacidos después de 1980, la felicidad disminuye con cada año de edad y, entre los nacidos antes de 1965, las evaluaciones de vida aumentan con la edad. Mientras que otras dependen más de lo que está sucediendo en la sociedad y en el mundo. Con factores que van desde la violencia, los terremotos y las pandemias, hasta cómo las nuevas tecnologías y los entornos naturales y sociales cambiantes interactúan con las formas de ver la historia, de enfrentar las desigualdades y de conectarse entre sí.

De hecho, en este estudio, la vivienda adecuada, la discriminación y la salud autopercibidas emergieron como los tres principales predictores de satisfacción con la vida. Explorando también por qué resulta crucial evaluar e implementar estrategias para apoyar el bienestar de las personas que viven con discapacidades y a sus cuidadores. Destacando así cómo los resultados de la investigación pueden servir de base para las políticas de apoyo al bienestar de una población mundial que envejece.

Posteriormente, estos análisis se han utilizado para examinar las desigualdades entre diferentes grupos sociodemográficos y evaluar cómo los factores dentro de los distintos ámbitos de la vida contribuyen a las variaciones en la satisfacción con la vida. Un aspecto importante de esto es el análisis de las deficiencias de los datos internacionales disponibles. Indicando las acciones que deben tomarse para mejorar la cantidad y la calidad de los mismos y, por lo tanto, aumentar nuestra comprensión del bienestar y cómo mejorarlo en todo el mundo.

En base a todo ello y con respecto al periodo 2006-2010, tenemos que la desigualdad en la felicidad ha aumentado en todas las regiones, excepto en Europa, especialmente entre las personas mayores.

En una escala de 10 puntos, la evaluación promedio de la vida en Finlandia (7,741) lo sitúa como el país más feliz del mundo. Seguido de Dinamarca (7,583), Islandia (7,525), Suecia (7,344), Israel (7,341), Holanda (7,319), Noruega (7,302), Luxemburgo (7,122), Suiza (7,060), Australia (7,057),… Hasta 143 países, estando España al final del primer cuartil, en el puesto 36 y con una puntuación de 6,421. Mientras que cierran la clasificación Congo (3,295), Sierra Leona (3,245), Lesoto (3,186) Líbano (2,707) y Afganistán, como el país menos feliz del mundo, con una evaluación de vida de 1,721.

A nivel o escala continental, desde 2006 a 2010 e incluido nuestro país, la felicidad ha aumentado en Europa Central y Oriental en todos los grupos de edad. Pero, en contraste, en América del Norte, Oriente Medio y Norte de África la felicidad ha disminuido en todas las edades. Concretamente, aunque en muchas regiones los jóvenes son más felices que los mayores, como ocurre en Europa Central y Oriental, sin embargo, en América del Norte la felicidad ha disminuido drásticamente entre la población juvenil.

A ver cómo evoluciona este indicador tan importante pero, todavía y comparativamente, con escaso predicamento en nuestras vidas y sociedades.           

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