25 años del fenómeno Priorat

Hace un cuarto de siglo que cuatro viticultores iniciaron un trabajo conjunto para recuperar la denominación

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Los padres de uno de los fenómenos vinícolas más exitosos y sorprendentes de la historia están de celebración. Hace 25 años que cuatro viticultores, animados por René Barbier, nieto del conocido bodeguero francés, iniciaron un trabajo conjunto para recuperar una denominación que había caído en desgracia: el Priorat.

El biólogo José Luis Pérez, la viticultora Daphne Glorian y el enólogo Álvaro Palacios se pusieron de acuerdo para tratar de extraer el máximo provecho de una tierra que había producido vinos desde tiempo inmemorial, pero que por distintos motivos había terminado en los vinos baratos y de baja calidad.

Producción conjunta

Los cuatro emprendedores comenzaron por unir su producción, la de otros tantos clos de la denominación de origen. Tras fracasar con la incorporación masiva de variedades que entonces estaban de moda, pero que no eran adecuadas para aquel terreno, la vuelta al cariñena y al garnacha abrió el camino de un éxito mundial.

*De izq. a der.: A.Palacios; J.LL. Pérez; Daphne Glorian y René Barbier

Un lugar desprestigiado pasó a ser uno de los más prestigiados del universo vinícola. Las excelentes notas de los grandes catadores norteamericanos les abrieron las puertas del mercado de EEUU, que es tanto como decir del mundo.

Pero la primera cosecha conjunta, sin embargo, ya se había vendido a 1.500 pesetas la botella, un precio muy por encima de la media. Y Robert Parker todavía no había reparado en el nuevo Priorat.

Ese descubrimiento permitió que el 95% de su producción se colocara en mercados internacionales en la primera mitad de los noventa. Ahora, suponen algo más del 40%.

Grandes marcas

Los cuatro tienen sus propias marcas, que empezaron a lanzar por separado a partir de 1991. Barbier y Clos Mogador (59 euros el del 2011) son sinónimo de la línea probablemente más emblemática de lo que significa Priorat, y lo que supone mantener una filosofía de recuperar las viejas cepas y las antiguas usanzas.

Mas Martinet (52 euros el del 2011) es la marca de José Luis Pérez, cuyos vinos reflejan la investigación y la innovación permanente que saca lo mejor de una orografía imposible.

Clos Erasmus (395 euros el del 2002), de Daphne Glorian, consiguió la máxima calificación –cien puntos sobre cien– dos años seguidos, el 2004 y el 2005, un hito. Esta bodega elabora otro vino, el Laurel, con la producción de sus cepas jóvenes. De esa forma, amortiza la inversión hasta que los viñeros adquieren la madurez óptima para crear grandes vinos y a la vez pone en el mercado botellas a precios accesibles.

Es lo mismo que hace Álvaro Palacios, el elaborador del prestigioso L’Ermita (695 euros el del 2003), que desde el 2007 produce otro éxito: Camins del Priorat, también salido de cepas jóvenes y a un precio moderado.

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