Can Pineda: crisis, ¿qué crisis?

C/ Sant Joan de Malta, 55 www.cocinademercadobarcelona.com 93-308-30-81  

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Efectivamente, este local, un bar-restaurante nacido como taberna nada menos que en 1906 en el Clot, es la prueba viviente de que eso de la crisis va por barrios. Es uno de los establecimientos más caros de Barcelona y suele llenar todos los días. Pocas corbatas, menos trajes, pero mucho cliente habitual, no necesariamente de la zona, que más que comidas de trabajo, lo que hace es cerrar tratos mientras se da un homenaje o agasaja a sus clientes. En sus incómodas mesas he visto a directivos de Agbar, cuyas oficinas centrales no están lejos, y a personajes famosos aficionados al buen yantar, como Joaquim Maria Puyal, el celebrado pregonero de la Mercè 2011. Pocos turistas.

La evolución de Can Pineda es paralela a la de la Granja Elena, aunque quizá la cocina no esté tan sofisticada como en el de la Zona Franca, sino que se apoya más en la materia prima; la presencia del manjar es mucho más visible y contrasta igualmente con la decoración del lugar, que tiene todo el aspecto de un comedor de fonda de pueblo en absoluto puesto al día, con la excentricidad de un teléfono público en la barra y lo que pretende ser una muestra de antigüedad –una gramola- en lo alto de la cava del vino, colocada tras la puerta de entrada. Los lavabos están cuidados y tienen más nivel que el resto del establecimiento.

Mentiría si dijera que el servicio está a la altura de la cocina. Paco Cuenca, copropietario y maitre, no es adusto, pero te transmite la sensación de que se impacienta mientras le haces la comanda. Siempre he pensado que, como todos los profesionales experimentados, nada más verte hace el retrato y sabe si le vas a hacer una cuenta importante o no. Es como si una calculadora invisible hubiera emitido su dictamen y a partir de ahí su interés por atenderte bajara unos enteros. Es de esas personas a las que les cuesta sonreír. Diría que es producto del carácter de quienes se toman tan en serio lo que hacen que aparecen como rígidos, como envarados. Pero entiendo que es algo más vinculado a lo profesional que a lo personal. Ese comportamiento no le pega a alguien que por las noches asiste a clases de baile con su esposa.

Pero bueno, en el restaurante Cuenca sirve lo mejor del mercado, aunque no compra en grandes cantidades, de manera que es frecuente, sobre todo si llegas tarde, que tras informarte de los platos de fuera de la carta te aclare que tal o cual propuesta está agotada. Y es que incluye cosas como una pieza de mero para cuatro personas por 110 euros; o una cazuelita de angulas a la bilbaína, a 75; gambas de Palamós, siempre rojas y riquísimas; o lubina silvestre. Tiene una gran afición a la trufa, negra y blanca –participa en las subastas que se hacen en Barcelona y con frecuencia es el mejor pagador de la ciudad-, lo que supone que el plato de pasta fresca sazonada con el hongo italiano se pone en 45 euros. Con el vino pasa lo mismo. La última vez que estuve la oferta del día era un blanco francés de 55 euros.

Todo eso es el high level del restaurante, el que genera cuentas superiores a los 100 euros por comensal. En paralelo, la carta estable de Can Pineda, es más moderada y también excelente, aunque la base de los platos no sea tan de primera. Manejándote con ella, la media sale por unos 60 euros: micuit caramelizado sobre una base de hojaldre y puerros, delicioso; el clásico trintxat de la Cerdanya; arroz confitado con sepia, setas y bogavante; las clásicas albóndigas, coca de sardinas y el rabo de buey. La oferta en su conjunto es muy amplia y estimulante, de manera que no resulta fácil decidirse.

De la misma forma que en lo referente a los platos la casa ofrece una especie de dos divisiones, con el vino –una extensa carta con mucha personalidad- puedes encontrar un Dom Perignon por 190 euros y a la vez propuestas a 12 y 14 euros. En mi última visita bebí un rueda Groc joven del 2010 a 12 euros, servido a la temperatura adecuada. En bodega cuesta 7,6, es decir, que cargan lo justo. El café, Saula Premium, muy bueno, aunque quizá se podría servir mejor. Creo que no les haría ningún daño ampliar la plantilla de la sala. Pueden pedir una caña en el aperitivo con toda tranquilidad, la sirven correctamente.

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