De sorpresa a sorpresa en el turbio asunto de Félix Millet

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Lo de este hombre no tiene desperdicio. Reconozco que ayer, leyendo su carta, “desde la más profunda penitencia”, mi estado de ánimo oscilaba entre la risa floja y el cabreo más supino, y no sólo con él. Veamos.

De entrada, leí su misiva con el más absoluto escepticismo. Quien ha mentido durante 30 años, según él mismo reconoce, ¿por qué ha de decir la verdad ahora y más cuando puede ir a la cárcel, al menos preventivamente?

Después, conforme avanzaba en su lectura, me dí cuenta de que en algo al menos su escritura no mentía, no podía mentir. El texto revelaba fielmente el carácter de un hombre soberbio, que se cree intocable y que carece de los más elementales conceptos éticos. En su carta, Millet culpa, disculpa y exculpa.

Se culpa a sí mismo de errores, y no parece tener clara la línea divisoria entre una equivocación y un delito. Exculpa a todos los demás, especialmente sus familiares y otros empleados. ¿Por qué? Las personas maduras que aceptan cargos de responsabilidad, aunque sea en sociedades pantalla y lo hagan por vínculos familiares, deben saber que asumen su cuota de responsabilidad.

Y se disculpa también a sí mismo, con un cinismo exasperante, cuando asegura que hizo muchos pagos en negro porque sino no podía traer a artistas de primera categoría. ¿Seguro? ¿Está justificando el fraude fiscal este prohombre catalán, en posesión de la venerada Creu de Sant Jordi y miembro honorable de no sé cuantas sociedades?

Pero, en fin, seguramente ustedes ya conocen en detalle la carta y pueden sacar sus propias conclusiones. Mi cabreo, sin embargo, como les decía en el primer párrafo no va sólo con él. Al fin y al cabo, Millet acaba de destruir su prestigio y los tribunales, en su caso, ya decidirán lo que han de hacer. Mi enfado se dirige, fundamentalmente, contra aquellos que participaban en los órganos que estatutariamente habían de controlar la gestión de este hombre y no hicieron nada, o de nada se dieron cuenta, durante los años en que Millet cometió sus “errores”.

Especialmente, contra aquellos que estaban representando a administraciones públicas y que estaban allí justo para supuestamente vigilar el buen fin del dinero público del que ellos son albaceas. ¿Por qué no detectaron la malversación de fondos públicos que se estaba produciendo? ¿Por qué una vez conocidos los hechos no se han dignado a dar ni una sola explicación de su posible negligencia?

Mientra estaba escribiendo este comentario me llega la noticia de que el PSC ha pedido que Millet devuelva la Creu de Sant Jordi, pero no explica por qué, por ejemplo, la conselleria de Economia i Finances, que si no estoy equivocado es la que tiene las competencia de control sobre las fundaciones, no detectó nada. Y CiU pide, éstos sí, que respondan los órganos de control. ¿Desde qué año?

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