28-A y la incierta utilidad del voto útil en el ‘horizonte de eventos’

La esperanza es que el resultado de las elecciones obligue a la generación de políticos más mediocre de la historia moderna a revertir la polarización

Comenzó oficialmente la campaña de las terceras elecciones generales convocadas en los tres años de la era de la imprevisibilidad en la que vivimos.

En realidad, la carrera empezó hace nueve meses, el día mismo que Pedro Sánchez arrebató el gobierno a Mariano Rajoy después de que el Partido Popular fuera condenado colectivamente por corrupción.

La batalla por La Moncloa es una pugna sin cuartel permanente, sin tiempos acotados ni filtros que contengan el exabrupto o pongan coto a la desmesura.

En estas elecciones la soberanía popular dilucidará el futuro de la política española

Desde el pasado mes de junio, los partidos se han entregado a un solo objetivo: tomar posiciones cara a unos comicios en que la ciudadanía se pronunciará sobre la decisión que se tomó en su nombre cuando los diputados, hoy cesantes, del Congreso aprobaron la primera moción de censura exitosa de la democracia.

Estas elecciones son particulares. Se dilucida quién va a gobernar. Pero lo que realmente se somete a la soberanía popular es el cariz futuro de la política española.

Se optará entre dar una última oportunidad a la cultura de convivencia que ha informado los últimos 40 años, o refrendar un nuevo tiempo dominado por la intolerancia, la confrontación y la imposición en lugar del acuerdo.

Las emociones siempre encierran una carga de irracionalidad. En el 28-A influirán como nunca, hasta el punto de que no es descartable otro impasse como el que siguió a las elecciones de diciembre de 2015.

Los indecisos, la clave

Durante las fechas que restan hasta la jornada electoral, los partidos tendrán que enfrentarse no solo a sus rivales sino a dos factores consustanciales a la incertidumbre de la época: el voto de los indecisos, cifrados en un espectacular 40% del electorado, y la abstención.

La participación puede ser, como en Andalucía, el voto de calidad que incline la balanza.

Y evitar errores no forzados, como la rebaja del sueldo mínimo que Casado asegura no haber propuesto, la inclusión de los concebidos no nacidos en la definición de familia de la inefable Isabel Díaz Ayuso, o el charco de los indultos a los líderes del ‘procés’ en el que Sánchez se metió apremiado por Antonio García Ferreras en La Sexta.

La indecisión afecta particularmente a la coalición virtual formada por el PP, Ciudadanos y Vox

La batalla de las próximas semanas se centrará en los votantes situados en los márgenes de cada formación, nuestro swing vote particular. Y en estimular –por miedo o porque no queda más remedio—el voto útil dentro de cada bloque: el tripartito de derechas, el tentativo binomio PSOEUnidos Podemos y el confuso marasmo catalán.

La indecisión afecta particularmente a la ‘coalición virtual’ formada por el PP, Ciudadanos y Vox. El PP ha dejado de ser la ‘casa grande’ – 10,8 millones de votos en 2011 –  del conservadurismo antropológico para competir con la ultraderecha militante de Vox.

Todo indica que esa apuesta de Casado para atraer al votante más irritado no va a funcionar. Es lo que tiene ofrecer una copia cuando existe un original.

El giro a la derecha de Albert Rivera tampoco garantiza atraer al votante popular más moderado. El trasvase de quienes preferirían un PP menos estridente puede quedar anulado por el regreso al PSOE de quienes emigraron a C’s durante las turbulencias en Ferraz.

De ser así, Rivera debería decidir si da un nuevo ‘volantazo’ para apoyar un ejecutivo con los socialistas, la opción preferida del establishment económico, del que tan solemnemente ha abjurado.

Sánchez, maestro de ‘jiu-jitzu’

Sánchez ha disfrutado de nueve meses de BOE para preparar su reválida ante los electores. Su aspiración es consolidar la resurrección del PSOE como pilar maestro del estado.

Pese a sus vaivenes respecto a Cataluña, pese al fuego graneado permanente de la derecha desde junio, Sánchez se ha revelado como un maestro del jiu-jitsu político: los embates de sus rivales le benefician más que el daño que se le intenta infligir.

Su flanco más débil está a su izquierda, con un Unidos Podemos en horas tan bajas que puede acabar con la carrera de Pablo Iglesias.

El calendario electoral del PSOE está basado en evitar riesgos

Sánchez tendría ‘hecha’ ya la campaña si no fuera por el peligro de que un suceso externo trastoque el ascenso que señalan todas las encuestas.

 Por eso es tan importante no meter la pata y tocar a arrebato contra la abstención de la izquierda sociológica para evitar un efecto Andalucía.

Para cumplir con el primer requisito los nuevos ‘fontaneros’ de La Moncloa han planificado un calendario dominado por la evitación de riesgos y la escenificación cuidadosa de sus escasas comparecencias mediáticas.

Irá, finalmente, a un debate televisivo a cinco pero nada de aceptar el tête à tête con que le reta Casado. Y hay que suponer que sus estrategas mantendrán los dedos muy cruzados para que una nueva filtración del comisario Villarejo no les altere el guión.

Arrinconar a Puigdemont

En Cataluña, argumento y pretexto de unas elecciones dominadas por la resaca del ‘procés’, se suceden acontecimientos de calado. El govern de Quim Torra ha logrado poner en evidencia su incapacidad, incluso ante los suyos.

Mientras tanto, el juicio en el Tribunal Supremo no ha conseguido inflamar a la calle. Y la forzada unidad de acción independentista está a un paso de saltar por los aires. La amenaza de ser tachado de botifler comienza a perder su efecto paralizante.

La campaña recién iniciada será la más negativa que se recuerde

La pronosticada implosión de Junts per Catalunya puede arrinconar a Puigdemont y su bloque de Waterloo si se produce. Ante tal eventualidad, los purgados Marta Pascal y Carles Campuzano se declaran dispuestos a resucitar el tarannà convergente cara a las elecciones catalanas que seguirán a la sentencia de Supremo en otoño.

Al sorpasso de ERC –con un Oriol Junqueras que pide seny a su militancia ante el peligro de un gobierno de derecha dura en Madrid— se une la nueva vida que Pedro Sánchez ha insuflado a Miquel Iceta y al PSC.

De darse esas circunstancias, ¿cambiaría el panorama lo suficiente para explorar una salida al problema más agudo del Estado desde el advenimiento de la democracia?

Es remotamente posible, pero más probable que no. La campaña recién iniciada será la más negativa que se recuerde. No se votará a favor de un programa positivo sino contra los ‘enemigos’ –el vocablo preferido de Vox— de cada bloque. Para impedir una regresión al pasado o para “salvar a España”. Para actuar como spoilers en el Congreso o para evitar un 155 perpetuo.

Votar con la nariz tapada

El voto con la nariz tapada comienza a emerger como el recurso de muchos votantes. Los que, más que impulsar a la opción que les ilusiona, quieren impedir la que más detestan. Sus beneficiarios más conspicuos son Sánchez y Santiago Abascal.

El futuro político inmediato de España y sus partes componentes depende de dos emociones primarias: el miedo a un presidente del Gobierno que dependa de los escaños de Vox o la ira contra quienes quieren gobernar, según el florido verbo de Casado, “con independentistas, comunistas y terroristas”.

El horizonte de eventos del 28 de abril se parece al agujero negro que acaba de fotografiar el telescopio del consorcio internacional EHT. Refleja el estado de penuria, la escasa luz, en que se desarrolla la vida pública.

La única esperanza es que los que vayan a votar arrojen un resultado que obligue a la generación de políticos más mediocre de la historia moderna a revertir la polarización de la sociedad.

El problema es que esos dirigentes son los que menos parecen entender la trascendencia de lo que se dilucida el 28-A. O peor: lo entienden y por eso abundan en la exageración.