A la desesperada

Ya no se fían de Sánchez ni quienes le apoyan: ha conseguido engañar a Ciudadanos, el PNV y EH Bildu

El acuerdo de Pedro Sánchez in extremis con EH Bildu ha dejado al descubierto la situación desesperada en que se encuentra este presidente del Gobierno en el Congreso de los Diputados. El pacto tejido con opacidad y alevosía para derogar la misma reforma laboral que ha permitido, entre otras cosas, recurrir a los ERTE en plena pandemia, fue un trabajo extra del inquilino de la Moncloa.

Un trabjo que luego tuvo que corregir en medio del fuego cruzado entre la protesta de los empresarios y la reclamación de su vicepresidente, Pablo Iglesias. En realidad, no necesitaba los cinco votos de abstención de la izquierda abertzale tras la confirmación del apoyo del PNV y Ciudadanos. Pero como no las tenía todas consigo, quiso eliminar trabas. Que los 155 escaños de este gobierno no tuvieran demasiada contestación.

Su estabilidad parlamentaria pende de un hilo. “Cada vez más solo” le sentenciaba un Pablo Casado harto ya de su abuso del estado de alarma. Socios como ERC y Compromís han abandonado de momento la coalición de investidura. Los catalanes por cálculos electorales en su competencia con Junts per Catalunya. Los valencianos sin otro margen para expresar su enfado por no haber pasado a la fase 1 del desconfinamiento a su debido tiempo.

El caso es que no le salieron los planes a Sánchez tal como los había diseñado. Hubiera querido dejar de pasar por el control parlamentario durante un mes, por lo menos. Pero, a cambio del apoyo de Cs, tendrá que seguir pidiendo permiso al Parlamento dentro de 15 días.

Buscó la cuadratura del círculo con PNV, Ciudadanos y ERC. Pero donde se ubica Cs, no alternan los secesionistas catalanes. Son incompatibles, de momento. Sánchez dio prioridad al partido liberal porque ahora mismo le interesa distanciarse de la imagen de la concesión a las peticiones independentistas catalanas que están muy alejadas de las necesidades más perentorias de la población.

Y ERC entendió que esta vez no es su turno. No importa. Se volverá a recomponer esa alianza. El tiempo volverá a reubicar a ERC dejándose utilizar por Sánchez. O al revés.

Sánchez se ha plantado en el mercado de abastos para ofrecerse al postor con menos escrúpulos

Qué hubiera hecho Inés Arrimadas si, finalmente, Sánchez hubiera congregado el apoyo simultáneo de los tres partidos. No lo sabremos. Pero con Bildu como siniestra dama de compañía que logra suscribir un acuerdo en la derogación de la ley de reforma laboral no habría llegado muy lejos. De haberlo sabido a tiempo, claro está. Arrimadas apoyó a Sánchez sin tener toda la información. Vaya papelón.

Sánchez pretende tener a todos, menos a la derecha, cogidos de la mano para ir alternando socios en una geometría variable alocada. Nada que ver con los pactos transversales si el PP se queda fuera. Así estamos. Gobernados por un presidente desesperado con una sola idea clara: permanecer en el poder a costa de cualquier precio. Con tácticas de máximo riesgo y alianzas incompatibles.

En los últimos 15 días Sánchez no ha corregido sus errores. En vez de comportarse como un político con sentido de Estado y llamar al jefe de la oposición para gestionar juntos el desconfinamiento, se ha plantado en el mercado de abastos para ofrecerse al postor con menos escrúpulos.

Los reclamados Pactos de la Moncloa a los que se aferró Sánchez como ocurrencia hace semanas han quedado en el contenedor del archivo que va escupiendo todas las traiciones a su propia palabra. “Con Bildu no vamos a pactar. Si quiere se lo digo cinco veces o veinte”, sostenía cuando se postulaba en las campañas electorales. Pues acaba de hacerlo.

Su pacto con Bildu se conoció horas después de que la socialista Idoia Mendia hubiera sufrido un ataque en el portal de su domicilio. Con pintadas y pasquines a favor de un preso de ETA que está en huelga de hambre. Sánchez pactó con quienes toleran esos rebrotes de intolerancia.

La coalición abertzale se había negado a suscribir en las instituciones vascas una declaración de condena a los actos mafiosos. Condena, no. Rechazo, a lo sumo. Y Sánchez, sin embargo, alabó con entusiasmo la abstención de Bildu a su estado de alarma. Sin exigirles un repudio de la violencia ejercida en este caso contra su propia compañera de partido y secretaria general de los socialistas vascos.

El contraste entre su desprecio al centro derecha y la condescendencia con quienes no condenan la violencia es preocupante. En un solo día consiguió engañar a Ciudadanos, PNV y Bildu. Ya no se fían de él ni quienes le apoyan. Veremos quién le vota la sexta prórroga del estado de alarma, si tiene el cuajo de pedirla.