A nuestra industria le falta dimensión
Tenemos un déficit de empresas medianas y grandes (de aproximadamente 250 empleados, con 150 millones de euros de facturación). Y lo peor es que o no hacemos nada para remediarlo o creemos que no es necesario crecer.
La evidencia empírica es contundente. Todos los estudios muestran que este tipo de empresas son tres veces más productivas que las pequeñas. En España sólo existen 3.300 empresas de más de 250 empleados, es decir el 27% de la ocupación total mientras que en Alemania representan el 53% de la ocupación, justo el doble.
Y la paradoja aparente, como ha puesto de manifiesto un estudio del BBVA Research, es que a similar tamaño entre empresas alemanas, americanas y españolas, similar productividad. Faltan pues empresas medianas, lo que los alemanes llaman mittelstand, un modelo tantas veces citado pero al que nos cuesta mucho aproximarnos.
Miremos las empresas catalanas exportadoras. La media tiene 20 trabajadores, con 5,9 millones de euros de facturación y 1.9 millones de euros de exportación aunque las medias son muy engañosas así es imposible atraer I D i.
En palabras de Luis Garicano en El Dilema de España, nuestro país tiene «un vibrante segmento de vendedores ambulantes, tiendas pequeñas, trabajadores informales, muchos en economía sumergida al lado de un sector internacional de empresas exportadoras capaces de competir».
De hecho, es muy sorprendente que España, a lo largo de la crisis, ha conseguido mantener su cuota de exportación mundial. El tamaño, un cierto tamaño mínimo por sector, hace que las empresas sean más productivas. Tienen rendimientos crecientes a escala, y consiguen reducir los costes unitarios a medida que se crece. Son las más exportadoras ya que absorben mejor los gastos fijos de entrada en un nuevo mercado.
Captan mejor el talento porque pueden pagar mejor. Ellas mismas son un caldo de cultivo natural donde fructifica el I D i. Donde se producen relaciones naturales entre la innovación que es constante –no hay nada mejor que estar permanentemente «metido» en mercados mundiales– para absorber conocimientos, talento y formas de dirigir.
Conozco bien una empresa que vende el 75% de su producción y servicios en el mundo. Una vez que se tienen bases de producción y distribución en varios países de Estados Unidos y Asia, con management local, se hace imprescindible realizar los comités de dirección (por video regularmente) en inglés. Con lo que la compañía deviene en internacional a todos los efectos (finanzas, legal, marketing…etc), aunque naciera en el Vallès.
Y las empresas, si de verdad quieren competir, se adaptan perfectamente a esta manera de hacer, donde el viajar por el mundo es imprescindible. De ahí la importancia del hub del Aeropuerto de Barcelona.
El mundo está cambiando a marchas aceleradas hacia esta manera de hacer empresa. La globalización está imponiéndose porque es un esquema de capturar innovación fuera de las fronteras nacionales de las empresas.
Por ejemplo, Apple y Google tienen una escala y habilidades en liderazgo tecnológico que les ha permitido crear un ecosistema con toda la miríada de empresas asociadas en todo el mundo. Precisamente porque han ampliado el mercado.
La carrera hacia la dimensión adecuada es muy variada. Depende de los países. El sur de Europa, Alemania y Estados Unidos son distintos. El tipo de industria (de base, transformadora, de servicios, manufacturera…) también influye en el tamaño.
Los entes reguladores son cada vez más «actores» a tener en cuenta en el proceso hacia una mayor dimensión. Las políticas públicas, por ejemplo, las de los campeones nacionales, y las leyes antitrust modelan los tipos de competencia, removiendo obstáculos a la dimensión o incentivando algún tipo de sector.
La pregunta relevante que deberíamos formularnos hoy es cuál es la mejor manera de ganar dimensión. En el corto plazo la respuesta no puede ser muy satisfactoria.
Como primera medida, fácil de aplicar, y sin coste, sería la supresión de la norma que establece que a partir de 50 trabajadores las empresas vienen obligadas a tener un comité de empresa bien dotado. Esto desincentiva el crecimiento de las empresas y la estadística del número de empresas de 49 trabajadores lo confirma. El resto de medidas son de resultados a largo plazo y requieren mucha perseverancia.
Por ejemplo, podría incentivarse la creación de consorcios de cooperación para la exportación, o para la transferencia de tecnología, la instalación de clusters, favorecer la conectividad entre empresarios, que las asociaciones empresariales y colegios profesionales prestaran asesoramiento empresarial en fusiones y adquisiciones etc. Todo parece muy evidente pero es difícil de instrumentar.
Nuestras empresas necesitan incorporar, como agua de mayo, diseño, capturar nuevas tecnologías, innovar en la gestión… Y sobre la gestión empresarial se habla poco. Una empresa con management profesional crece más rápidamente porque sabe que si no obtiene una mínima dimensión, no tienen nada que hacer.
Pero para crecer hay que incorporar una serie de habilidades directivas que acostumbran a ser distintas según el tamaño de las empresas. El salto desde facturar 100 millones de euros a, por ejemplo, 400 millones es muy difícil. Casi todo tiene que cambiar. Casi nada es como antes. Y, como es sabido, el cambio es lo más difícil. Quizá por eso tenemos empresas de dimensión insuficiente.