Adiós al Frigo Dedo y al Que te pego leche

Si Garzón hubiera sido ministro en otro siglo los huesos de santo y los panellets de Todos los Santos no existirían. Con Garzón ni el Frigo Dedo ni el Colajet hubieran dado empleo a muchos y felicidad a más

A pocos metros del Ministerio de Consumo, el del ministro prohibidor, Alberto Garzón, Turrones y Chocolates Vicens, la centenaria firma de Agramunt (Lleida) tiene lo que los expertos llaman flag store o tienda emblemática, un local embriagador, con un olor que te impide pasar por delante sin entrar y donde en la puerta unos amables empleados te invitan a probar una muestra de su magnifico y almendrado producto. Su ilustre vecino los quiere mandar al paro.

Detrás del ministerial edificio está Chocolat Madrid, el olor puede colarse por la ventana del ministro si alguno de sus asesores tiene a bien abrir para ventilar y no muy lejos de ahí la Cremería Atocha ofrece algunos de los más exquisitos helados de la Capital. Todos ellos ya pueden ir pensando en acampar en la explanada del Ministerio para entregar CV en el registro ministerial. Si antes cometen algún tipo de delito tienen, estadísticamente hablando, más opciones de convertirse en asesores aprovechando que el edificio lo comparte con su colega de militancia, Irene Montero.

Garzón decidió que no comiéramos carne roja, aunque Pedro Sánchez le enmendó recomendando el chuletón como placer para el paladar y los sentidos. También prohibió la publicidad del juego online lo cual afectó especialmente a los ingresos de clubs deportivos, medios de comunicación y empresas creativas pero no redujo el consumo de juego online y ahora nos regala una nueva prohibición múltiple impidiendo la publicidad de galletas, chocolates, helados, postres y bollería para niños.

Si Garzón hubiera sido ministro a medios del siglo XX el emblema de Cacaolat jamás hubiera nacido ni miles de niños de mi generación nos hubiéramos ensangrentado codos y rodillas cayendo de columpios instalados por chocolates Torras en un número interminable de plazas de nuestro país. Si Garzón hubiera sido ministro en otro siglo los huesos de santo y los panellets de Todos los Santos no existirían. Con Garzón ni el Frigo Dedo ni el Colajet hubieran dado empleo a muchos y felicidad a más. Si la idea de Garzón sale adelante y se prohíbe la publicidad de helados el paisaje de la hostelería española con esas cartas de helados a las puertas de los bares desaparecerán.

Con Garzón jamás hubiéramos visto a Nadal jugando a tenis en el WC ni a la madre de Pedrosa haciendo Colacao bajo las torres de la térmica de Sant Adrià. Simplemente el imaginario popular de España sería más pobre y más triste. ¿Qué sería de nosotros sin el anuncio de flanes Dhul de Ruiz Mateos y su “que te pego leche”?

Jijona en general y Villajoyosa en particular, capitales mundiales del turrón, el helado y el chocolate han de ponerse inmediatamente en pie de guerra, su negocio está en riesgo por la inconsciencia y vocación inquisitorial del ministros nostálgico de los días de esplendor del soviet. En su añorada RDA no hacia falta que prohibieran nada, simplemente no había suministro.

En Santa coloma de Gramanet, donde hay una planta de Cacaolat aún no saben que un falso amigo de los trabajadores ha organizado un juego del calamar con su empleo y en el municipio castellano de Aguilar de Campoo, hub mundial de las galletas, asisten perplejos al rejonazo que les da el vegano ministro.

Las agencias de publicidad y los medios de comunicación se frotan los ojos atónitos, la distribución y la restauración es el sector publicitariamente hablando más activo de España y Garzón se lo quiere cargar.

Alberto Garzón es uno de los ministros peor valorados del Gobierno junto a sus compañeros de militancia podemita Castells, Belarra e Irene Montero, casi no tiene competencias y si un pie y medio fuera del ministerio camino de la candidatura a la Junta de Andalucía donde le espera una suerte parecida a la que sufrió su otrora líder Pablo Iglesias en Madrid.

Alberto Garzon, ministro de Consumo./ Efe

La criminalización de sectores varios de la economía en nombre de la salud no solo es una máquina de generar parados y poner en riesgo empresas, es una demostración que bajo la excusa de la salud hay en el gobierno desconfianza en la sociedad y en el sentido de la responsabilidad individual. La convicción de que los padres no son capaces de alimentar de forma sana y equilibrada a sus hijos es algo que ya nos señalo la exministra Cella cuando afirmo que los hijos no son de los padres. El intervencionismo es el fruto de la convicción de que la gente es débil e ignorante y que el gobierno debe guiar nuestros pasos.

Lo que más perjudica la alimentación de los niños son las dificultades para llegar a fin de mes de miles de familias fruto de una política económica que nos conduce a unos índices de inflación propios del siglo XX y una fiscalidad confiscatoria que no deja margen para comprar verdura y fruta fresca y obliga a muchas familias al producto procesado y al ultracongelado. Garzón pronto prohibirá la inflación y el paro.

No mata un helado ni una galleta, mata el exceso y el abuso. En nuestro país de lo que abusamos no es tanto del Chocolate Valor como de la palabrería hueca y tóxica del BOE. El Ministerio de Agricultura cuenta con un listado de productos con denominación de origen protegida, entre ellos mieles de la Alcarria, incluso un listado de pastelerías con indicación geográfica protegida como las que hacen y venden Alfajor de Medina Sidonia. Luis Planas, que tiene su ministerio cerca del de Garzón quizás debería cruzar la acera e ir a contarle cuatro cosas sobre el sector agraoalimentario español a su ignorante colega.

Tras el anuncio de prohibición de promoción de productos no solo hay estulticia sino una deliberada vocación de destruir el tejido productivo y empresarial de España por mera envidia, por necedad.