Agarrarse a la Sareb como a un clavo ardiendo
Frenética semana de juntas de accionistas de empresas inmobiliarias, y pululando en todas ellas la misma sensación. Algo hay que hacer, y ya, con el negocio residencial, con esos cientos de miles de pisos sin vender y, sobre todo, las decenas de millones de metros cuadrados de suelo que no se pueden desarrollar.
Activos cuyo valor se aleja cada día del nominal crediticio con el que fueron adquiridos y que nadie está dispuesto a comprar, en algunos casos ni regalados, por aquello de los cuantiosos gastos que habría que asumir.
Que si quitas, que si ajuste definitivo del pasivo con el valor real del activo. Lo que sea con tal de quitarse de encima un ‘muerto’ que, por una deuda financiera imposible de pagar, amenaza con llevarse por delante los pocos ingresos –el que los tenga– procedentes de la explotación patrimonial.
Y en todas las juntas un nombre, el de la Sareb, en boca de todos. La sociedad semipública, constituida el pasado diciembre para que le fueran transferidos los inmuebles y créditos inmobiliarios de las entidades financieras nacionalizadas, que cada día se enfrenta a un papel para el que, en principio, no estaba llamado, y cuyo reflejo en el plan de negocio elaborado por KPMG no figura por ninguna parte. Que además de salvar a los bancos deberá rescatar también a las inmobiliarias. Pero no a todas.
Nada más llegar se topó el equipo dirigido por Belén Romana con dos quiebras de sendas cotizadas, Reyal Urbis y Renta Corporación, además de las de esas otras pequeñas compañías cuyos concursos de acreedores se suceden cada día. Sin tanta trascendencia mediática, pero con las mismas consecuencias, la de convertir al banco malo en el principal acreedor concursal con cientos de millones de euros comprometidos, en su mayoría endosados por Bankia.
Una tercera insolvencia, la de Realia, estaba cantada tras sucesivos aplazamientos desde que el pasado diciembre venciera el plazo para devolver 847 millones de la deuda promotora. Pero las alarmas saltaron. Había que hacer algo para evitarlo. En juego está un patrimonio, sobre todo en Francia, en el que los acreedores confían para compensar las deudas. Y se hizo.
Se han sacado de la manga una ampliación de capital de 15 millones a desembolsar mediante la compensación de los créditos que FCC y Sareb ostentan en virtud de un préstamo participativo de 100 millones otorgado el 30 de septiembre de 2009 tanto por la constructora como por la entonces Caja Madrid.
Operación que solo se ejecutará una vez alcanzado un acuerdo para refinanciar el crédito sindicado de 847 millones por el crédito promotor. En ese momento, la Sareb entraría así como accionista de Realia con casi el 9% de su capital. Así que, sin refinanciación tampoco habrá ampliación, y pondría al banco malo en un serio aprieto.
En caso de que Realia fuera a concurso, el banco malo, además de quedarse como principal acreedor con la mitad de la deuda, mantendría un préstamo participativo de 50 millones prácticamente irrecuperable al no tener la consideración de deuda normal a cobrar en primer término.
Tampoco está contemplada en el plan de negocio de la Sareb la quita que están barajando en Vallehermoso sobre una deuda de más de 1.200 millones que le vence a la inmobiliaria del Grupo Sacyr en 2015.
Hablamos en este caso de más de 600 millones de euros los que tiene pendientes de cobro el banco malo. ¿Lo hará? Resultará complicado. No es lógico, dicen en el grupo constructor, que tengamos que devolver a la Sareb el 100% de los créditos devaluados de Bankia. Por eso, se trata de adecuar los créditos al precio de los activos y de buscar fórmulas de dación en pago de promoción compartida en ciertos activos con la Sareb y con otras entidades.