Aragonès y moderación

La victoria de ERC en el bloque independentista no es más de lo mismo, es otra etapa. No es desobediencia ni simulación de desobediencia, es respetar los parámetros y actuar desde ellos

Por muy poco, un solo escaño, no vamos a tener una legislatura clonada de la anterior. El sorpasso de Junqueras a Puigdemont en las elecciones donde se juega la hegemonía es el único cambio serio que han propiciado las urnas del 14-F. Eso tiene valor, y mucho. Lo demás, incluida la victoria de Illa, e realidad un empate, es calderilla.

En efecto, la euforia socialista, impostada, exagerada y desorbitada alcanzó cotas de fantasía dignas de la factoría Disney cuando el vencedor aseguró que se presentaría a la investidura. Como si fuera tan fácil. Como si bastara con saltar al ruedo para convertirse en maestro de la plaza.

Para empezar, si no cambian los procedimientos previstos por la ley, de la noche a la mañana y por arte de birlibirloque, es el president del Parlament quien encarga a un diputado que se presente a la investidura.

Para proseguir, el president del Parlament no pregunta solamente a los cabezas de lista si tienen ganas de presentarse sino con qué probabilidades cuentan de salir airosos. Recuerden que, Inés Arrimadas, vencedora de los anteriores comicios por un margen mucho mayor, renunció a presentarse al examen a fin de evitar el bochorno, oprobio y ridículo que tenía asegurados de antemano.

Para determinar que el supuesto do de pecho socialista no es más que un gallo, basta con recordar que Jésica Albiach, la única socia asegurada, segura y amarrada del PSC, advirtió en su primera comparecencia sobre la inutilidad de presentarse sin contar con los votos necesarios para salir investido.

No está de más recordar que las elecciones las gana quien obtiene más representantes, no más votos. Por lo que PSC y ERC están empatados a 33 escaños. Pero ni aún así, ni que Illa hubiera ganado de verdad, bastaba un somero ejercicio de realismo para recordar que, entre otros, su ex compañero de partido Ernest Maragall ganó las municipales pero apenas si boquea y sobrevive a la sombra de Ada Colau.

La mayoría independentista deja sin opciones a Illa

Como sabía todo el mundo, incluso él, la única posibilidad de que el ex ministro se hiciera con la presidencia pasaba por la pérdida de la mayoría independentista, de manera que entre ERC, JxCat, la CUP y eventualmente el PDECat, no alcanzaran el número clave de los 68 escaños. Pues bien, sumaban 70 y ahora cuentan con 74.

La explicación, tal como avanzó este humilde analista, está en la abstención diferencial. Los contrarios a la independencia tenían menos motivos para no ir a votar que los favorables. Se ha demostrado que así ha sido.

Por lo tanto, el sueño de llegar a president de Illa se convirtió en pesadilla al descubrirse la principal añagaza de Tezanos, que en sus primeras estimaciones preveía una participación muy alta, a todas luces fuera de lugar.

Tal como queda la composición de la cámara, con holgada y renovada mayoría independentista, Illa no puede ser investido sin el apoyo de ERC, pero si tal cosa hicieran los republicanos, tengan por seguro que significaría el final del histórico partido de Macià.

No lo harán. Bajo ningún concepto. Y mucho será si Aragonès maniobra de tal manera que los socialistas tengan margen para apoyarle y así tener algún peso, aunque sea indirecto, intermitente y circunstancial, en las decisiones del Govern.

El gran cambio en el bloque independentista

ERC se ha impuesto a JxCat, si bien por la mínima, porque sus dirigentes han explicado sus deseos de negociación y sus votantes han entendido y apoyado el mensaje aunque lo difundieran, todo hay que decirlo, sin demasiada convicción, temerosos porque Puigdemont y los suyos asimilan negociación a traición.

Pero una vez conseguido el objetivo del sorpasso, la denominada vía ancha se impondrá, se ha impuesto ya. Veremos con qué apoyos y con qué recorrido. Tal vez apoyos variados. Tal vez escaso recorrido. No hay muchas razones para declararse optimista, pero el diputado de más obtenido por ERC, y en esto sí hay que darle la razón a Illa, abre otra etapa.

No es más de lo mismo. Es otra etapa. No es desobediencia ni simulación de desobediencia, es respetar los parámetros y actuar desde ellos. No es exclusivismo, es pactismo. No es radicalismo, es moderación.

El resistencialismo a toda costa ha quedado atrás. El túnel por el que Puigdemont pretendía alcanzar la independencia tenía y tiene una salida, que es la misma por donde han entrado. Así lo veíamos muchos. Así lo han decidido los votantes que han propiciado el cambio.

No es más de lo mismo. Es otra etapa. No es desobediencia ni simulación de desobediencia, es respetar los parámetros y actuar desde ellos. No es exclusivismo, es pactismo. No es radicalismo, es moderación.

No va a ser fácil, pero los catalanes dispondremos de un president que tenderá la mano y dirigirá por lo menos una parte de su discurso y sus políticas a los que han votado contra la independencia. Con qué votos va a ser investido tal vez sea lo de menos. Lo importante, lo previsible, lo predecible, es que no va a cerrarse ni frente a JxCat ni frente a la izquierda. Tampoco frente a la derecha real, que no es la de Vox sino la de la parte alta.