Pedro Sánchez, en “fuera de fuego”
Pedro Sánchez es como esos futbolistas que, en los momentos clave, están siempre en fuera de juego. Se supone que tiene que decidir el partido porque es la estrella del equipo, pero cuando le llega el balón, nunca está donde tiene que estar. Por eso, estos días, permítanme la licencia, las llamas le han pillado en “fuera de fuego”. Los devastadores incendios de los últimos días han puesto a España en una situación de emergencia nacional. Y, cuando algo así ocurre, la ausencia no es una opción.
Por eso, más que descansar relajadamente en La Mareta, parece que Pedro Sánchez se esconde en ese lujoso chalé para no acabar quemado políticamente. Lo de recurrir a las competencias autonómicas para escurrir el bulto empieza a resultar vergonzoso. Sobre todo si tenemos en cuenta que existe un Plan de Estrategia de Seguridad Nacional que deja claro que, ante una amenaza que supera la capacidad de respuesta de las comunidades autónomas, el Gobierno de España debe coordinar y dirigir todos los medios disponibles. Esto no es un capricho competencial: es una obligación. No vale que salga Marlaska otra vez con el irritante “si necesitan ayuda, que la pidan”.
«Quienes han perdido cuanto tenían, algunos incluso la vida, no se pararon a pensar en quién tenía la competencia para sofocar las llamas que les devoraban, si era nacional o autonómica. Querían una respuesta eficaz…»
La Estrategia de Seguridad Nacional, aprobada en diciembre de 2021, establece que el presidente del Gobierno es quien debe liderar la respuesta ante amenazas que afectan a la seguridad del país, incluyendo desastres naturales como los incendios forestales de gran magnitud y destrozos tan importantes como los que vemos estos días. Este documento, que abarca riesgos militares, económicos, sociales y medioambientales, subraya la necesidad de una coordinación centralizada en situaciones de crisis. Eludir esa responsabilidad no solo contradice el espíritu de la Estrategia de Seguridad Nacional, sino que refuerza la percepción de un Gobierno ausente, incapaz de liderar cuando la situación lo exige.
Pero, incomprensiblemente, Pedro Sánchez ha preferido adoptar un papel secundario, casi testimonial, como ya hizo en la DANA de Valencia, delegando toda la gestión en las comunidades autónomas y en sus propios servicios de emergencias. El argumento es conocido: “las competencias son autonómicas”. Cierto, pero incompleto. Porque, en materia de seguridad nacional, y cuando la tragedia adquiere una dimensión que compromete la integridad del país, el Gobierno central no solo puede, sino que debe intervenir. Lo contrario no es respeto institucional, sino una renuncia encubierta a las responsabilidades que los ciudadanos esperan de su presidente. Y ningún gobierno autonómico debe asumir íntegramente un rol que no es de su exclusividad.
Quienes han perdido cuanto tenían, algunos incluso la vida, no se pararon a pensar en quién tenía la competencia para sofocar las llamas que les devoraban, si era nacional o autonómica. Querían una respuesta eficaz, la de un país que cuenta con un liderazgo fuerte y donde se toman decisiones solventes cuando la situación lo exige. Y esta lo exigía.
Sobran las excusas baratas de Félix Bolaños cuando dice que, cada vez que hay una catástrofe (el volcán, la pandemia, la DANA…), a este Gobierno le pilla trabajando, no como a los del PP. Porque, si de verdad el Gobierno estaba trabajando en todos esos episodios, los resultados —la gestión confusa de la pandemia, las ayudas eternamente retrasadas a los afectados por el volcán, las carencias evidentes en la respuesta a temporales y catástrofes— no nos dejan otra opción que concluir que este Gobierno, sencilla y llanamente, no es capaz de gobernar. En estas situaciones no vale con alardear de una más que cuestionable actitud; hay que demostrar algo más difícil: aptitud.
La estrategia de esconderse, una vez más, detrás de unas competencias autonómicas para no asumir responsabilidades plenas en una crisis de esta magnitud es un error político y moral. Porque no es solo una cadena de grandes incendios lo que se combate, sino la percepción de que el Gobierno de la nación es incapaz de actuar cuando el país entero lo necesita. Y, si Sánchez cree que esta es la mejor manera de proteger su imagen y evitar una pérdida de votos, quizá pronto descubra que lo único que se ha quemado, junto con los bosques, es la escasa confianza que todavía pueda quedarle en algunos ciudadanos.
En emergencias como la que vive España, los españoles no necesitan un presidente que se queda, una vez más, en “fuera de fuego”. Se hace imprescindible un líder al frente que tire del carro y demuestre que el nuestro no es un país abandonado a su suerte.