Arturo San Agustín: “Nadie controla a los científicos”

San Agustín novela el papel de la ciencia en un mundo sin creencias en El robot que cree en Dios, con la queja de que "nadie controla a los científicos”

La ciencia. La inteligencia artificial. Un robot se persigna. Es una imagen que rompe los esquemas del hombre moderno y racional, y que las religiones no pueden asimilar. No es posible. “La apuesta por la ciencia es una ilusión”, asegura el escritor Arturo San Agustín, que considera que “nadie controla a los científicos”. También pasan otras cosas. Un colectivo sigue consignas y persigue un fin con verdadero fervor. Es raro. Es el soberanismo, “una religión, con su liturgia y su gregarismo”.

Lo explica Arturo San Agustín, que acaba de publicar El robot que cree en Dios (ED Libros), un alegato a favor del humanismo, de la necesidad de volver a creer en algo, porque en Europa “nadie cree en nada”, y se apuesta, globalmente, por una ciencia que es opaca, que no quiere fisgones ni controles y que nadie se atreve a discutir.

San Agustín ha publicado una novela en la que aparece la intriga, en la que hay acción, con diferentes tramas en paralelo. Con la elección de un Papa, Inocencio XIV, que llega al poder de forma insólita, desde la asunción ya de que la inteligencia artificial es una realidad, y que eso plantea problemas en todos los órdenes.

San Agustín novela en El robot que cree en Dios la elección de un Papa, Inocencio XIV

Pero aparece un debate crucial sobre la iglesia, sobre el papel del Vaticano, y la idea de que, en realidad, asistimos a un problema de oferta y demanda, como si todo se redujera a la ley de las relaciones económicas.

El escritor, que ha publicado diversos libros sobre el Vaticano –el último el maravilloso Tras el portón de bronce— considera que existe una dualidad “entre el Papa, y el Vaticano, entre el representante de la iglesia que necesita grandes audiencias y las busca, y la jerarquía que defiende la acción, la misión de unos pocos, pero convencidos”.

La audiencia del catolicismo puede estar en China, y eso se debate en el libro de San Agustín

En ese dilema, San Agustín hace hablar a sus protagonistas, con reflexiones que son producto, de hecho, de sus muchos años de entrevistas y relaciones con órdenes religiosas, con figuras religiosas y con la jerarquía del Vaticano. En uno de los diálogos, se da cuenta de que el mercado, la audiencia, está en China:

–“Si China se hace católica el Vaticano ya no necesitará a Latinoamérica, porque lo del África católica sigue siendo una broma. Desaparecido el Vaticano, laminada Roma, muchos latinoamericanos pensarían que esa desaparición sería la prueba de que todo aquello que durante siglos dijo la Iglesia no tenía nada que ver con Jesús”.

–“Con Dios”.

–“Con Jesús. Creo que en su fuero interno muchos latinoamericanos, incluso las diferentes etnias indígenas, piensan que Jesús es mucho más poderoso que los dioses de sus antepasados. Pero si desaparece el Vaticano parecerá que sus antiguos dioses han ganado la guerra. Gallos decapitados, habanos, ron escupido. Qué desastre”.

San Agustín entra de lleno en una cuestión doméstica, la de Cataluña, al entender que, como en Europa, se ha dejado de creer, que la religión ya no juega un papel social. Pero, a cambio, una buena parte de la sociedad ha encontrado en el soberanismo “su religión”. Y adopta roles “gregarios, con la liturgia necesaria, y con obediencia a sus dirigentes”.

San Agustín ve en la Iglesia católica un problema de mercado, con China en la mirada para ganar audiencia

Siguiendo esa reflexión, el autor de El robot que cree en Dios, considera que la iglesia catalana “también tiene una responsabilidad importante en todo lo que está pasando”. Y recuerda que un partido como Convergència, que puso en pie el proyecto nacionalista, se fundó en el monasterio de Montserrat.

Lo que propone San Agustín es un replanteamiento de la actual sociedad, que ha decidido ponerse en manos de científicos o emprendedores como Elon Musk (Tesla) o Peter Thyel, (creador de Paypal y cofundador de Facebook), en un proceso que camina hacia el autoritarismo.

Una apuesta, la de la actual sociedad occidental, que es una “ilusión” para no ver lo que ocurre en su seno, a juicio de San Agustín, que ha plasmado una de las cuestiones centrales en estos momentos: el transhumanismo y el posthumanismo, un proceso que ha dejado la ciencia únicamente en manos de los científicos, sin que nadie se cuestione qué es lo que realmente hacen y por qué lo hacen. Producto de todo ello es la novela El robot que cree en Dios, que nos entretiene, pero nos lleva a razonar por qué en Europa ahora “nadie cree en nada”.