La gran grieta del sistema: el voto por correo está en manos de una empresa, no de los ciudadanos

Correos no es un órgano electoral, ni una junta, ni un notario, ni un fedatario público, es un operador económico sujeto al derecho privado

¿Quién custodia tú voto? La pregunta incómoda que nadie quiere responder 

En España damos por hecho que nuestro voto es sagrado, y sabemos que el día de las elecciones, la urna está custodiada por ciudadanos corrientes: un profesor, una enfermera, un jubilado, gente elegida por sorteo, vigilada por interventores de los partidos y sometida a la vista de todos, esa es la esencia del sistema, la democracia se vigila a sí misma. 

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando ese voto no se deposita en la urna, sino en una oficina de Correos

Ahí la historia cambia, mucho más de lo que el discurso oficial reconoce. 

El voto por correo no desaparece mágicamente y reaparece intacto el día de la elección, entre ambos momentos hay algo decisivo la de una cadena de custodia, y esa cadena no está en manos del ciudadano, ni de la Mesa electoral, ni de interventores, está en manos de una empresa mercantil Correos S.M.E

No es un detalle menor, es el punto ciego del sistema. 

Una furgoneta de Correos. Foto: Europa Press.
Una furgoneta de Correos. Foto: Europa Press.

Correos no es un órgano electoral, ni una junta, ni un notario, ni un fedatario público, es un operador económico sujeto al derecho privado, dependiente del Gobierno de turno en sus nombramientos y vinculado a intereses comerciales con grandes clientes, su función postal no le convierte, por arte de magia, en garante democrático. 

Y conviene decirlo claro, la fehaciencia postal solo acredita en la entrega de documentos en procedimientos administrativos, no la integridad ni el secreto del voto. 

No existe una presunción legal que equipare esa custodia mercantil con la custodia pública en un colegio electoral, no es administración electoral, y no existe porque el legislador nunca la ha previsto, y no puede inventarse ahora para tranquilizar conciencias. 

La diferencia es brutal es que el voto presencial, tiene el control ciudadano, plural y público, mientras que el voto por correo, el control logístico es interno y opaco. 

La fortaleza de una democracia no se mide cuando todo va bien, sino cuando las reglas permiten que alguien pueda intentar torcerlas

¿Significa esto que hay fraude? No. 

¿Significa que hay una vulnerabilidad democrática objetiva? Sí, y negarlo es infantil. 

La esencia no es la sospecha, sino el sentido común, y ningún derecho fundamental debería depender de la cadena de mando de una empresa mercantil. 

La fortaleza de una democracia no se mide cuando todo va bien, sino cuando las reglas permiten que alguien pueda intentar torcerlas, y hoy existe un punto donde el control público desaparece: la custodia del voto postal. 

La pregunta no es si confiamos en los empleados, que seguro que muchos son profesionales serios. 

La pregunta es otra, mucho más grave: ¿Qué ocurre si algún día no podemos confiar en quien dirige la empresa? 

Nadie aceptaría que las urnas fueran guardadas en el almacén de una compañía mercantil antes del escrutinio, pero eso sin embargo, es lo que ocurre, metafóricamente, con el voto por correo, en el que una parte esencial del proceso electoral cual es la custodia de los votos emitidos hasta su entrega en la mesa electoral queda fuera del escrutinio democrático, porque quien los deposita no es el votante es un tercero sin que exista la garantía democrática de su custodia. 

No es un problema de personas, es un problema de diseño. 

Si el voto presencial exige transparencia y control ciudadano, no puede haber un voto paralelo cuya custodia carece de esas mismas garantías, porque entonces no hablamos solo de logística, de lo que hablamos es de un déficit democrático. 

Reformar no es alarmar es proteger el sistema y a la voluntad de los ciudadanos libremente expresada con garantías en la emisión final del voto y su trazabilidad democrática. 

Es por eso que es necesario la supervisión pública, de los ciudadanos y de los partidos políticos de la custodia de los votos postales emitidos, y la garantía de la trazabilidad con observación ciudadana, o, sencillamente, devolver la custodia al ámbito estrictamente de la administración electoral. 

No pido desconfiar del voto por correo, lo que pido es algo más básico, y es que el voto, sea presencial o postal, tenga las mismas garantías. 

Porque la democracia no se defiende con fe ciega, sino con reglas que impidan que alguien, algún día, pueda manipularla sin que nadie lo vea. 

Y ahora vuelvo al principio ¿Quién custodia tú voto? 

Si la respuesta no es los ciudadanos, el sistema no es tan sólido como creemos, es antidemocrático y perverso. 

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