Banco Popular: a la búsqueda del brillo perdido

De los resultados públicos del las pruebas de resistencia elaborado por Oliver Wyman (OW), dos son las cuestiones, fundamentalmente, que sobresalen del resto, aunque en ambos casos no por inesperadas: que el 62% del sistema financiero español no tenga ningún tipo de problemas y que el Banco Popular, uno de los históricos, tenga que reinventarse al registrar un déficit de capital de 3.223 millones de euros en un escenario macroeconómico muy adverso.
En el primero de los casos, nada nuevo. El mejor posicionado es el Banco Santander con un excedente de capital en el escenario más adverso, esto es, de contracción del PIB de un 6,5% hasta el año 2014, de 25.297 millones de euros. Le siguen BBVA, con 11.183 millones, y Caixabank, con 5.720 millones. A continuación, Kutxabank (con un excedente de 2.188 millones), Sabadell (915 millones), Bankinter (399 millones) y Unicaja (128 millones).

En el caso del Popular, no deja de ser, según los analistas, el resultado de algo anunciado desde antes incluso de que Luis Valls abandonara la presidencia. Por aquel entonces, el Popu cotizaba a 9,5 y hoy a 1,40 y ello se refleja en los resultados de los test de estrés realizados por OW, quien asegura que tiene unas pérdidas latentes por su cartera de créditos de entre 15.078 y 22.374 millones, de los que entre 9.500 y 13.000 son consecuencia de su exposición al sector promotor, considerando la consultora que la entidad puede absorber minusvalías con la generación de recursos propios por entre 15.775 y 19.151 millones.

El banco ha dejado constancia de su malestar y desacuerdo con los resultados de OW al no haberse considerado la generación del margen de explotación o el hecho de que con la mitad de red de oficinas y la mitad de cartera crediticia, haya salido tan mal parado respecto a BBVA, La Caixa y Sabadell. Y puede que no le falte razón.

Antes que nada, dejar constancia de una discrepancia en este tipo de pruebas de resistencia, que son consecuencia de un diseño a la carta que busca resultados preconcebidos. La divergencia coincide en el tiempo entre la prueba de OW y de la realizada por la Autoridad Bancaria Europea; en el primero de los casos, la entidad tiene unas necesidades de capital de 3.223 millones de euros, mientras que en el segundo, el Popular cumple sobradamente las exigencias de capital y de solvencia exigidas por el organismo europeo.

La primera consecuencia de los resultados de los test de estrés es que el banco, presidido por Angel Ron, ya ha acordado una ampliación de capital de hasta 2.500 millones de euros en lugar de esperar las ayudas públicas convenidas, aunque los mercados esperan conocer la batería de medidas adicionales que se consideran imprescindibles para que la entidad recupere el buen tono que ha llegado a tener en algún momento de su historia.

Ese buen tono, lo empezó a perder el Banco Popular en los últimos años de la presidencia de Luis Valls a quien algunos analistas señalan como primer responsable –tenía 78 años– de la situación por la que atraviesa el banco en la actualidad. El argumento: haber apurado hasta el límite su presidencia y con ello un modelo de gestión que no encajaba en los tiempos que se adivinaban ya para el futuro.

Hablamos de finales de 2004 y a partir de entonces, Ron centra su esfuerzo en la modernización y el crecimiento de la entidad, sin perder su marca e independencia, contándose entre sus logros el acuerdo con Crédit Mutuel para crear Targobank, la alianza estratégica con Allianz o la oferta pública de adquisición de Banco Pastor.

Pero la estrategia del crecimiento y de ponerse objetivos milmillonarios en cuestión de beneficios y con una crisis inmobiliaria de por medio, pasa factura y la consecuencia es que Banco Popular aparece en buena parte de las quiebras y suspensiones de pago que se producen en España en todo ese periodo. Marina d´Or, Martinsa-Fadesa, Colonial, Metrovacesa, Nozar, Polaris World, Alteco Gestión, Tremon, Nyesa …, son nombres que no le son desconocidos al banco y que ha provocado, por ejemplo, que las agencias de rating degradaran a «bono basura» al Popular, junto con otras entidades como Bankinter, Banca Cívica o Bankia, bajo el argumento de los efectos de la prolongada recesión en España y de la crisis inmobiliaria, así como por las obligaciones de la entidad de provisionar inversiones relacionadas con el “ladrillo”.

Como señalan analistas, son pocas las grandes inmobiliarias en apuros que no hayan pillado a las cajas gallegas, mediterráneas, Bankia o Popular, volcados todos ellos en procesos de crecimiento en los alegres años del boom inmobiliario.

El reto inmediato del Popular es aumentar su capital para no caer bajo las redes del Estado y recibir una inyección de dinero público. Su primer movimiento ha sido ágil y potente y que demuestra que hay gestores en esa casa: una ampliación de capital para recaudar 2.500 millones de euros, aunque llevar a buen puerto la operación podría significar poner a la venta las acciones con un descuento del 73% sobre la cotización actual –0,40 euros por acción– lo que supondría una dilución del 75% para los actuales accionistas, ya que el banco pasará a tener 8.297 millones de títulos, lo que supone un aumento del 205% sobre las acciones en actualmente en circulación.

Pero los retos para Banco Popular no terminan en la ampliación de capital. Tiene por delante un camino complicado que pasa por disminuir su apalancamiento por la vía de disminución de activos, una política de dividendos acorde con la nueva situación, la creación del banco malo interno, la generación de negocio de calidad, etc.

La tarea no es fácil ni simple, pero los analistas ponen de relieve que el Popular cuenta con buenos compañeros de viaje como Allianz y Crédit Mutuel y una capacidad de gestión que nadie pone en duda, a la vez que un potencial de crecimiento relevante.