¿Bancos culpables?

Este mes he explicado a mis alumnos cómo funciona el Sistema Bancario de Reservas Fraccionadas que está vigente en España y en la mayoría de países desarrollados. En este sistema, los depósitos de los ahorradores –que están en el pasivo de los bancos– se convierten en préstamos (para empresas, por ejemplo), y pasan a ser activo. Sólo una pequeña fracción de estos depósitos se queda en poder del banco para hacer frente a las ocasionales retiradas de fondos de los depositantes. Esta modalidad multiplica de forma exponencial el dinero que hay en la economía (llamada oferta monetaria). Es como si los bancos privados pudieran «crear dinero». Y esta creación de dinero –que no de riqueza– permite que la economía funcione.

He oído muchas voces que critican que haya dinero para salvar a los bancos y no para otras cosas más importantes como la sanidad –sector al que se dedica mi esposa– o la educación –sector al que me dedico–. Lamento decirles que, en este caso concreto, tienen la batalla perdida.

En cualquier economía no comunista el dinero juega un papel esencial como dinamizador de la economía. Podríamos decir que el dinero es como el aceite para un motor de combustión: si no hay un nivel mínimo, éste no podrá llegar a lubricar todos los rincones del motor y se clavará. Si hay demasiado, la presión aumenta, se generan fugas y el motor colapsa.

En un sistema capitalista, el dinero necesita llegar a todos los rincones de la economía para que ningún mecanismo se detenga. Y la bomba que lo distribuye y lo hace circular son las entidades de crédito. Los bancos son –desafortunadamente— los únicos que hoy pueden hacer llegar los ahorros de toda una vida de un pensionista a una peluquería en el barrio de Horta de Barcelona.

Por este motivo, una de las causas menos explicadas y que agravaron y alargaron la crisis de 1929 en Estados Unidos fue la espectacular caída del dinero en circulación. Esto sucedió por tres motivos:

1) El atesoramiento de efectivo por parte de muchas familias
2) El cierre de más 9.000 bancos
3) La excesiva prudencia de las entidades que sobrevivieron

La combinación de estos tres elementos provocó una caída del 28% de la oferta monetaria –dinero en circulación–. Ahora bien, ¿cómo se produjeron? y ¿cómo ocurrieron al mismo tiempo?

Durante el lustro previo a 1929, el índice Dow Jones se multiplicó por cinco y la economía disfrutó de un crecimiento sin precedentes. Eran los felices años 20. Muchos, que no tenían ni la más remota idea de inversión, compraban acciones. Como éstas no paraban de subir, muchas compras se financiaron con deuda bancaria, con el propósito de ganar más dinero.

La espectacular caída de las acciones de Wall Street entre el 24 y el 29 de octubre (hace ahora 84 años) dejó muchos préstamos impagados. El dinero se había volatilizado del sistema. Algunos bancos cerraron y mucha gente se suicidó. El pánico se generalizó y el miedo a la quiebra de la banca condujo a millones de clientes a recuperar sus ahorros y a esconderlos debajo de una baldosa. Este dinero también desapareció del sistema bancario.

La masiva retirada de fondos creó problemas de liquidez a muchas entidades y en los casos más graves, la quiebra. Las sucesivas quiebras hacían crecer el pánico de los clientes de otras entidades que a su vez realizaban más retiradas de fondos y así el contagio se propagaba en cadena.

Ante este torbellino autodestructivo, otras entidades se curaron en salud dejando de conceder préstamos y aumentando la fracción de los depósitos en su balance para poder hacer frente a una eventual retirada masiva de sus clientes. De esta manera, miles de millones de dólares salieron de los balances de los bancos y su efecto «lubricante y multiplicativo” desapareció. Sin el depósito del pensionista, la peluquera no podía renovar su préstamo y debía cerrar.

Aunque los expertos no se ponen de acuerdo en si esta brutal caída del dinero en circulación fue la causa de la Gran Depresión de los años 30, es indudable que tuvo una contribución esencial en su profundidad y duración.

Pero tampoco hay que llegar a las dramáticas consecuencias que tuvo la crisis del 1929 con un paro del 23% y una bajada del PIB del 30% en Estados Unidos para darnos cuenta de la extrema delicadeza del sistema bancario de reservas fraccionarias. Y como muestra, sólo hay que ver el colosal perjuicio que está creando la falta de crédito en España.

¿Bancos culpables? Quizás sí, pero en lugar de fijarnos en la entidad, me fijaría en sus cúpulas. Pero de esto ya hablaremos otro día.