Barça-Madrid, ¿dos modelos diferentes?

 

Escribo este artículo horas antes de que salten al césped los protagonistas del nuevo “clásico” –designación universalmente aceptada, pero un tanto ridícula- de la temporada. Ignoro, por tanto, el resultado que usted ya conocerá, pero que no creo sinceramente que vaya a tener importancia sobre lo que me gustaría comentarles hoy: algunas de las similitudes y diferencias que unen o separan a los dos grandes del deporte español y mundial.

De entrada, su común aspiración a trascender el ámbito puramente deportivo. El Barça es “més que un club” y el Real Madrid no renuncia a ser el genuino representante del todo español y no sólo de una de sus partes. Nada de eso, sin embargo, sucede en sus grandes competidores europeos como el Manchester Utd, el Chelsea, el Bayern de Munich, cuyas derrotas o victorias sólo tienen una lectura puramente deportiva, lo que no ocurre cuando se es o se quiere o se cree ser algo más que un simple club deportivo, por muy importante que éste sea.

Los modales, o en plan más trascendente los valores. Mi abuela, una gran escéptica, solía repetir aquello de “santo que mea, no te lo creas” y el propio Pep Guardiola ya reconoció públicamente que no meaba colonia, a pesar de lo cual ambos equipos tienen una cierta tendencia a considerarse los representantes genuinos de un comportamiento deportivo excelso, lo que no acaba de cuadrar con la realidad.

Aunque Mourinho y su cohorte han roto cualquier barrera en lo que a actitudes antideportivas se refiere y desde que el entrenador portugués asumió el mando en el Real Madrid la diferencia entre ambos clubs es notable, cuando las cosas van mal dadas ninguno de los dos son un ejemplo para nadie. No obstante, siendo sinceros y buscando una cierta objetividad, la capacidad del malcarado entrenador merengue para llevar sus argumentos al lodo hacen que la templanza y cierta tendencia al intelectualismo de su homólogo culé sean vistos a menudo como un decálogo de virtudes.

La balanza aquí ciertamente no está equilibrada. Con frecuencia, los gestos de los Mourinho, Faria, Ronaldo, Pepe… no tienen afortunadamente parangón en el fútbol español y mucho menos en el Barça, que salvo un par de excepciones muestra normalmente en el campo un comportamiento alejado de la soberbia y la provocación de que hacen gala los madridistas. Evidentemente, Butragueño, que es el director de Relaciones Institucionales, no está en el mismo saco, pero el silencio del Real Madrid ante las actitudes lamentables y continuas de algunos de sus empleados le hace cómplice. Sí pudieran aquí darse dos modelos muy distintos de valores, al menos así lo parece en el día a día.

No está tan clara la diferencia en otros ámbitos societarios, de modelo de empresa, como parece en el caso de la jerarquía organizacional. En ambos clubs, la figura del entrenador parece, quizás de hecho y no de derecho, por encima del papel que en teoría les corresponde. Guardiola y Mourinho tienen un rol que no está escrito e imponen con frecuencia sus criterios a los de las directivas que les pagan, incluso en ámbitos alejados de sus competencias. Ni Rosell ni Florentino Pérez tienen capacidad para alterar la hoja de ruta que les marca, o no la han querido o podido ejercer hasta la fecha.

Donde quizás se haya discernido más sobre lo que separa a un club del otro es en el terreno del modelo económico: el Madrid de los galácticos, que rompe el mercado buscando y fichando a golpe de talonario a los mejores jugadores del mundo frente al Barça fiel a sus deportistas criados y educados en la Masía; un Madrid de escaparate frente a un Barça orgulloso de su cantera; un Madrid rebosante de egos y enfrente un Barça donde la voz cantante la lleva gente que desde su infancia se ha venido empapando del espíritu del club. ¿Seguros? Cuando se analizan las cuentas de unos y otros y se observa que los costes salariales del Barça son muy superiores a los del Real Madrid, no parece que los balances reflejen adecuadamente esos diferentes modelos de sociedad deportiva.

En fin, las reflexiones anteriores no dejan de ser unas disquisiciones prepartido que, a buen seguro, a mucha gente no es lo que más le importaría en esos momentos. Al fin y al cabo, uno cambia de empresa, de profesión, de amigos y hasta de mujer u hombre, pero nunca de club. Dejo aquí este artículo; me esperan unos amigos para verlo en el bar del pueblo en el que estoy. Ustedes lo leen a partir del domingo y el partido ya es historia. Espero que lo disfrutaran.