Barcelona-Madrid y el puente cultural

La producción cultural en Barcelona ha pasado de compartir capitalidad con Madrid a ser un mercado mayoritariamente local o alternativo

Barcelona siempre fue la co-capital cultural de España.

La industria editorial y muy especialmente en el ámbito de la creación literaria se desarrolló en Barcelona y su relevancia internacional fue decisiva para poner en el imaginario global la  nueva novela latinoamericana.

Barcelona era la capital cultural de España a partir de los 70

Hasta finales de los años 70 los principales estudios de cine estaban en Barcelona del mismo que las multinacionales fonográficas eligieron está ciudad para aterrizar en España.

El teatro catalán tenía un plus de modernidad y el impacto de la Nova Canço en la lucha antifranquista fue muy notable. Seamos pues precisos. Barcelona era la capital cultural de España.

El choque de intereses

Algo empezó a cambiar a partir de los 80. En el 79 el Partido Socialista pierde las primeras elecciones autonómicas y Jordi Pujol inicia su largo (por repetido) mandato con el apoyo de ERC.

El Conseller de Cultura es Max Cahner que pone en marcha un proceso de refundación del canon cultural catalán.

La influencia de Congrés de Cultura Catalana (1975-77) es evidente y en este contexto nace la inmersión lingüística, la nueva escuela de cine, las películas épicas de Ribas, la preminencia de editoriales en lengua catalana y no se evita la lenta pero constante salida de talento y empresas culturales hacia Madrid.

El PSC, muy parapetado en  el poder municipal plantea un gran acuerdo que está punto de firmarse en el año 1983 con Joan Rigol de Conseller.

La cultura en Barcelona vive 2 décadas atrapada entre dos percepciones políticas

Este pacto cultural fracasado precipita la dimisión de Rigol y abre una larga etapa de enfrentamientos entre el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat que se prolongarán hasta el año 2003, cuando el  primer gobierno tripartito cambia radicalmente las reglas de juego de la política cultural catalana.

A lo largo de casi 2 décadas Barcelona vive la polémica enfrentada de dos percepciones políticas: es la capital de un país que ya existe o la de un país que está por construir y la cultura es uno de los caballos simbólicos de esta batalla ideológica.

Barcelona y Cataluña

Los conflictos culturales entre ambas instituciones tiene nombre y apellido: Teatre Nacional de Catalunya versus Teatre Lliure, Museu d’Història de Catalunya versus CCCB, Fira de Teatre de Tárrega versus Grec, Barcelona Acció Musical versus Mercat de Vic, lo ejemplifican.

En el año 1998 se aprueba la Carta municipal de Barcelona, después llega la Ley de Grandes Ciudades y el 2006 el reglamento específico que la desarrolla para la ciudad de Barcelona.

En este contexto el Estado, a partir de un acuerdo conjunto entre los Ministerios de Cultura, Hacienda y el Ayuntamiento de Barcelona firman un acuerdo de co-capitalidad.

Barcelona recibe así 20 millones extraordinarios para financiar actividades culturales de carácter supramunicipal.

La crisis económica y la dinámica de enfrentamiento de CIU con el Estado provocan que no se renueve el convenio de financiación cultural

En el año 2011, toda vez que el país vive inmerso en la crisis económica y CIU propicia una dinámica de enfrentamiento con el Estado, este convenio deja de renovarse hasta la actualidad.

Barcelona y España

Esta ligera y genérica película de los hechos pone de manifiesto una realidad: Barcelona ni recibe lo que corresponde ni actúa como una capital cultural del Estado Español dentro de un marco cultural y lingüístico especifico que, desde la lógica del sentido común, debería enriquecer al conjunto del país.

La presencia del Estado en las múltiples instituciones culturales catalanas que aportan notoriedad al sistema cultural español es claramente deficitaria, lo que convierte la relación entre Cataluña y España en un trato de carácter regional.

Los acuerdos de co-capitalidad deben recuperarse con urgencia porque de ello depende el futuro de nuestra actividad cultural.

Los contenidos que se producen en Cataluña tienen un marcado acento local o alternativo

Al margen de los recursos añadidos, que son importantes, lo realmente relevante es favorecer un cambio de perspectiva direccional: normalizar el plurilingüismo, recuperar de nuevo los mercados español e iberoamericano, ampliar la masa critica que evalúa la calidad real de nuestra creación artística y sobre todo regenerar un tejido empresarial competitivo que nos proyecte globalmente.

Sin esos objetivos, la proyección cultural barcelonesa queda en manos de la reducida capacidad financiera de la Generalitat y del impacto comunicativo e industrial de TV3, que en estos momentos es muy reducido.

Si observamos atentamente la evolución de los contenidos que se producen en Cataluña en el ámbito de las artes visuales, la música, el cine o las artes escénicas nos daremos cuenta que tienen un marcado acento local o alternativo.

No es un problema de talento ni de calidad artística, sino de  recursos para producirlos en todo su potencial y sobre todo de distribución. Este es el problema que aparece cuando una cultura se mira excesivamente el ombligo.