Carta a los Reyes de una palabra

En la Carta a los Reyes de este año sólo he puesto un deseo. Una palabra. Y además no la quiero sólo para mí, pido para todos. Y deseo con todo mi corazón que esta demanda quede lo más repartida posible. Este año pido responsabilidad.

Responsabilidad para que las personas que la tienen la ejerzan responsablemente. Responsabilidad para que a cada uno se le retribuya adecuadamente. Responsabilidad porque los que la utilicen a su favor vayan a la cárcel. Responsabilidad para que los que cometan errores paguen justamente por ellos. Responsabilidad para que los irresponsables renuncien a ella, porque no todo el mundo tiene la misma capacidad.

Cuando a un amigo mío lo ficharon para hacer de director financiero de una empresa de Barcelona le dijeron: «Te pagamos este (gran) sueldo porque tienes una responsabilidad muy grande y para que vayas hasta el fondo en tu tarea diaria». Es decir: gran responsabilidad = gran salario. El director general de la empresa cobraba el doble que él y el consejero delegado cuatro veces más. ¿Por qué? Porque tenían más responsabilidad. Lógico, ¿no? Pues por lo visto, no en todas partes.

Con el tiempo he visto que esta identidad no se aplica a determinadas posiciones ya determinados sectores, entre los que no hay, por ejemplo, el gobierno del estado ni tampoco el sistema financiero. Sólo hay que ver como el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy es el que menos cobra de todo su gabinete o como los espectaculares salarios (y pensiones) de antiguos responsables de algunas cajas de ahorros generan declaraciones como: «yo firmaba lo que me ponían delante «o» la gestión diaria de la entidad la llevaban otras personas «. Gente con muchísima responsabilidad, como el señor Rajoy cobrando salarios de clase media. Y personas con salarios millonarios dando respuestas de niño de tres años pegado in fraganti.

La última declaración que oí hace pocos días venía de los responsables de Catalunya Caixa, la entidad que tiene el récord español de dinero público inyectado por depositante. El titular decía más o menos así: «La responsabilidad de la quiebra no era nuestra porque nos supervisaba el Banco de España». ¡Ya! ¡Ya! Decir esto es como decir que la responsabilidad de un accidente es culpa de Applus porque es quien hace la ITV.

Señores ex directivos de cajas de ahorro y algún banco ya desaparecidos, la responsabilidad tiene un doble sentido: cuando las cosas fueron bien, ustedes cobraron salarios de entre 10 y 50 veces los de sus empleados. Ahora, que se ha descubierto la nefasta (*) gestión que llevaron a cabo, lo que tienen que hacer es devolver ese dinero porque está demostrado que no se lo ganaron.

Estos malos resultados demuestran lo que ya se vislumbraba de la lectura de sus currículos: que no estaban preparados ni por formación ni por experiencia para desarrollar la gran responsabilidad (ni cobrar el gran sueldo) que tenían encomendada.

Para mucha gente está claro que ustedes no merecían estos emolumentos y, por lo tanto, lo más justo sería devolver todo ese dinero. Yo ya sé que con eso ustedes no arreglarán todo el mal que han hecho, pero al menos demostrarán que tienen propósito de enmienda y reconocen el error que la realidad les ha puesto por delante.

Evidentemente, incluyo en este concepto retributivo todas aquellas percepciones como las retribuciones en especie (como chóferes privados, regalos de empresa recibidos y enviados), pensiones cobradas de una sola vez, gastos hechos con tarjetas opacas y otros privilegios que acompañaban su cargo (invitaciones a espectáculos, partidos, comidas, etc…).

Además de volver a todos, hasta el último céntimo, encuentro lógico que vayan a juicio porque ustedes son responsables de haber engañado a miles de pequeños ahorradores ofreciéndoles productos como las acciones preferentes y que tanto daño han hecho a tanta gente humilde y ahorradora, confiada en su caja de toda la vida. Este mal ya nunca lo podrán arreglar, por lo tanto deberán ser los jueces quienes determinen el castigo que les corresponde.

Pero eso no es todo. Aún falta una última responsabilidad. Una muy compartida. Es verdad que será más difícil determinar el grado de corresponsabilidad que les corresponde por la creación de la gran burbuja inmobiliaria que sufrió este país entre los años 1997 y 2007.

Lo que todos sabemos, como mínimo, es que ustedes impulsaron y aprobaron políticas retributivas variables que incentivaban a sus empleados a hacer lo hipotecas mejor, y colocar como más preferentes mejor. El crecimiento disparatado de sus entidades durante los últimos 25 años no tenía ningún sentido, pero a ustedes les sirvió para cobrar buenos salarios y para presumir de buena gestión cuando lo único que sabían era apuntarse al crecimiento y retroalimentarse con crédito barato que ahora ha resultado insolvente.

Entidades solventes, fuertes y arraigadas que habían resistido la crisis como la del 29, como las del petróleo en los 70, que habían sufrido guerras, dictaduras y repúblicas que no pudieron sobrevivir a su incompetencia, su ignorancia ni a su prepotencia. A un empresario que conozco en concurso de acreedores le han embargado la casa donde vive. En cambio, estos ex directivos viven a cuerpo de rey (un lo vi hace poco en Rabat comprando una joya) y se sacuden las culpas como si fuera una mosca de verano.

(*) Si alguien piensa que exagero sólo debe compararse con las entidades que no sólo han sobrevivido sino que han acabado absorbiendo otros.