Casado emparedado

El problema más grave del PP no es de falta de liderazgo, sino de empuje y programa para recuperar el terreno perdido por la derecha y el centro

Hace unos días escribía sobre los falsos acorralados. Los de un gobierno que ante cualquier iniciativa que le incomode acusa a sus autores e instigadores de golpistas por más que no se hayan saltado ley alguna ni hayan expresado la menor intención de derrocar a Pedro Sánchez por vías no democráticas, dejando a un lado que no lo conseguirían ni habiéndoselo propuesto.

Bastaron los mimbres sueltos de cuatro manifestantes de Vox, una prensa no más hostil de lo habitual y el efímero sumario judicial abierto que provocó la destitución del coronel de la Guardia Civil, Diego Pérez de los Cobos, para urdir el amago de acoso del gobierno legítimo acorralado por quienes se da por supuesto que no respetan las normas del juego.

Claro está que quien se las saltaba de verdad, por lo menos las de la ética más elemental, era el ministro Fernando Grande-Marlaska, que daba versiones tan pintorescas como contradictorias sobre el cese, no para ocultar el principio político según el cual las deslealtades reciben castigos fulminantes, sino para demostrar la total impunidad de la desfachatez.

Mediante el burdo ardid del supuesto e inexistente golpismo, Sánchez consiguió reforzarse a la salida del confinamiento. Tanto su imagen, a pesar de todo casi aprueba en las valoraciones de las encuestas, como su dominio del tablero. Ahora no sólo nadie amenaza su supremacía sino que Ciudadanos y ERC se disputan el honor de bruñir sus dos relucientes zapatos a cambio de unas insignificantes palmaditas en sus respectivas espaldas.

Lo cierto es, y por aquí debería de haber empezado, que es Pablo Casado quien se encuentra en apuros. No pocos de los suyos le reprueban que el Gobierno siga tan campante, algo que no es en absoluto culpa suya.

Da igual que tampoco puedan achacársele ni las manifestaciones de Vox ni el famoso informe de la Guardia Civil que no gusto a Marlaska aunque dijera no conocerlo. ¿Llueve? Porco governo. En cambio, si el Gobierno se refuerza en vez de tambalearse siempre es culpa del líder de la oposición.

La prisa juvenil, la fogosidad del potrillo, ha sido el principal fallo de Pablo Casado

Por lo menos no redunda en su beneficio. En vez de alimentar las expectativas, falsas, de una legislatura corta y agónica que provocaría elecciones anticipadas con el resultado de catapultarle a La Moncloa en un plis plas, Casado debía haberse preparado y haber preparado al PP para una oposición de largo recorrido. Cuarteles de invierno, arsenal, toma de pequeñas posiciones, gobierno en la sombra, política del paso a paso y no del todo por el todo de una sola tacada.

Este, la prisa juvenil, la fogosidad del potrillo, ha sido su principal fallo. Las cabriolas ante el espejo impidieron que leyera bien la situación y se creyera capaz de saltar cualquier obstáculo con su formidable impulso, cuando lo cierto es que alcanzó la presidencia del partido de rebote y que a punto estuvo de darse de bruces en la arena del primer revolcón electoral.

A estas alturas de la legislatura y con las perspectivas de aprobación de los presupuestos que tanta estabilidad están dando a Sánchez, lo primero que aparece con claridad es que Casado ha perdido la oportunidad de liderar a la derecha. No al PP como partido, pues sus estatutos confieren tal poder omnímodo a su presidente que resulta imposible no ya toserle sino siquiera mirarle de soslayo.

Lo que ha perdido Casado es algo más sutil pero perceptible a los ojos de cualquier observador imparcial. Ha desperdiciado la oportunidad de marcar el rumbo de la derecha, de ser escuchado por los suyos con la confianza y convicción que requiere un liderazgo efectivo.

José María Aznar fue el oráculo de la derecha. Mariano Rajoy no, pero pisaba firme y marcaba el paso a los demás. En cambio, las pisadas de Casado son tan livianas que no dejan huella, tan inseguras y vacilantes que no marcan dirección alguna. No podrían seguirlas ni aun queriendo.

Por eso, por incapacidad de firmeza y movimiento determinado, se encuentra en esta situación tan poco agradable. Nadie le cuestiona pero ya todos le dan por amortizado. En vez adueñarse del espacio de centro-derecha se ha plantado en un punto indeterminado entre la extrema derecha voraz y feroz y el centro pragmático. Consigue flotar pero no señalar objetivos ni alternativas duraderas y creíbles.

Las dificultades de Casado se agravarán con la mayoría absoluta de Feijóo en Galicia

En lo político, la ruptura-traición del Cs de Inés Arrimadas que ha destruido al tripartido de derechas, ha dejado a Casado sin opción de colaborar con el Gobierno, en la reconstrucción o en lo que sea. Será Arrimadas quien se cuelgue al fin la medalla de arrastrar al PSOE hacia el centro. Y será Sánchez quien luzca la de haberlo conseguido sin romper con Podemos ni con ERC.

Si a la vista de que no tiene nada de provecho que hacer en el centro endurece sus posiciones, allí están Santiago Abascal y los suyos, siempre dispuestos a demostrar con hechos que le superan en cualquier terreno que ose pisar más allá de la moderación. Las dificultades se agravarán sin duda con la doble mala noticia, para él, de la nueva mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo y el nuevo batacazo del PP en el País Vasco.

En la actual coyuntura, el problema más grave del PP no es de falta de liderazgo sino de empuje y programa para recuperar el terreno perdido, tanto por la derecha como por el centro. Por eso lo más probable es que sus rivales internos esperen y conspiren en secreto mientras Casado, desahuciado pero no depuesto, se sigue consumiendo en sus propias, lentas pero inexorables brasas.