Catalunya es España, España es Catalunya

Respetando el pensamiento de todos, ¿alguien cree de verdad que lo que nos interesa a los ciudadanos de este país en este preciso momento, con toda la que está cayendo, son debates sobre lo divino y lo virtual, o sobre conceptos de lindes geográficos, cuando cientos de miles de familias están sufriendo una terrible penuria económica y cuando millones de ciudadanos y ciudadanas constatan una pérdida de poder adquisitivo que se traduce en una notable bajada de su calidad de vida y en una sangrante pérdida de su estado del bienestar, que tanto trabajo costó?

Pues a mí no me interesan estos debates ficticios, y a la mayoría de los españoles, tampoco. Lo que nos interesa es que nos gobiernen y que se dejen de tapar sus miserias y corruptelas con cortinas de humo artificiales que sólo pretenden ocultar una gestión que nos ha llevado a una deuda publica en máximos históricos, y a una estela de corrupción que envuelve y pudre todo lo que toca de norte a sur y de este a oeste de esta nación.

Por lo que pido firmeza constitucional, ya que la tibieza y la ambigüedad sólo contribuye a dar alas a un nacionalismo que crece frente a la inseguridad en mensajes que deberían ser férreos, contundentes y que además tendrían que recordar que traspasan los principios constitucionales de la unidad de la nación y de su soberanía. Pedir la independencia de Catalunya, con un país quebrado y con un sistema económico que no pasaría ninguna auditoría, es no tener sentido alguno de la responsabilidad y únicamente persigue tapar un tremendo fracaso político.

Todos tenemos la sensación de que la corrupción lo inunda todo, y el problema es que la impunidad con la que se trata evidencia aún más esta realidad. Hasta el punto de que la Fiscalía General del Estado acusa a los responsables de la corrupción de frenar la recuperación de la crisis económica que vive España, siendo una lacra para las instituciones, el sistema democrático y el Estado de Derecho. Y cito literal: “Hipoteca el futuro de nuestra sociedad y rompe estrepitosamente la confianza de la ciudadanía en el Estado de Derecho”.

Es necesario un cambio en la legislación para mejorar la lucha contra la corrupción; este país no se puede permitir que los presuntos corruptos se escondan detrás de aforamientos o de supuestas y presuntas triquiñuelas para quedar impunes, y si lo consintiéramos estaríamos provocando un libertinaje que aplastaría la libertad de los ciudadanos que aquí vivimos.

Nuestro sistema judicial es la última línea de defensa de todos los españoles que aún creemos en esta gran nación, aunque algunos la renieguen y la pisoteen con actos que sólo rechazo. Que seamos el país de la picaresca (lo somos) no quiere decir que seamos el país de la corrupción (que no lo somos). Y precisamente por este motivo debemos combatir a la corrupción y los corruptos que se aprovechan de sus cargos públicos y de los partidos políticos con total contundencia, elevando las penas. Estas deben cumplirse íntegras, para escarmiento de tanto sinvergüenza que presuntamente o sin presuntamente nos ha robado el dinero de los impuestos que tanto nos cuesta pagar a todos