Catalunya: Frente al mundo de la emotividad, no cabe esgrimir la economía
A medida que se acerca el 9 de noviembre, fecha elegida para celebrar la consulta soberanista en Catalunya, toman más protagonismo los posicionamientos públicos en torno a dicho acontecimiento.
Así queda reflejado con la declaración pública de 60 empresarios europeos, la mayoría de ellos alemanes, alertando sobre las «nefastas consecuencias» que acarrearía una hipotética independencia.
El posicionamiento del banquero Oliu o el nuevo pronunciamiento público del presidente de la CEOE, Rosell, afirman que «la mayoría de los catalanes ni nos queremos ir, ni nos vamos a ir, porque sabemos que es mucho mejor seguir juntos».
La tres voces proceden del mundo empresarial, lo que ha obligado al presidente de la Generalitat y a algún diputado de ERC a restar importancia o a despreciar de forma insultante estas opiniones, según el caso.
La inquietud en ciertas parcelas políticas y empresariales españolas crece en la medida en que se considera que cada vez es más difícil revertir la situación de desafección hacia España a la que ha llegado un amplio segmento de la sociedad catalana, algo que el presidente de la CEOE apunta en sus últimas declaraciones.
De poco vale, consideran importantes analistas políticos cercanos al Gobierno, que se esgriman los peligros de carácter económico que comportarían una supuesta independencia de Catalunya de España, como pueda ser la salida de la Unión Europea o la pérdida de negocio de las empresas catalanas con fortísimos intereses en España.
La evolución experimentada por la sociedad catalana en los últimos años, empujada por una campaña que más de uno considera tramposa y basada en la emotividad, está cada vez más cimentada en el sentimiento que en cuestiones de carácter económico. Por ello, se considera inútil tratar de contrarrestar el mundo de las pasiones con el mundo de la pela, por mucho que ésta y el seny hayan sido santo y seña del pragmatismo catalán a lo largo de siglos.
En esta línea cabría enmarcar, precisamente desde fuera de Catalunya, el posicionamiento político de la vicepresidenta del Tribunal Constitucional, la peneuvista Asúa, o la tibieza del consejero del Banco de España, el catalanista moderado nacido en Menorca, López Casasnovas, enfatizando, este último, que “no se pueden construir escenarios tremendistas”.
Así lo demuestran los estudios demoscópicos que de forma periódica se realizan en Catalunya y que vienen reflejando un imparable aumento de los ciudadanos que se decantan por el independentismo, porcentaje que oscila entre el 40,6% del CIS y el 54,7% del CEO catalán. Según se refleja en las conclusiones de dichos estudios, los convencidos del proceso segregacionista lo están con todas las consecuencias y llevados de un ardor guerrero que tiene desconcertado a más de uno.
Los sociólogos que están dedicados en exclusiva al caso catalán muestran su creciente preocupación por el proceso de ruptura mutuo que se detecta tanto en Catalunya, como en el resto de España. Va mucho más allá de las habituales enfrentamientos, muchos de ellos cainitas, que son comunes entre distintas provincias de una misma comunidad autonómica y que llegan a sorprender, en algunos casos, por su nivel de pasión o de fanatismo, al que se ha llegado en ocasiones.