Cómo derribar la democracia con palabras en Cataluña

El secesionismo se vale del poder performativo del lenguaje para prescribir la realidad, persuadir y guiar al "pueblo", y convertir la palabra en una orden

Tres años después del golpe perpetrado contra la democracia y el orden constitucional legalmente establecido en España, hay que reconocer que el secesionismo catalán es un auténtico maestro –ahí está una de las claves del “proceso”– en el arte de la manipulación del lenguaje. Vayamos por partes. Primero, la teoría. Después, la práctica.

Los usos del lenguaje

La denominada filosofía del lenguaje ordinario señala que el significado de las palabras viene determinado por su uso en un lenguaje, o en un “juego de lenguaje”, dado.

De ahí, dos de las expresiones más célebres de la filosofía del lenguaje: Don’t ask for de meaning, ask for the use de Ludwig Wittgenstein y How to Do Things with Words de John L. Austin. Es decir, “no preguntes por el significado, pregunta por el uso” y “cómo hacer cosas con palabras”.

Sucintamente: lo que nos dice la filosofía del lenguaje es que los enunciados ordinarios pueden ser constatativos (describen hechos o cosas) o performativos (realizan alguna acción). De los primeros, se puede predicar que son verdaderos o falsos. De los segundos, se puede decir que se ejecutan en función del poder, el carisma, la fuerza, la habilidad, la astucia, la capacidad o la influencia de quien emite el enunciado.

El secesionismo catalán se vale del poder performativo del lenguaje para prescribir la realidad, persuadir y guiar al “pueblo”. Y, sobre todo, para convertir la palabra en una orden seguida de una acción.

De esta manera, el discurso deviene un instrumento de control que difumina al individuo en el colectivo, modela la consciencia del sujeto, hace del ciudadano un súbdito gregario, establece la dicotomía entre Nosotros y Ellos, fractura la sociedad transformando al disidente o adversario en enemigo. El lenguaje como instrumento al servicio del secesionismo antidemocrático.

El uso performativo del lenguaje en Cataluña, a la manera del agitprop de cuño soviético proyectado por Gueorgui Plejánov, crea ideología, sentido, discurso, neolengua, consignas, iconos e imágenes. Y algo más: llama a una movilización permanente –el expresionismo de las primeras décadas del XX a la manera catalana– con la inestimable ayuda de unos medios de comunicación, públicos y privados, que encandilan e impactan a la fiel infantería secesionista.

Una técnica que intenta cambiar la percepción de la realidad e, incluso, la propia realidad

Una auténtica perversión del lenguaje que disfraza, encubre o connota la realidad. Ese manipular la consciencia en beneficio propio. Y para ello –de la disolución de la sintaxis a la corrupción de la semántica pasando por los recursos estilísticos–, todo vale. Una técnica que intenta cambiar la percepción de la realidad e, incluso, la propia realidad.

La perversión secesionista del lenguaje

En el Diccionario iluminado del secesionismo catalán, nada es lo que parece. Cinco de ejemplos entre los muchos posibles:

1. Con “Estado español” se indica que los catalanes son miembros a la fuerza de un Estado ajeno.

2. Con “somos una nación” se afirma que España no es la nación que pretende ser y Cataluña sí lo es con los derechos que de ello se derivan.

3. Con “democracia” se reivindica el inexistente “derecho a decidir” y un “derecho de autodeterminación” del cual Cataluña no es sujeto.

4. Con “legitimidad” se justifica el incumplimiento de la legalidad,

5. Con “identidad propia” se contrapone lo propio catalán a lo impropio español.

La “legitimidad” autoriza a distorsionar la realidad y confundir el deseo con la realidad

El secesionismo catalán redefine el diccionario –construye una neolengua nacionalista– como condición necesaria para implementar el uso performativo del lenguaje. La neolengua secesionista convierte palabras y enunciados –jugando con la propaganda, el engaño, la ficción, la emoción, el sentimiento– en una realidad. Hacer cosas con palabras, decía John L. Austin.

Si hace unas líneas se evocaban cinco palabras o expresiones del Diccionario iluminado del secesionismo catalán, veamos ahora cuál ha sido el uso performativo de esa neolengua.

1. El “Estado español” autoriza a desafiar al Estado e instigar el conflicto para provocar una respuesta –la insoportable represión del Estado– que justifique la proclamación de la República catalana.

2. El “somos una nación” y la “ruptura democrática” certifican y autorizan la patrimonialización de Cataluña en nombre de una “nación catalana” y un “pueblo de Cataluña” que tiene derecho a la independencia.

3. La “democracia” que exige el “derecho a decidir” y el “derecho a la autodeterminación” faculta la deslealtad institucional y el incumplimiento reiterado y sistemático de la legalidad estatutaria y constitucional vigente.

4. La “legitimidad”, además de aprobar el incumplimiento de la legalidad ya reseñado, autoriza a distorsionar la realidad y confundir el deseo con la realidad con el objeto de movilizar a la ciudadanía secesionista en nombre de la “radicalidad democrática” y el “mandato democrático”.

Si John L. Austin hubiera tenido acceso al Diccionario iluminado del secesionismo catalán…

5. La “identidad propia” permite fomentar la dicotomía Nosotros versus Ellos por la vía de una afirmación heráldica de impronta supremacista que justificaría los “derechos históricos” de una nación que tendría derecho a determinar soberanamente su futuro.

Si John L. Austin hubiera tenido acceso al Diccionario iluminado del secesionismo catalán, probablemente hubiera escrito un ensayo que, parrafeándose a sí mismo, se titularía How to take down democracy with words. Es decir, cómo derribar la democracia con palabras.

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