Cómo evitar la tercera ola que traerá la Navidad

El Gobierno deja a la libre voluntad de los españoles el reunirse o no, puesto que es imposible controlar quién entra y quién sale de cada casa

Se acerca la Navidad y con ella las tradicionales cenas y fiestas para celebrar en familia y con amigos. El problema es que este año, a diferencia del resto, el mundo está inmerso en la mayor pandemia del siglo debido a la aparición de un coronavirus extremadamente contagioso.

Cualquier reunión, por tanto, por pequeña que sea, constituye un riesgo. La transmisión por aerosoles es, de lejos, la principal vía de contagio, de modo que los espacios cerrados con mala o nula ventilación, como es el caso de los hogares, especialmente ahora en invierno, donde se evita abrir las ventanas por el frío, son el caldo de cultivo idóneo para que se propague la infección.

El Gobierno se ha limitado a prohibir las reuniones de más de diez personas, así como las celebraciones que no sean con familiares o “allegados”, que es como no hacer absolutamente nada. Básicamente, deja a la libre voluntad de los españoles el reunirse o no, puesto que es imposible controlar quién entra y quién sale de cada casa.

Otros países, sin embargo, han apostado por imponer cuarentenas antes y después de las fiestas e incluso nuevos confinamientos temporales o, como mínimo, han lanzado agresivas campañas de concienciación para que la gente extreme las precauciones ante el riesgo evidente de que se produzca una tercera ola en enero y febrero, pero aquí, una vez más, se opta por quedarse de brazos cruzados.

Los estadounidenses celebraron el Día de Acción de Gracias a finales del pasado mes de noviembre y hoy, apenas dos semanas después, el número de contagios y hospitalizaciones está otra vez disparado.

Por muchas medidas de higiene o distanciamiento que se tomen, si los españoles se reúnen esta Navidad en condiciones similares a las de otros años, es muy probable que estalle una tercera ola cuya dimensión y dureza es difícil de predecir.

En España apenas se hacen 15 test por infectado, pese a sumar cerca de 70.000 muertes

Lo triste es que, habiendo ya métodos eficaces para minimizar esta amenaza, el Gobierno impida con su ineptitud e incompetencia una solución para poder pasar estas navidades con unas mínimas garantías. La fórmula es relativamente sencilla: que la población pueda realizarse test de la forma más barata, cómoda y habitual posible.

Si algo ha quedado claro durante esta crisis es que los países que han logrado vencer al virus se caracterizan por la realización de test masivos y continuados. El caso de Singapur, con más de 500 test por caso detectado, es el más llamativo, puesto que apenas ha registrado una treintena de fallecidos por Covid. En España, hoy por hoy, apenas se hacen 15 test por infectado, pese a sumar cerca de 70.000 muertes.

Lo curioso es que ahora, a diferencia del pasado mes de marzo o abril, sí es posible el testeo masivo y continuado, sin necesidad siquiera de un decreto gubernamental. En el mercado ya existen test rápidos de saliva que ofrecen resultados fiables en menos de 15 minutos y a un precio inferior a los 5 euros, pero el Gobierno impide su comercialización y venta al público.

Estas pruebas, a modo de autotest, podrían venderse en farmacias e incluso facilitar su dispensación en otros establecimientos o en máquinas expendedoras, tal y como sucede en algunos países asiáticos, pero aquí la legislación no lo permite. De hecho, el Gobierno exige una receta médica para poder realizarse una prueba, lo cual atenta contra el sentido común.

Hasta tal punto llega la sinrazón e inoperancia de este Ejecutivo, que el Ministerio de Sanidad se resiste a autorizar la realización de test de antígenos en las farmacias porque, entre otras razones, si sale un positivo, los farmacéuticos deberán “guardar cuarentena” y no podrían seguir con su trabajo, según el responsable de emergencias sanitarias, Fernando Simón.

Por esa regla de tres, todas las enfermeras y médicos de España deberían estar en sus casas. Si ni siquiera son capaces de entender una medida tan lógica como esta, mucho menos comprenderán la necesidad de que empresas y particulares puedan acceder masiva y libremente a test de saliva rápidos y baratos para comprobar si están o no infectados.

La mayor desgracia de España no es el coronavirus

Mientras la vacunación de buena parte de la población no sea una realidad, lo cual no sucederá hasta verano como pronto, la mejor forma de controlar la pandemia son los test.

Si las familias pudieran detectar por sí mismas la presencia de virus, el riesgo de juntarse en Navidad se reduciría de forma muy sustancial, pero no será posible por culpa de una decisión política.

La mayor desgracia de España no es el coronavirus, puesto que este afecta a todo el mundo por igual, sino el Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias