Cómo hay que vivir

El cómo vivir tiene que ver con la democracia como forma de vida y conformación de la existencia, con la libertad entendida como liberación, con los derechos humanos y la justicia. En definitiva, un compendio de la humanitas griega y romana

Emilio Lledó –probablemente, el más grande filósofo español de las últimas décadas- está, como se muestra en entrevistas recientes, rabioso. Lo está –“es para estar rabioso”, afirma-, porque hemos soportado/soportamos la pandemia, la guerra de Ucrania, la fiebre del mono, las matanzas de Texas, las violaciones y los asesinatos de mujeres a lo que pronto habrá que añadir “el pasmo del camello y luego las narices del buitre”.

Por si fuera poco, ahí están los terremotos, los sucesos que cada día nos sirven los medios de comunicación, la autoayuda, la información deportiva, los cortes de pelo degradado, los trajes con zapatillas deportivas, las estatuas de cerámica en el comedor, la bachata, el reguetón, los raperos, los pantalones rotos, el poliamor, las relaciones abiertas, los influencers, el Tik Tok, los los tatuajes, los patinetes por la calle y, para redondear la fiesta, ahí tienen los programas del corazón, los concursos televisivos y la propaganda de los coches. Todo ello, como dicen en First Dates, “qué guay”.

Una persona asustada e ignorante se maneja muy bien

Por si ello no fuera suficiente, Emilio Lledó percibe que “hay algunos políticos que, me consta, dicen mentiras”. Políticos que “engañan, pero dan las cosas como si fueran una tesis fundamental”. Cosa que “es para atemorizar”, porque “una persona asustada, atemorizada, se maneja muy bien” y “se manipula muy bien”. El método: “le meten miedo y no entienden y son ignorantes, porque los han ignorificado”. O sea, “han metido ignorancia y encima los medios, algunos periódicos, reproducen eso sin ton ni son”. Nuestro filósofo, como se dice ahora -¿se dice o se decía?-, lo clava.

El filósofo se pone serio y nos brinda un retrato/diagnóstico de la realidad: “ignorancia”, “escasez mental”, “consumismo”, “es muy bonito comprar”, “alegría externa que se compagina con una tristeza interna”, “piensan que eso [compras, pantalones rotos, minifaldas que medio tapan piernas tatuadas y besos y besos en el Retiro] es libertad… pues no lo es”.

Un mensaje de “rabia” –entre comillas, naturalmente- que obliga a la reflexión, que interpela, que requiere e invita a elaborar principios y propuestas en favor de la buena vida. “¿Cómo hay que vivir?”, le pregunta Sócrates a Calicles en el Gorgias de Platón.

En busca de la buena vida

Esa es la cuestión: ¿cómo hay que vivir? Así las cosas, ¿por qué no recurrir a la filosofía? A Emilio Lledó, por ejemplo. ¿Para qué? Para encontrar las preguntas y las respuestas –a fin de cuentas, la filosofía es eso: preguntar y responder para luego volver a preguntar- que hoy se nos plantean para alcanzar, en la medida de lo posible, el buen vivir.

La lectura de los clásicos griegos y latinos –es decir, el diálogo continuo y sostenido con los mismos- es la mejor orientación posible al respecto. Un diálogo que Emilio Lledó nos brinda –esa pasión por entender, por saber y por iluminar nuestro presente- en su reciente ensayo titulado Identidad y amistad. Palabras para un mundo posible (2022). Una lección magistral –en el mejor sentido del término- de filosofía antigua aplicada al presente.

El cómo vivir tiene que ver con la democracia como forma de vida y conformación –un conformismo inconformista con las tradiciones, los fanatismos y las inercias mentales- de la existencia humana, con la libertad entendida como liberación, con los derechos humanos y la justicia, con la educación como invención y cultivo de la libertad, con la decencia y la bondad. En definitiva, un compendio de la humanitas griega y romana.

Todo ello es susceptible de crear un “espacio ideal” en donde surja y crezca la protección de la vida, la solidificación de los buenos comportamientos, los vínculos familiares, la amistad, el diálogo, la facultad de pensar, la armonización de la convivencia. Un cómo vivir que se levanta sobre la ética entendida a la manera de los clásicos. La ética o el lugar del refugio, del cobijo, de los ideales, de la inclinación, del carácter, de las costumbres, de la familia. Concluye: “el horizonte de lo posible es la puerta abierta a la existencia y da sentido a cada vida individual”. En palabras de Platón: “el que quiera vivir rectamente debe dejar que sus deseos se hagan tan grandes como sea posible y no reprimirlos” (Gorgias).

La vida humana

Para que “la realidad no nos desanime”, Emilio Lledó propone una serie de 17 principios que “dan homogeneidad y coherencia a la vida humana, a todos los seres humanos”. Principios que hablan del derecho al cuerpo y su sustento, de la educación de la inteligencia y la sensibilidad, de valores como la amistad, la bondad y la honradez, del aprendizaje de la verdad, del amansamiento de la violencia y la agresividad, de la igualdad de la naturaleza, de la superación del fanatismo, de la racionalidad, de la solidaridad, de la concordia, de la democratización del cuerpo y de la mente.

Se trata de principios o puntos esquemáticos –no de recetas a la manera de un libro de autoayuda- que apelan al diálogo y la reflexión de unos “animales políticos” (Aristóteles) que han decidido convivir en una polis que se organiza alrededor de las leyes y las costumbres. Unos animales políticos que buscan la buena vida en el seno de una comunidad perfecta y autosuficiente fundamentada en las buenas relaciones recíprocas. En la amistad y la virtud, por así decirlo. En suma, unos animales políticos que, fortaleza y templanza, deberían actuar correctamente con el objetivo de conseguir una ciudad humanizada.

Que la realidad no nos desanime

Ustedes dirán que las cosas no son así. Cierto. ¿De quién sería la culpa? Dejando a un lado una condición humana difícil de modelar, las culpas están muy repartidas. Pero, en este fracaso, algo, o mucho, tienen que ver los políticos. Emilio Lledó: “es cierto que, como dijo el filósofo, ‘estoy cansado de pensar sobre palabras como el ‘bien’ o la ‘justicia’; enseñadme de una vez a realizarlas´. Y los únicos que pueden llegar a esa realización son los políticos, con tal de que estén llenos de decencia”.

Por eso -“para que la realidad no nos desanime”, decía nuestro filósofo-, el maestro Emilio Lledó concluye unos de los capítulos de su ensayo con estas bellas palabras del Gorgias de Platón: “Te entregas a la discusión, Calicles, con una noble franqueza. De hecho estás diciendo ahora lo que piensan los demás, pero no quieren decir. Por tanto, te suplico que de ningún modo desfallezcas a fin de que en realidad quede completamente aclarado cómo hay que vivir”.