Cs, de perdidos al río

Lejos quedan los tiempos de la llamada nueva política, difuso concepto mediante el cual Podemos pretendía asaltar el PSOE y Cs el PP. Ni lo uno ni lo otro

A veces, sólo a veces, las profecías fallan. No las de la Biblia, claro, porque en los Evangelios queda claro que tales o cuales hechos suceden “a fin de que se cumpla lo profetizado”. O sea que no se hubiera escrito antes no habría que haber cumplido después. Pero cuidado con las demás profecías y con dejarnos deslizar por la pendiente que va del análisis arriesgado al vaticinio que se da por certero. Los políticos no suelen tomar a los articulistas por profetas.

Si sobre la evolución electoral de cualquier partido ya son arriesgados todos los pronósticos, en el caso de Ciudadanos habría que andar, y todavía más escribir con sumo tiento, a riesgo de quedar pillado y retratado en flagrante y craso error.

Partimos de la base de que estamos ante un partido en severo riesgo de disolución más o menos lenta. Un partido que ha experimentado múltiples vaivenes y cambios de posición, del centro a la derecha, del liberalismo al conservadurismo, de la modernidad a la caspa, de las cercanías del PSOE a las del PP, por no decir las de Vox, siempre en mareantes viajes de ida y vuelta o girando en la noria.

Lejos quedan los tiempos de la llamada nueva política, abstruso y difuso concepto mediante el cual Podemos pretendía asaltar el PSOE y Ciudadanos el PP. Ni lo uno ni lo otro, el bipartidismo no ha desaparecido pero la entrada de nuevos actores en el Congreso ha alterado las reglas del juego y enterrado la posibilidad de mayorías absolutas o suficiente como las que disfrutaron tanto el PSOE como el PP. Viejos tiempos que no volverán.

Al contrario del resto de partidos, Cs no presenta ni un perfil claro ni una ideología identificable. Nació y creció al amparo del riesgo que para la unidad representaba el independentismo catalán, haciendo al tiempo gala de manos limpias. Pero el peligro ha pasado, o por lo menos ha disminuido la percepción del peligro. Y el electorado, ante todo el de derechas, parece acostumbrarse a la corrupción y pasar de indignado a punto menos que insensible.

No tienen pues Inés Arrimadas y los suyos casi nada propio, original, singular, que ofrecer al electorado. Solamente les queda procurarse visibilidad y es lo que hacen. Por un lado, la líder del partido mediante un acercamiento al PSOE que proporcionó una sorpresa mayúscula, rompió la idea de bloques y alteró el panorama de las alianzas.

En Cataluña, el ciclo o cilicio de Cs parece cerrarse pronto

Ignacio Aguado, vicepresidente de la Comunidad de Madrid, le va a la zaga y, día sí día también, se distancia de la presidenta Isabel Díaz Ayuso y de su consigna de minimizar los graves efectos de la pandemia en la región. ¿Llegará la ruptura y el cambio de alianzas? Por ahora, la cuestión es el protagonismo. Salir en la foto, en cuantas más fotos mejor. El resto es bruma, espuma, vaivén, zigzag, indecisión.

Llegarán sin embargo dos o tres momentos de la verdad ante los que no cabrán excusas. Uno, la votación sobre los presupuestos. Y dos, la debacle electoral en las autonómicas catalanas de febrero. Tal vez, tres, el vuelco en la comunidad de Madrid. Dando por supuesto, no por sentado puesto que yendo a la desesperada por sobrevivir cualquier dislate es posible, incluso que a la postre se convierta en acierto, ¿cómo salir de los dos primeros atolladeros?

En Cataluña, aguantar el chaparrón de granizo. No hay más. Carlos Carrizosa intenta reflotar las expectativas de hundimiento moderando el tono y ofreciendo colaboración. Ni por esas ni por aquellas, puesto que la sangría de votos de quienes ganaran las últimas autonómicas irá en varias direcciones, desde los socialistas a Vox, y de manera muy principal a la abstención.

Si en Cataluña el ciclo o cilicio de Cs parece cerrarse pronto, en Madrid todavía queda mucha legislatura por delante. Una vez aprobados los presupuestos, previsiblemente con una Arrimadas compuesta y sin saber qué hacer, ya no habrá lugar para el postureo o los golpes de efecto.

De perdidos al río, queda, eso sí, la posibilidad del vuelco en la Comunidad. Lo que resulta imposible es profetizar sobre lo malo o lo peor. Si es más el precio a pagar si la defenestración de Ayuso se queda en amenaza que si se lleva término.

Lo bueno, lo único bueno como posibilidad, es que el PP siga embarrándose y Cs sea visto por una parte no despreciable del electorado como una opción refugio, indefinida pero menos mala que PP y que PSOE.