C’s, todos a casa

El electorado andaluz, en representación del de toda España, pronunció la última palabra. No hay salvación.

Un tuit muy gracioso, aunque según su autor debía de ir en serio, afirmaba sobre la crisis del partido que pasa de color naranja al rojo vivo: “Se van los que tienen que quedarse y se quedan los que deben irse”. Con perdón, se van todos. ¿Todos? Bueno, a lo sumo todos menos el solitario diputado que algún sondeo simpático, optimista y algo despistado todavía les pronostica.

La cuestión debe de plantearse en otros términos, los de la precedencia. Los curiosos, además de los implicados, van a estar muy interesados en conocer lo único que todavía no se sabe: quién se irá primero, y quién le seguirá. La sentencia, la definitiva, la inapelable, proviene de las elecciones andaluzas. Allí, han pasado de partido de gobierno, elogiado por el socio mayor, Juanma Moreno, a la pura irrelevancia. El electorado andaluz, en representación del de toda España, pronunció la última palabra. No hay salvación.

Unos meses atrás sí la había, por lo menos para Inés Arrimadas y un puñado de fieles bien escogidos y repartidos. Cuando Pablo Casado andaba boqueando por falta de oxígeno, una fusión de PP y C’s se lo habría proporcionado. Y si el grueso del partido no la aprobaba, pues se hubieran fastidiado, con los principales cargos y dirigentes incorporados a la matriz popular a son de bombo y platillo.

Pero llegó Feijóo y la brecha se obstruyó. Brecha o ventana de oportunidad, la cuestión es que está cerrada y no se va a volver a abrir. Donde pudo haber fusión, tiene lugar una simple absorción. No de cuadros, de votos, que es lo que al fin se contabiliza en democracia.

osé Manuel Villegas, Albert Rivera e Inés Arrimadas en una imagen de archivo. EFE

El éxodo ha empezado, sigue una dirección única, hacia la nada para unos y el paro para otros, y no va a terminar hasta que de lo que fuera expectativa de probidad frente al bipartidismo no quede el menor rastro. Tal vez ni un recuerdo para la historia si no es en nota pie de página.

El roto se evidenciará antes de las municipales, cuando los penúltimos en darse cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos se las vean y se las deseen para completar listas, ardua labor incluso echando mano de amigos y parentela. Y más aún que saltará a la vista después, cuando se queden sin representación en casi todas las capitales. No es una profecía. Es un anticipo, una simple y aristotélica deducción a partir de las premisas comprobadas.

Nacimiento de Ciudadanos

¿Cuáles son, en especial las de fondo? Repasemos el historial de la efímera formación política. C’s nació y creció en Cataluña como partido radicalmente opuesto al nacionalismo y al ‘Procés’. Dio el salto a España en paralelo a la aparición de Podemos, en un contexto en el que los dos grandes partidos se tambaleaban y perdían apoyos. Recuerden, había que crear un alternativa de derechas, por si acaso, y ahí estaba C’S, ya organizado y dispuesto a asumir el reto.

La corrupción por un lado y la crisis por el otro facilitaron la labor de zapa de los nuevos partidos. Las Generales de 2015 marcaron el apogeo de C’s y Podemos. 40 escaños para los naranja de Albert Rivera, 42 para los morados de Pablo Iglesias. No había vuelco en el sistema, como en Francia o Italia, pero sí novedad. ¿Irían a más las dos amenazas? No. Cuatro años más tarde, en las últimas elecciones, UP se plantó en 32 escaños mientras C’s descendía vertiginosamente hasta los 10. Ciao ciao, Rivera. Luego, arrivederci Iglesias. Ciao C’s. Hasta siempre Podemos.

La diferencia no está en los líderes sino en las respectivas ideologías. Desde hace un siglo, en España siempre ha habido comunistas, luego postcomunistas. Nunca liberales. Ni por asomo. Al expandirse, los de C’s se dieron cuenta de la falta de anclaje teórico y se apuntaron a la única casilla que no estaba ocupada, la de los liberales. Se declararon tales e incluso ingresaron en la alianza europea ALDE que los agrupa. Tarde, mal, sin bagaje.

Todos los partidos, todos, disponen de fuertes raíces ideológicas, desde la extrema izquierda a la extrema derecha. Las raíces les confieren solidez, así como un cuerpo de ideas, conceptos y doctrinas que viene a ser como la sabia que los alimenta. C’s no. La causa última de su desaparición no es pues coyuntural. Con los altibajos de rigor, lidere quien lidere, Podemos o una formación con ideas similares va a existir siempre. Del mismo modo, y al otro lado del espectro, la extrema derecha ha vuelto para quedarse. En cambio, es inverosímil, por no decir imposible, que se consolide un partido liberal.

Resultado, el título: todos a casa. Es inútil que se esfuercen. Puede ser entretenido observar cómo se disputan los jirones de lo que fue una gran esperanza blanca. Pero el final está cantado. Con fuertes tradiciones liberales, los partidos de dicha ideología sobreviven con dificultades. Pero sin liberales, y no los hay como grupo, no hay, no habrá en España partido liberal.

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