Cultura: ¿acceso libre o barreras económicas?

Galerías de arte, cine, teatro, música, libros, museos, danza, exposiciones… ¿Consideran que estas actividades de ocio cultural son accesibles a todo el público o existen barreras económicas que lo impiden?

Los datos son reveladores. En 2013 las ventas de libros descendieron en un 9,7% y se vendieron 291 millones de libros menos que el año anterior. El número de espectadores en el cine también descendió en 27,78 millones y se cerraron un 21% de las pantallas existentes. Por su parte, el teatro redujo su recaudación en un 30%. Y, en cuanto a la música, las ventas de discos apenas sobrepasaron la recaudación de 100 millones de euros, cifra en constante descenso desde 2001.

Evidentemente, podemos pensar que las cifras anteriores se deben a fenómenos no menos importantes como la piratería o las descargas ilegales. Según el estudio realizado por el Observatorio de Piratería y Hábitos de Consumo de Contenidos Digitales de 2013, publicado hace escasas semanas, el 51% de los españoles accede ilegalmente a contenidos digitales.

El sector del cine es el más perjudicado, pues las descargas ilegales representan un 43%. Aun así, el dato que más preocupación suscita es que el 84% de los contenidos adquiridos en España son ilegales. ¿Por qué ocurre esto? Esta es la pregunta que debemos formularnos, ver cuáles son las causas y actuar en consecuencia.

Si analizamos, por ejemplo, la situación desde la perspectiva del colectivo juvenil, a día de hoy salir de fiesta es más barato que ir a ver una obra de teatro. Esta paradoja se produce porque culturizarse en España es caro. Por ello, no deben, o no deberían, extrañarnos las frecuentes quejas emitidas a raíz de las publicaciones de informes o rankings sobre cultura con resultados negativos o aquellas que los medios de comunicación se encargan de transmitir acerca de la escasa cultura de los jóvenes.

Sin ir más lejos, en el informe del año 2012, publicado por INJUVE, se decía que el 81% del colectivo joven (entre 15 y 29 años) prefiere ver la televisión durante su tiempo de ocio. Sólo un 34% manifestaba acudir a conciertos, un 25% a museos y un irrisorio 22,6% al teatro. Por su parte, un 43,5% aludía a las discotecas o salas de fiestas y un 58,2% al cine. Esta última cifra llama la atención pues, en el mismo estudio pero de 2004, alcanzaba el porcentaje de 78,2%, disminuyendo progresivamente en 2008 con un 61,4%, hasta abarcar en 2012 poco más de la mitad.

Otro ejemplo lo hallamos en los datos publicados en la Encuesta Estatal sobre Uso de Drogas en Estudiantes de Enseñanzas Secundarias (ESTUDES), correspondiente al curso 2012-2013, de los que se desprende que hasta un 62% de los adolescentes de 14 a 18 años ha hecho botellón en el último año.

Otro tipo de cultura u ocio distinto al de la televisión o la fiesta no está al alcance del bolsillo de la mayoría de los jóvenes y no tan jóvenes españoles. Por tanto, no debería ser una novedad que, en el supuesto introducido de los jóvenes, muchos prefieran la fiesta o descargar contenido audiovisual de internet, a visitar un museo o comprar un libro, y máxime cuando las discotecas son pioneras en el ofrecimiento de suculentas e irresistibles promociones a coste reducido o gratuito. Ofertas que ni el Gobierno central ni los autonómicos brindan en otras actividades culturales.

Recordemos que en septiembre de 2012 el IVA en el sector cultural pasó de un 8% al 21%, exceptuando el sector editorial. Este hecho, bautizado como el «ivazo» significó que los bienes culturales pasaron a ser considerados como bienes de lujo, es decir, como si de un smartphone o un automóvil se tratasen. Desde esa fecha, la subida del IVA ha ido acompañada de un descenso del consumo de bienes culturales, pues recordemos que el IVA es un impuesto repercutido, lo que significa que quien sufre su carga impositiva es el consumidor final.

Paralelamente, la evolución de los presupuestos culturales ha mermado considerablemente. Retrocediendo hasta el año 2009, en aquel entonces el presupuesto de la partida de cultura era de 1.284 millones. En 2010, dicha partida se redujo a 1.199 millones; en 2011, a 1.104 millones; en 2012, a 898 millones; en 2013, a 722; y en 2014, a 717. Para el próximo ejercicio, el 2015, el Gobierno ha anunciado un incremento del 4,3% en esta partida presupuestaria, aumento engañoso si tenemos en cuenta que el presupuesto subiría hasta los 748 millones y se situaría en cifras similares a las de 2013; lejos de alcanzar el montante presupuestado para el 2012 o los ejercicios anteriores.

En el siguiente gráfico podemos apreciar la evolución del presupuesto en cultura desde 2009 hasta el próximo 2015:

Presupuesto en cultura

Todo influye: piratería, IVA cultural y reducción de partidas presupuestarias. Otro factor al que también conviene aludir, y que ya se ha nombrado, es el escaso fomento de las actividades culturales. Únicamente el ámbito de los museos podría quedar excluido de este exiguo incentivo hacia los ciudadanos y en especial hacia los jóvenes, pues los museos estatales suelen ser gratuitos o a precios irrisorios para el colectivo aludido. Aunque esta medida tampoco ha logrado captar un número de público considerable.

No obstante, acudir al teatro es sumamente caro, al igual que adquirir un libro, una película o acudir al cine. Y máxime si tenemos en cuenta la evolución negativa de los indicadores de desempleo o de los salarios.

Así pues, frente al actual panorama debemos plantearnos qué queremos: un acceso libre y la eliminación o mitigación de las barreras económicas culturales o continuar reduciendo este sector a la mínima expresión y después lamentarnos del escaso nivel cultural que presentan los ciudadanos y las generaciones venideras.

El Gobierno, lejos de apostar por la segunda opción, debería adoptar medidas tales como las subvenciones o promociones para acudir al teatro, cine, conciertos. Se han hecho campañas como Escena 25 en Cataluña, para fomentar el teatro, o la Fiesta del Cine, aunque esta última no la promueve el Gobierno, sino los propios cines. Este tipo de campañas deberían intensificarse y convendría difundirlas más.

Otra medida radica en el fomento de actividades de ocio alternativas a la fiesta de los viernes y de los fines de semana. Es muy sencillo hacer estadísticas y afirmar que aumenta el consumo de alcohol entre menores y jóvenes y que, por de ello, el Ministerio de Sanidad está trabajando en la preparación de una ley contra el consumo de alcohol en menores. Pero, si no se ofrece ninguna alternativa al sector de ocio nocturno ni existen medidas para reducir el consumo de alcohol, son de escasa utilizad los datos sobre el papel y las legislaciones.

Por último, el aligeramiento de la carga impositiva también se presenta como remedio, el retorno al 8% de IVA en productos culturales, o el mayor incremento de los presupuestos destinados a cultura. Son medidas que ayudarían a abandonar el acceso a contenidos ilegales, estimularían económicamente el sector y enriquecerían a nuestra sociedad.