Derogar el Colauismo

De las urnas surgió un claro rechazo a Colau y, aunque no se ha dibujado una alternativa clara, se deberían explorar las diferentes vías

Barcelona es una ciudad compleja, políticamente muy compleja. Y reflejo de esa complejidad fueron los resultados electorales del pasado 28 de mayo. La lista más votada fue la de Xavier Trias, pero solo obtuvo 11 de los 41 concejales en liza. La aritmética arrojada por las urnas admite diferentes interpretaciones, muchas de ellas contradictorias.

Sin embargo, si somos consecuentes con los mensajes electorales de cada una de las formaciones políticas, deberíamos convenir que la grandísima mayoría de los barceloneses ha expresado al menos una idea clara: basta de Ada Colau. Deroguemos el colauismo.

El eje principal de la campaña de todos los partidos, excepto, como es obvio, el de la propia Colau, fue el rechazo al fondo y a las formas del populismo. Es lógico. Barcelona está sufriendo una degradación exprés.

La alcaldesa de Barcelona y candidata de BComú a la reelección, Ada Colau (d) este sábado en un acto electoral en Nou Barris de Barcelona. EFE/ Quique García

La suciedad en las calles evidencia una mala gestión. La inseguridad de barrios como el Raval confirma la negligencia gubernamental. La ciudad no solo ha estado descuidada, se la han infligido premeditadamente unas políticas pésimas. Colau y los suyos han impuesto una cultura del no contraria al turismo, al comercio y a la industria. En urbanismo, han creado el caos donde había orden. El declive de la urbe es evidente, pero no irremediable.

El declive de la urbe es evidente, pero no irremediable

De las urnas surgió un claro rechazo a Colau y, aunque no se ha dibujado una alternativa clara, se deberían explorar las diferentes vías. La estelada, con todo, no es una de ellas. Barcelona, sabia y sensata, también ha dado la espalda al separatismo y a ese procés que nos dividió y empobreció.

Trias y Esquerra solo suman 16 concejales. El PSC debería, pues, hacer algo, aunque Jaume Collboni siga sin entender el más claro mensaje de los barceloneses: no con Colau. El cambio no puede ser lampedusiano. No podemos pasar de Colau y Collboni a Collboni y Colau.

El orden de los factores no altera el producto; un producto, en este caso, defectuoso y tóxico. Un producto que llegaría a ser altamente radiactivo si introducen también el componente separatista de esa ERC hermanada con Bildu.

De momento, Collboni se deja arrastrar por la acomodaticia fórmula de la decadencia. Le falta coraje. Le falta voluntad. Pero tiene alternativa. El Partido Popular le ha planteado una propuesta programática, un Pacto con Barcelona, una agenda de seguridad, libertad y desarrollo económico para recuperar Barcelona.

Son 43 medidas que Daniel Sirera ha trabajado con representantes de la sociedad, la economía y el constitucionalismo barcelonés. Son un auténtico plan de choque contra la decadencia de la ciudad, pero Collboni, igual que Trias, no parece interesado en el cambio. O realmente ninguno de los dos quiere ser alcalde. O, equivocadamente, creen que van a obtener un cheque en blanco para serlo.

El 28 de mayo los barceloneses no regalamos ninguna mayoría absoluta. Hemos dicho que quien quiera gobernar deberá tener altura de miras y predisposición sincera a ceder y pactar. Durante los últimos años, la ciudad ha sufrido una terrible pinza entre el Ayuntamiento de Colau y la Generalitat separatista.

Ahora puede liberarse de esta pinza. Es hora de actuar con responsabilidad. Por el bien de Barcelona, Collboni debería renunciar a Colau, y Trias debería renunciar al separatismo. Ni susto, ni muerte. Barcelona y sentido de ciudad. Sin Colau, la gestión será mejor. Sin estelada, se podrá gobernar para todos. Este no sería un Ayuntamiento perfecto, pero sí más sensato y capaz de lograr una Barcelona mejor.

Sin Colau, la gestión será mejor. Sin estelada, se podrá gobernar para todos

Altura de miras, ceder y pactar, pero, sobre todo, garantías de cumplimiento de lo pactado. Sin esas garantías, pasadas las elecciones generales Collboni podría metear a Colau en el gobierno por la puerta de atrás. Y, sin esas garantías, Trias o su sucesor podrían poner la ciudad al servicio de un hipotético segundo procés.

El mecanismo de control en el caso de Trias está claro: la amenaza de una moción de censura muy factible. El de Collboni, no lo está. Por esta razón, si el socialista quiere ser un alcalde no tóxico, no colauista, deberá crear esa garantía, ese mecanismo de control que garantice el cumplimiento de su palabra. Sin embargo, los días pasan y Collboni sigue irresponsablemente apalancado en el sofá sin darse cuenta de que la pelota está sobre su tejado.