El Día de la Deuda y la argentinización de España 

La deuda pública en España asciende a 29.500 euros por habitante y 74.500 euros por hogar

La deuda pública crece en España a un ritmo de 164,8 millones de euros al día, lo que supone 6,8 millones por hora, 114.155 euros por minuto y 1.903 euros por segundo. La deuda asciende a 29.500 euros por habitante y 74.500 euros por hogar. 

Los ingresos de la hacienda pública española apenas cubren once meses de gasto público, evidenciando que el 8,6% de los desembolsos se realizan incurriendo al déficit. Según un reciente informe del Instituto Juan de Mariana, el Día de la Deuda recae este año en el 30 de noviembre.  

El endeudamiento se ha vuelto una constante, estimando que se van a encadenar 21 años consecutivos (2008-2028) con el presupuesto público en situación de déficit. El volumen de deuda acumulado ha crecido del 40% a más del 110% del PIB entre 2008 y 2022. 

Deuda pública en España

El informe también subraya que España se posiciona como el segundo país de Europa con el mayor aumento de la deuda pública desde finales de 2019 hasta el primer trimestre de 2023, registrando un incremento de 14,6 puntos del PIB, muy por encima del aumento observado en el conjunto de la UE, que fue de 6 puntos del PIB. 

Durante años, los estados europeos con problemas de deuda pública como el nuestro han recibido auxilio continuado del Banco Central Europeo (BCE), ya sea con monetizaciones directas de deuda o con monetizaciones indirectas a través de proporcionar liquidez al sistema bancario. 

El interés o rentabilidad que se exigió a la deuda de nuestro país con vencimiento a diez años, de referencia en los mercados financieros, llegó a alcanzar el 7% en 2012, en plena crisis del Euro. Con los programas de expansiones cuantitativas desde 2014, el BCE bajó este interés al 0%. Sin embargo, desde 2021, y sobre todo en los últimos meses de retirada de estímulos para luchar contra la inflación, esta misma rentabilidad de la deuda a diez años ha rebotado hasta el 4%. 

Esto implica que el déficit ha de financiarse en los mercados a un coste del 4%, un encarecimiento considerable en comparación con los valores cuasi nulos anteriores a la pandemia o incluso negativos de hace tan solo un par de años.  

Cuando el Tesoro Público sale al mercado a pedir dinero ya no cuenta con la mayor parte de la demanda que ha cubierto el BCE durante casi una década. Esto implica que tenga que pagar más y más intereses para colocar deuda (obligaciones, bonos y letras) a los bancos, fondos de inversión y particulares que sustituyen al BCE. Si bien ha alargado la vida media de la cartera hasta los 7,9 años, para minimizar el impacto de potenciales futuras subidas de tipos, todo el endeudamiento nuevo (hasta 2025 se moverá entre los 35.000 y 70.000 millones) se financiará más caro. 

El concepto de «riesgo moral» (moral hazard) en economía define a la situación en la que una persona, empresa o Estado asume riesgos porque sabe que los costes negativos de su conducta no van a ser soportados por él. Cuando se generaliza la situación del riesgo moral, crece la asunción de riesgos porque no van a sufrir las consecuencias de la eventual materialización de los mismos.  

España no es Argentina porque está en el Euro

El Euro y el BCE han normalizado el riesgo moral entre los Estados de la Eurozona. Han permitido que los gobiernos manirrotos de los países más deficitarios hayan podido mantener sus excesos, financiándose a bajo coste, exportando su inflación al resto de la Unión sin necesidad de impopulares devaluaciones (es decir, sin depreciar el tipo de cambio), e impidiendo que los estados cayeran en default. En otras palabras, España no es Argentina porque está en el Euro.  

Países como España o Italia son lo suficientemente grandes como para desencadenar una crisis sistémica (too big to fail) que arrastre al conjunto de economías de la UE. De ahí, el apoyo explícito a la deuda de estos países en el momento en que las primas de riesgo se disparan. 

La pregunta es hasta qué punto los ciudadanos de los países financiadores estarán dispuestos a destinar una parte de sus impuestos a sostener el gasto público de los países más endeudados, ya sea a través de transferencias entre Estados o procedentes del presupuesto comunitario, o indirectamente por la vía de una condonación de la deuda.

El euroescepticismo en los países del norte puede crecer en las siguientes elecciones. Está por ver si en esta nueva coyuntura, cambiará la disposición de las instituciones comunitarias de sostener los desequilibrios fiscales del sur. 

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