El 15-F

Todo apunta a que las únicas mayorías absolutas posibles en Cataluña son la independentista o la digamos tripartita

Vista del hemiciclo del Parlament poco antes de que el Govern firmase el decreto de convocatoria de elecciones, el 21 de diciembre de 2020 | EFE/TA/Archivo
Vista del hemiciclo del Parlament poco antes de que el Govern firmase el decreto de convocatoria de elecciones, el 21 de diciembre de 2020 | EFE/TA/Archivo

Circula desde hace unos días un manifiesto titulado (traduzco) “Las elecciones al Parlamento de Cataluña y el Gobierno de coalición progresista en España”, encabezado por una serie de nombres ligados históricamente a la izquierda catalana.

Se trata de un texto largo, para mí bastante desconcertante, ya que, a pesar del título, se ocupa muy poco de las futuras elecciones y mucho de la labor desarrollada por el actual Gobierno nacional. Se limita a llamar a la participación, incidiendo en que no se trata de unos comicios secundarios, sino que su resultado es muy importante para reforzar el citado Gobierno.

Sorprende que no haya implícitamente una llamada a votar una opción concreta, pero dada la vinculación política de los primeros firmantes, es de suponer que se está por que el 15-F amanezca con una mayoría de izquierdas en la cámara catalana.

Ahora bien ¿cuál es la opción posible o deseable para dicha mayoría? En una de sus primeras declaraciones como candidato in pectore, Salvador Illa apostaba por una coalición que repitiera analógicamente la existente en Madrid, es decir PSC+CeCP, aparcando el hecho que, a pesar de la fragmentación del parlamento catalán, que incluso puede incrementarse, no hay, ni se vislumbra, algo semejante a Teruel Existe, Compromís, etc.

Llegados a este punto, vale la pena remitirse a las encuestas para intentar entrever qué mayorías parlamentarias pueden permitir un Gobierno de la autonomía catalana.

Una reciente es la publicada por El Periódico el 8 de enero. En ella se ven ya claramente los esperados efectos de la digamos “operación Illa”: del triple empate entre ERC, Junts y PSC, se ha pasado a pronosticar una victoria socialista por un margen muy estrecho respecto a ERC, que quedaría la segunda.

Por el contrario, la encuesta publicada por La Vanguardia el 10 de enero, no refleja en absoluto el tirón de Illa. Pero en realidad los resultados no varían en demasía. Con empate, o sin empate, los tres partidos citados se mueven, escaño más o escaño menos, en torno a los 30.

Respecto a los otros contendientes, las diferencias pronosticadas son mínimas: Ciudadanos no se acerca ni por asomo a los votos que obtuvo en 2017; a las masas parece que siguen sin impresionarles los relumbrantes fichajes del PP, los enésimos a lo largo de decenios; se confirma que, lamentablemente, Vox puede obtener representación, y hay un ligero descenso de CeCP respecto a los anteriores comicios, descenso que parece evidenciar que no está en su mejor momento electoral.

En cualquier caso ya tengamos en cuenta esas encuestas o alguna anterior, lo que es evidente es que la suma de diputados PSC+CeCP quedaría muy alejada de la mayoría absoluta (68).

En el mejor de los casos llegarían a 44 escaños, con la posibilidad de que una mejora de los resultados de los socialistas, redundara en un empeoramiento de los de los comunes, lo cual apunta a lo que podría presuponerse: ambas formaciones se disputan un cierto segmento electoral.

El problema también es el precio que tendría que pagarse por una mayoría alternativa

Solo un bloque constitucionalista, excluyendo a Vox, podría, en una situación óptima, aproximarse a la mayoría absoluta, ya que alcanzaría las 65 actas. Supongo que tal cosa es pedirle peras al olmo. No veo a los comunes dejando de hacerles ascos a Cs y PP; y a la inversa.

Para no extenderme más, digamos que todo apunta a que las únicas mayorías absolutas posibles son la independentista (ERC+Junts, con o sin CUP) o la digamos tripartita (PSC+ERC+CeCP). Es decir, muy posiblemente todo dependerá de la decisión de ERC. Por supuesto que no estoy más que mostrando una obviedad, aunque parecería que no lo es para muchos.

Personalmente preferiría una mayoría alternativa a la independentista pura y dura, la cual en realidad, dada su composición, no sería más que parcialmente alternativa.

El problema también es el precio que tendría que pagarse por ella. El oro y el moro. Sospecho que indultos a la carta, modificación exprés del Código Penal, competencias exclusivas en educación y cultura, que llevarían aparejada la regulación lingüística…

Por lo que a mí se refiere, un precio muy elevado. Y eso por no entrar en la gestión del día a día, con una ERC respondiendo delante de sus electores y manteniendo lo de “ho tornarem a fer”. Una espada de Damocles, aunque no fuera más que retórica, por el momento. A eso añadamos un PSC históricamente ambiguo y unos comunes constitucionalistas en la medida de lo posible.

La otra pregunta que podemos formularnos es si ERC necesita esa solución, que le representaría probablemente un alto coste, ya que sería objeto de todas las maldiciones por parte del inquilino de Waterloo.

Quizá le resultaría más cómodo participar en el bloque independentista, habituada ya a los navajazos que se reparten en cada reunión del “consell executiu”, teniendo en cuenta que todo, o casi todo, de lo que le puede ofrecer Pedro Sánchez, lo puede obtener a través del papel que juega en el Congreso de Diputados.

Moraleja. Es mucho más probable una mayoría independentista que una constitucionalista, no solo por una ley electoral que les beneficia, sino también porque el bloque constitucionalista no existe. Entre sus teóricos integrantes se mezclan diferencias, que se consideran insalvables, con actitudes hacia la legalidad que, como mínimo, cabría calificar de equívocas.

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