El disputado voto de Belén Esteban

Quieran o no, tanto Belén Esteban como Jorge Javier Vázquez son creadores de opinión, especialmente para millones de ciudadanos alejados del día a día

¿Saben ustedes cuánto tiempo dedica un ciudadano medio a ver en la tele, escuchar en la radio o leer en la prensa/internet noticias y/o análisis de eso que llaman “política seria” al día?

De España no tenemos datos, ya saben cómo somos para estas cosas, pero desde EEUU, que tienen estudios de casi todo, nos dicen que menos de 3 minutos al día, y no tenemos por qué sospechar que aquí la cosa sea muy diferente.

Desengáñense, las emisiones en directo de las fascinantes sesiones de control al Gobierno, los chispeantes debates parlamentarios y vibrantes tertulias llenas de politólogos y periodistas que comparan nuestro sistema electoral con el de los países de nuestro entorno sin ahorrarnos detalle alguno sobre las particularidades del sistema de partidos en el estado alemán de Baviera, al ciudadano de infantería le importan una higa.

La audiencia de Sánchez

La cosa mejora un poco cuando se acercan las elecciones, porque a alguien habrá que votar, pero la importancia de lo que dicen esos circunspectos -en su mayoría- señores a la hora de tomar la decisión de voto está por debajo del cero absoluto.

Imaginen cómo será la cosa, que la curva de las sabatinas y dominicales comparecencias del presidente del Gobierno, ocupando todas las cadenas de TV y con una población asustada por el virus bajó desde los 17 millones de espectadores de la primera hasta los 5 millones justitos de la última. Y eso que era imposible huir de Sánchez, estaba en todas las cadenas el tío.

Y es natural, bastantes problemas tenemos en nuestra vida diaria como para además permitir que unos señores con cara de vinagre y que no dejan de gritarse entre ellos ocupen el salón de nuestra casa mientras cenamos frente a la tele el sábado por la noche con la bandeja sobre las rodillas.

La popularidad de Trump

Y esto es tan como se lo cuento, que los consultores políticos nos matamos – en algunos casos literalmente- por colocar a nuestros candidatos en programas televisivos de máxima audiencia y cuanto más estén alejados de la política, mejor, porque eso nos garantiza por un lado que llegaremos a una población “virgen” en estos temas y, por otro, que la entrevista no será una encerrona perpetrada por algún periodista con espolones y el colmillo retorcido.

Por todo esto me llama muchísimo la atención que los analistas “serios”, ya saben, esos que pueden recitar la lista de presidentes norteamericanos como si se tratase de la alineación con la que el Athletic de Bilbao ganó su último doblete (Zubizarreta, Urkiaga, De la Fuente, Liceranzu, Goikoetxea…) ironicen y miren por encima del hombro  la bronca “política” entre Belén Esteban y Jorge Javier Vázquez en prime time y ante cerca de 2.500.000 espectadores.

A estos señores habría que recordarles que Donald Trump no consiguió la popularidad que le llevó a la presidencia en debates políticos, sino en un reality show en el que hacía de empresario con malas pulgas, en las revistas de famoseo posando al lado de sus sucesivas esposas  y en el sofá matinal de “Fox and Friends”, hablando a veces  literalmente del tiempo. Del atmosférico.

No, no estoy diciendo que el ejemplo a seguir sea el de Donald Trump, sino mostrando el ejemplo que no debemos seguir, que es el de los candidatos a las primarias republicanas que miraban por encima del hombro a Trump antes de ser arrasados por este y el de los los seguidores de Hillary Clinton que se reían abiertamente de Trump cuando en medio de la campaña dedicaba una mañana a aparecer en algún programa de sillas la Fox en lugar de preparar el debate presidencial.

Quieran o no, tanto Belén Esteban como Jorge Javier Vázquez son creadores de opinión, especialmente para millones  de ciudadanos y ciudadanas alejados del día a día de la política.

Ese es el valor de la opinión de Jorge Javier Vázquez, esa es la importancia del disputado voto de Belén Esteban.