El embrollo madrileño

La presencia de candidatos políticos a las elecciones de Madrid como Ayuso o Iglesias no hace sino enredar ya el complicado panorama político madrileño

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a su llegada a un acto del PP, el 29 de marzo de 2021 | EFE/JCH
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a su llegada a un acto del PP, el 29 de marzo de 2021 | EFE/JCH

Como este país no tenía suficientes problemas, ahora estamos todos pendientes de lo que suceda en Madrid. La razón es que dos mitómanos como la copa de un pino, Isabel Díaz Ayuso y Pablo Iglesias, necesitaban como el aire que respiran esa cita electoral.

Veamos. A la actual presidenta de la Comunidad de Madrid le vino como anillo al dedo las chapuceras iniciativas del PSOE en Murcia y Castilla-León en forma de voto de censura. Por lo que respecta a la primera región, alguien me puede decir que el “tamayazo” era imprevisible; como no estoy nada informado de lo que ocurre por la cuenca del Segura, le daré el beneficio de la duda.

Sin embargo lo sucedido en las cortes castellano-leonesas fue, repito, una chapuza sin paliativos. Y no porque se perdiera la moción de censura, que vale la pena perderla si se desgasta al adversario, como sucedió con la que encabezó Felipe González contra el gobierno de UCD años ha. Pero a la que me estoy refiriendo igualó en su absurdidad la de VOX contra el actual gobierno nacional.

Se puede argumentar que lo referido fue solo el pretexto que buscaba Díaz Ayuso para disolver la Asamblea de Madrid, que lo hubiera hecho en cualquier circunstancia. Estoy de acuerdo. Pero por lo menos no se le habría presentado la posibilidad en bandeja y no habría tenido más remedio que estrujar su más bien limitado magín, para llevar a cabo la operación que tenía preparada, la del adelanto electoral.

Dicha operación tiene, a mi parecer, dos objetivos. Uno de orden interno, de típica bandería de partido. Se trata de iniciar una maniobra de acoso y derribo de Pablo Casado. Los cortesanos de doña Isabel le deben haber convencido que ella es la Thatcher española en ciernes; se lo ha creído y está que se sale.

Ayuso, esperando el momento para cargar contra Casado

Convencida de que su gestión en Madrid es un ejemplo para toda España, ha preparado (o le han preparado) la maniobra en su comunidad como un paso previo a, en su delirio, hacerse con el voto de derechas y centro en todo el país. Para eso estorba Cs y por aquí pasa el segundo objetivo: si Edmundo Bal no consigue ninguna acta, es muy probable que dicho partido desaparezca literalmente del mapa político. Es evidente que darle la puntilla a Cs en Madrid es condición necesaria, y probablemente suficiente, para rematarlo.

Hay que decir que Bal se lo está poniendo fácil. En lugar de presentar un programa político autónomo, en plan totalmente masoquista no ofrece a los electores otra aspiración que hacerle de muleta al PP madrileño, a sabiendas de su desprecio. Triste, muy triste.

Ayuso ha echado cuentas y ha visto la posibilidad de desbancar electoralmente al PSOE, impedir que vuelva a ser el partido más votado. Ahora bien, le falla algo: subida en su ego sueña con lo que es, si no imposible, sí muy difícil: la mayoría absoluta. Eliminado Cs, no le quedaría otra muleta, en menor o mayor grado, que VOX. Y con la compañía del señor Abascal, aunque mejorara su aspecto, regalándole una chaquetilla de su talla, no va a desbancar al PSOE ni loca en unas próximas elecciones nacionales, a pesar de los méritos, o deméritos, de Pedro Sánchez.

Pablo Iglesias, en la búsqueda de protagonismo

Para acabar de complicar la cosa, ha entrado en juego un segundo mitómano, Pablo Iglesias. Convencido de su creciente irrelevancia en el gobierno nacional, acuciado por la necesidad de disolver el impopular lobby ministerial con Irene Montero, vio el cielo abierto con las elecciones madrileñas. No es tan tonto como para no saber que su candidatura pudiera incluso haber resultado nociva para un triunfo de la izquierda; pero le daba igual.

Lo que le interesa es poder volver a brillar con luz propia y, cual burda caricatura de Pasionaria (el moño ayuda), se ha lanzado a combatir el “fascismo”. Parece que el considerado gran, a pesar de su CV, politólogo no tiene los conceptos claros. VOX es extrema derecha, probablemente la extrema derecha más rancia de Europa, pero ¿desde cuándo el fascismo era neoliberal? ¿En algún momento dicho partido se ha manifestado a favor de un estado corporativo o totalitario? Su pretensión es reducir el peso del estado al mínimo.

El fascismo que no era fascista, el comunismo que tampoco era comunista

Puestos a soltar frases altisonantes, la presidenta le responde llamando a combatir el comunismo. Otro resbalón. Pero Díaz Ayuso no va de politóloga. Ni de nada. Su intelecto no le permite muchas filigranas. ¿Qué se puede esperar de alguien que, presentándose como la gran gestora de la epidemia, diga en el primer debate electoral que su comunidad había comprado muchos “antígenos” (sic)?

Ocurre sin embargo que el calificativo de comunista como arma arrojadiza, copiándolo del vocabulario demagógico de VOX, le puede resultar contraproducente a medio plazo para que los votantes la tomen en serio: el único miembro del actual gobierno que puede ser calificado de comunista, y con todas las letras, es Yolanda Díaz. Uno de los mejor valorados y, por supuesto, el único presentable de la órbita podemita.

¡Pobre Madrid! ¿Qué habrá hecho para merecer todo esto? Y añado, como catalán: ya somos dos.