El Gobierno que nos espera

El péndulo del próximo Gobierno se desplaza hacia el frentismo, en una legislatura de deconstrucción constituyente

No habrá «fumata blanca» del nuevo gobierno hasta que Pedro Sánchez sea designado presidente en la segunda votación en el Congreso. Después de Reyes. Pero la investidura se da por hecha a pesar de que la pelea entre ERC y Junts per Catalunya se haya escenificado «in extremis» en el último momento de la jugada. Y a pesar de algún intento de reubicación en la coherencia de políticos como la canaria Ana Oramas o el cántabro Revilla.

Guiños para lavar conciencias que no afectarán el resultado final. Tendremos, seguramente, gobierno en España gracias a partidos de extrema izquierda populista y secesionistas que quieren romper la unidad constitucional. Una considerable mayoría que va apoyar a Sánchez en el Congreso (dos tercios) desprecian el actual marco jurídico de la Carta Magna. Siete de los diez partidos que le van a respaldar quieren impugnar la Constitución.

No se recuerda una negociación tan opaca como la que han mantenido los mismos protagonistas que, hasta hace medio año, exhibían la transparencia (y la retransmisión en tiempo real) como emblema de su partido. Hasta que les ha tocado a ellos asumir el protagonismo. Y con ellos se ha producido el «apagón» informativo.

«Una invasión de competencias»

De las líneas generales pactadas con Podemos sabemos que nos va a caer una inmediata presión fiscal y la derogación de la reforma laboral. Medidas que han provocado una indisimulada preocupación en el mundo empresarial. Que vuelve a ver el peligro de la recesión, el cierre de empresas, el dinero negro y la anulación de la capacidad de ahorro en las familias.

De los acuerdos con el PNV queda cincelado sobre mármol que se va a “adecuar la estructura del Estado al reconocimiento de las identidades territoriales”. Traducido al román paladino: que se producirán todos los cambios legales que convenga para que las aspiraciones identitarias no se vean frustradas. Y una autoproclamación implícita, la del PNV, como representante del gobierno de Navarra.

Una injerencia en toda regla. Por utilizar una expresión a la que suelen recurrir tan a menudo en el nacionalismo “una invasión de competencias”. Si los protagonistas hubieran pertenecido a otros partidos, se habría organizado un escándalo. Pero como el PSOE y el PNV cogobiernan en Navarra y el País vasco, todo es bueno para su convento.

Inquietud por el pacto con ERC

Pero el pacto que más incertidumbre está provocando es el suscrito entre el PSOE y ERC. Acordado con opacidad y alevosía. Y que no lo reconoce Junts per Catalunya. Inquietud por las condiciones, por el precio de la factura de quienes tienen en la cárcel a su líder Junqueras cumpliendo pena por sedición y malversación. Por la sombra alargada de la celebración de esa consulta en Cataluña para ratificar los acuerdos de una mesa «entre gobiernos» al margen de las instituciones parlamentarias. Esa mesa, y bien lo sabe el PSOE, desborda los límites establecidos en el actual Estatuto de autonomía de Cataluña. Que solo articula una comisión bilateral.

¿No se hará nada al margen de la ley? se empiezan a preguntar los socialistas descontentos, a la par que silentes, porque desconfían de la deriva de Sánchez. Lo dicen en encuestas. Pero no protestan en público. El viraje del actual Partido Socialista reconvertido al ‘sanchismo’ les inquieta. Porque ya han comprobado que el ‘sanchismo’ es una corriente sin otros principios que los de mantenerse en el poder y sin otras ideas que las que convenga expresar según las exigencias de sus aliados.

La mayoría de los que van a apoyar a Sánchez en el Congreso (dos tercios) desprecian el marco jurídico de la Carta Magna

Ya se conoce la capacidad «camaleónica» de Sánchez para renunciar a sus propias promesas con tal de contentar a los socios que quieren socavar las instituciones democráticas a base de populismo y secesionismo. La presión sobre la Abogacía del Estado acerca de la inmunidad de Junqueras cuando era preso provisional nos pone en la pista del estilo del nuevo gobierno. Una impronta que ya quedó marcada con el cese de Edmundo Bal antes de que comenzara el juicio del ‘procés’.

Entramos en el 2020 con una democracia cuestionada por los socios del próximo presidente de Gobierno. Parece que llega el fin de la etapa de moderación, del diálogo transversal. Y del desprecio a la libertad de prensa. El péndulo se desplaza hacia el frentismo. De nuevo. Se está recuperando la confrontación entre bandos, tan propia de la pre democracia. Con la oposición de centro derecha incapacitada para reaccionar y movilizarse, vamos a asistir a una legislatura de deconstrucción constituyente. Feliz año.