El humor secesionista en Cataluña

Uno de los instrumentos del agitprop independentista es el humor gráfico, porque el humor construye sentido y destruye sentido

Una de las primeras tareas del independentismo catalán consistió en la inmersión de la ciudadanía en el ideario soberanista. En concreto, se impulsó una campaña de agitación con el objetivo de colonizar y nacionalizar la conciencia de los catalanes.

Cabe decir que la agitación independentista recuerda el agitprop soviético teorizado por el Gueorgui Plejánov que creó el Departamento para la Agitación y Propaganda de la Unión Soviética. En la Cataluña independentista, los medios públicos de comunicación, así como algunos privados, jugaron un papel semejante.

Al respecto, hay una frase de Gueorgui Plejánov –a quien sus camaradas tildaban de retórico, altisonante, volátil y exaltado– que resume la filosofía agitprop: “El propagandista comunica muchas ideas a una o varias personas, mientras que el agitador comunica una sola idea, o un pequeño número de ideas, a toda una multitud” (¿Qué no hacer?, 1903). Como en Cataluña.

¿Qué idea? El derecho a decidir de la nación catalana con el doble propósito de librarse de la ocupación española y construir una República Catalana. De ahí, el agitprop independentista que pretende concienciar, captar y educar adeptos a la causa.

Vale decir que Gueorgui Plejánov, además de establecer las bases de la agitación política, hizo lo mismo con los principios del arte socialista. De igual manera, el independentismo ha formulado los elementos del humor secesionista.

Desde el principio, uno de los instrumentos del agitprop independentista fue el humor gráfico. ¿Por qué? Porque el humor construye sentido y destruye sentido, porque “conjura otro mundo diferente al de la realidad que opera con normas distintas” (Peter Berger, Risa redentora, 1999), porque la ironía y la parodia pueden favorecer la estrategia de la insurrección por la vía de la complicidad.

Ejemplo: un catalán arrodillado con los pantalones bajados e inmovilizado en un aparato de tortura

Un humor que, además de aliviar  tensiones y frustraciones,  manifiesta la superioridad intelectual y moral de quien lo práctica. Burlarse del Otro es una manera de manifestar la superioridad del Nosotros.

El humor gráfico independentista –que participa a diario en la campaña de agitación y propaganda– consolida la neolengua nacionalista y otorga sentido al relato supremacista e insurreccional independentista. Cosa que se aprecia leyendo y observando viñetas o tiras de, entre otros, Toni Batllori, Ermengol, Farruqo & Domènech, Fer, Napi, Manel Fontdevila, Kap, Ferreres, Ferran Martín y Fato.

Ejemplos: los volúmenes de la Constitución que taponan los oídos de Mariano Rajoy; un carro cargado de piedras tirado por un burro que arrastran el presidente y el consejero de economía de la Generalitat; un ciudadano empuja a otro por la senda de cuatro franjas que lleva a la anhelada estelada; una silla vacía frente a un muro de cemento armado con la leyenda “el interlocutor”; un catalán arrodillado con los pantalones bajados e inmovilizado en un aparato de tortura.

Fácil de interpretar: la España sorda, la España inmovilista, la España explotadora, la España como prisión de pueblos, la España antigua frente a la Cataluña moderna, la independencia como futuro esperanzador. El mensaje –como los memes de Richard Dawkins– se replica y propaga de mente en mente y cala en un número indeterminado de ciudadanos.

Así se instaura una relación dialógica entre el autor y el lector, se construye un marco de interpretación y un relato que legitima el “proceso”, se manipula la realidad, se oculta y ridiculiza la voz del crítico, se reduce la complejidad y se amplía ilusoriamente el campo del sentido y de lo (im)posible.

En otros términos, el humor gráfico prescribe una realidad que responde al discurso e intereses del independentismo, que valida la deslealtad y la desobediencia, que genera complicidad y comunión, que establece una dicotomía entre el Nosotros y el Ellos y entre los afectos y desafectos.

En el Filebo de Platón, Sócrates relaciona la comedia con lo ridículo, la ignorancia y la malevolencia. Posteriormente, Aristóteles, en la Poética, considera la comedia como la imitación del ridículo. Finalmente, Woody Allen sentencia que “el humor puede conducirnos a la tragedia”. No es una broma.

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