¿Hacia una nueva recesión por el coronavirus?

Los inversores ya catalogan la propagación del coronavirus como la mayor amenaza para el crecimiento global desde la Gran Recesión

Todavía es pronto para calibrar los efectos que tendrá la irrupción del coronavirus a nivel sanitario, puesto que el número de infectados y fallecidos dependerá, en última instancia, de la eficacia que muestren los diferentes países a la hora de frenar el número de contagios, pero lo que está claro es que los mercados han empezado a descontar una posible recesión global.

Su rápida extensión por medio mundo, una vez que la enfermedad traspasó las fronteras de China, y el elevado riesgo de contagio que registra el Covid-19, con una media de 2,5 personas por paciente, sumado a que su tasa de mortalidad ronda el 2%, muy superior al de la gripe común (0,1%), han hecho que la Organización Mundial de la Salud (OMS) haya elevado a “muy alta” la amenaza por el coronavirus.

El riesgo es que se acabe convirtiendo en una pandemia, con todo lo que ello implica, inclusive a nivel económico.

Por el momento, los esfuerzos para contener el volumen de afectados ya se han traducido en una fuerte caída de la producción en algunos países como consecuencia de las cuarentenas, el cierre de fronteras y la suspensión de todo tipo de actividades empresariales y de ocio que se han ido decretando a lo largo de las últimas semanas.

Y conforme el virus ha logrado extenderse, la posibilidad de experimentar una parálisis similar se ha disparado de forma sustancial. Esta es la razón por la que las bolsas mundiales sufrieron la semana pasada su mayor desplome desde la gran crisis financiera de 2008.

El mercado bursátil perdió un total de 5 billones de dólares, el equivalente al PIB anual de Japón, mientras que el S&P 500 ha experimentado su cuarta peor semana desde la Segunda Guerra Mundial, con el Dow Jones dejándose más de un 12%.

Y lo mismo sucede con el petróleo, dado que ha registrado la mayor caída desde 2008, prueba inequívoca de que los inversores catalogan la propagación del coronavirus como la mayor amenaza para el crecimiento global desde la Gran Recesión.

Basta observar lo que ha sucedido en China, el epicentro del brote, para percatarse de la gravedad de la situación. La industria manufacturera del gigante asiático registró en febrero su peor dato desde que comenzó la serie histórica oficial (2005) al desplomarse 14,3 puntos su índice gerente de compras (PMI), hasta los 35,7, quedándose por debajo incluso del umbral alcanzado tras la quiebra de Lehman Brothers (38,8).

Una puntuación inferior a 50 significa contracción de la actividad y, a este respecto, cabe recordar que la media registrada por el PMI chino en 2019, en plena guerra comercial con Estados Unidos, fue de 49,7 puntos, lo cual da buena cuenta de la debacle que ha causado el coronavirus. No en vano, el consumo de acero para el sector de la construcción se ha hundido un 80%.

 

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China es la segunda potencia económica mundial, representa cerca del 30% del crecimiento global y surte de bienes intermedios a otros muchos países, de modo que el abrupto descenso de su actividad industrial impactará, de una u otra forma, sobre el PIB mundial.

Además, aunque en los últimos días el régimen chino ha ordenado la reapertura de fábricas y centros de trabajo en las zonas afectadas, está por ver que el levantamiento parcial de la cuarentena no se traduzca en un rebote de los contagios, con lo que la debilidad de la producción china podría prolongarse en el tiempo.

El caso chino bien podría servir de reflejo al resto de países afectados por el coronavirus.

Las consecuencias económicas dependerán de la rigidez y dureza de las medidas que lleguen a adoptar sus respectivos gobiernos para tratar de frenar la enfermedad, a sabiendas de que, en caso de no hacer nada, es muy posible que el número de contagios y fallecidos aumente de forma exponencial a la vista de los datos disponibles.

Un estudio realizado en 2006 por la Oficina Presupuestaria del Congreso de EEUU estimó que el surgimiento de una pandemia grave, similar a la acontecida en 1918 con la “gripe española”, podría reducir el PIB norteamericano en 4,5 puntos porcentuales.

Aunque se trata del peor escenario posible, el colapso de la industria china y el rápido salto del virus a otras economías hace que los mercados empiecen a cotizar el riesgo de una nueva recesión global o, como mínimo, una significativa caída en las previsiones de crecimiento.