El inconfundible aroma del azufre electoral 

El discurso de Sánchez en el debate del estado de la nación, independientemente de la fecha en la que se convoquen las elecciones, no fue otra cosa que el primer mitin de campaña del PSOE

¿Pero de verdad alguien pensaba que Pedro Sánchez iba a rendirse sin dar la batalla? 

Miren,  podrá gustar más o menos, pero si hay algo que reconocerle al actual inquilino de la Moncloa es que no es de esos políticos que se arruguen fácilmente ante la adversidad. Bueno, ni siquiera ante la realidad.  

Como se habrán imaginado los más perspicaces me estoy refiriendo a su cuidada performance en el debate sobre el estado de la nación, un evento político de primera magnitud en el que  sin entrar en el contenido material y refiriéndome solo a la parte formal del mismo, el equipo de comunicación de Moncloa ha sacado lo mejor de nuestro primer ministro: han preparado a fondo el discurso, lo han llenado de frases-gol, han trabajado a fondo su entonación, han acentuado teatralmente las pausas como si de un actor shakespeariano se tratase y han cuidado la puesta en escena ( desde el torerísimo paseillo hacia el atril hasta la triunfal salida hacia su escaño) como si de un debate sobre el estado de la unión de un presidente  norteamericano  se tratase. 

¿Pero qué es el debate sobre el estado de la nación?, ¿para qué sirve?, pues miren, en el año 1983, el entonces presidente Felipe González propuso en sede parlamentaria un debate sobre la situación general de España cuyo fin debía ser someter la acción del Gobierno a la evaluación de los distintos grupos parlamentarios, así como informar de las diferentes actuaciones que el Ejecutivo contempla desarrollar en las próximas fechas. Un debate durante el gobierno diera cuenta pormenorizada de su gestión durante el curso político y en el que la oposición tuviera la posibilidad, más allá del rígido día a día de la cámara, de evaluarla, contrastarla y proponer alternativas a la misma. 

Al parecer Sánchez solo se quedó con la segunda parte de la propuesta de Felipe González, porque el discurso que pronunció ayer en el congreso, independientemente de la fecha en que se convoquen, no fue otra cosa que el primer mitin de campaña del PSOE.  

Un acto público con un único objetivo: Apelar a los votantes de izquierdas más emocionales para que abandonen su su frustración, se sacudan su melancolía, se conviertan en activistas-zombie de un renovado Pedro el rojo 5.0  y acudan masivamente a las urnas en las próximas elecciones mientras olvidan mágicamente  la crisis, la inflación y todas las promesas incumplidas por Sánchez desde su llegada a la Moncloa. 

Y un último apunte: este tipo de discursos, a pesar de que pueden funcionar en el corto plazo y sirven para animar a los überlintantes, medios y periodistas más alineados -por lo que sea- con Moncloa, a medio y a largo plazo tienden a estrellarse con una realidad bastante más tozuda y menos maleable que la gramática discursiva, sobre todo si se hacen un 12 de julio. 

Por cierto, ¿alguien se acuerda ya de la cumbre de la OTAN?