El mercado laboral español: propuestas inadecuadas

El equívoco fundamental de las medidas que encarecen el despido está en creer que con ellas se está protegiendo a los trabajadores, cuando lo que se hace es perjudicarles

El presidente francés, Emmanuel Macron, pronunció un discurso televisado la semana pasada que supuso el primer paso en su intento de renovar el mandato presidencial en 2022. Macron presentó un extenso conjunto de propuestas, entre las que ocupaban un lugar destacado las relativas al mercado de trabajo. 

Así, anunció su objetivo de lograr el pleno empleo, bajar los impuestos al trabajo -sobre todo los que gravan el empleo poco cualificado-, continuar con los programas que ayudan a los jóvenes a encontrar trabajo o formación, aumentar la edad de jubilación y, sobre todo, elevar de cuatro a seis el número de meses que se debe haber trabajado (en los últimos dos años), para tener derecho a la prestación por desempleo. Durante el tiempo en que uno está desempleado, además, el demandante debe demostrar que ha buscado activamente trabajo, si bien esto ya era un requisito obligatorio. 

Se trata de medidas lógicas y coherentes entre sí.

Mientras tanto, ¿qué propone el gobierno español para resolver los numerosos problemas de nuestro mercado de trabajo? Las señales que se envían -contrariamente a las medidas francesas-, son todo menos claras, coherentes y lógicas. Teniendo en cuenta que las dos facciones del gobierno parecen permanentemente en guerra la una con la otra –¿acaso no saben que conforman un órgano colegiado?-, se nos dice que se va derogar la reforma laboral del Partido Popular “hasta que no queden ni los palos del sombrajo” (Echenique dixit) o bien que habrá una derogación light -“la puntita nada más”-, que es donde se sitúa la vicepresidenta Calviño. Ya saben, las facciones. 

«Las señales que se envían -contrariamente a las medidas francesas-, son todo menos claras, coherentes y lógicas»

¿Y qué va a sustituir a la regulación vigente? No lo sabemos, y tampoco parece saberlo el gobierno, que cada día anuncia una cosa y su contraria. Si escuchamos a la ministra de trabajo, se trataría de encarecer el despido, de elevar el nivel de negociación de las condiciones laborales de la empresa al sector (al tiempo, trasladando la validez de los acuerdos alcanzados de uno a otro nivel), y de mantener los convenios colectivos acabada su vigencia y hasta la aplicación de un nuevo convenio (la ultraactividad de los convenios).

Vale la pena analizar la lógica que subyace a la primera de estas propuestas, dejando el resto para artículos siguientes.

El equívoco fundamental de las medidas que encarecen el despido está en creer que con ellas se está protegiendo a los trabajadores, cuando lo que se hace es perjudicarles. Según este argumento, si echar a un empleado es caro, el empresario no querrá incurrir en el coste. En realidad, si el coste del despido es elevado, el empresario dudará… si contratar en primer lugar, porque sabe que si tiene que ajustar la plantilla cuando un descenso de la actividad requiera ahorrar costes no lo va a poder hacer. 

El equívoco fundamental de las medidas que encarecen el despido está en creer que con ellas se está protegiendo a los trabajadores, cuando lo que se hace es perjudicarles

Así, ante un aumento de la demanda que debiera llevar a la contratación de personal adicional, el empresario tratará de funcionar como pueda con los empleados de que ya dispone, quizá exigiéndoles que trabajen más horas, o bien que sean más productivos, renunciando a la demanda que no sea capaz de cubrir y autolimitando así la producción potencial de la empresa.

Siendo esto negativo para una empresa individual, imaginemos su efecto agregado. Muchas empresas, sectores enteros, no van a contratar todo lo que podrían dado el crecimiento esperado o efectivo de la demanda; producción que no se alcanza, en estos sectores o en términos de PIB potencial; impuestos adicionales que no pueden recaudarse, dado que no existen ni la producción extra ni los salarios sobre los que recaerían; concesión -con cargo al presupuesto- de prestaciones por desempleo y ayudas sociales a personas desempleadas que podrían estar trabajando si no existieran las onerosas barreras al ajuste de plantillas.

«El medio (encarecimiento del despido) no lleva al fin buscado (mantenimiento del empleo) sino al resultado contrario»

Es una lógica equivocada en su esencia, porque el medio (encarecimiento del despido) no lleva al fin buscado (mantenimiento del empleo) sino al resultado contrario. Y también es un argumento no basado en una observación del funcionamiento real del mercado de trabajo, sino en prejuicios que dibujan a los empresarios como actores malvados que buscan despedir a toda costa. ¿Alguien se ha parado a pensar que es al revés, que lo que quiere un empresario es contratar, y que a la hora de hacerlo contempla muchos factores?

Pronto sabremos lo que se propone hacer el gobierno, y no porque muestre una tendencia natural a clarificar las cosas, sino porque a una parte del mismo le urge marcar el terreno antes de las elecciones, y porque la reforma del mercado de trabajo es una exigencia de la Unión Europea para desembolsar los fondos del programa de recuperación.

Hasta entonces tendremos tiempo de hablar de otros aspectos negativos de nuestro mercado de trabajo y de las curiosas propuestas del gobierno para resolverlos.