El otoño del chamán    

Sánchez se manifestó en el Senado con una soberbia impropia y fuera de lugar, porque cuando el chamán descalifica a su sucesor se está descalificando a sí mismo

El día 6 de septiembre de 2022, por la tarde, en el Senado, se graduó el populismo chamán en España. Y ello es así, porque Pedro Sánchez mostró la capacidad –nota: cum laude- para ser aquella “persona a la que se le supone dotada de poderes sobrenaturales para sanar a los enfermos, adivinar, invocar a los espíritus, etc.” Pero, paradojas de la política, dicha graduación marca también el principio del otoño del chamán. Vayamos por partes.  

Pedro Sánchez arroja luz      

En efecto, aquella tarde, Pedro Sánchez enumeró de corrido las medidas tomadas, que ustedes ya conocen de sobras –“arrojó luz” frente a las “incertidumbres” que nos rodean-, para hacer frente a la crisis energética y la inflación que nos asedian y nos empobrecen. Lo hizo “recurriendo” a unas prácticas que no perjudican nuestro “estándar de vida”, ni generan “cambios” substanciales, ni requieren “grandes sacrificios”. No solo pretende sanar a los ciudadanos españoles, sino también –una cuestión de solidaridad-, a una Unión Europea que habría tomado nota de sus pócimas y brebajes. Así pues, del internacionalismo proletario al internacionalismo chamánico. 

Pero, el chamán no sólo sanó a “la clase media trabajadora” –expresión que repitió una docena de veces, no fuera que la gente la olvidara-, sino que señaló el origen del Mal. En primer lugar, Putin y su guerra en Ucrania. En segundo lugar, los “grupos de poder y riqueza” y las “empresas energéticas y las corporaciones”. En tercer lugar, “los medios de comunicación afines” que “jalean” al PP. En cuarto lugar, aunque también podría ocupar el primer lugar, un PP al servicio de unos y otros –la “poderosas fuerzas que representa”- en el bien entendido –una simbiosis perfecta- que los unos y los otros también están al servicio del PP.                 

El chamán hizo más. Además de citar a Juan Sebastián Elcano, se avanzó –ahí está su capacidad adivinatoria- entre seis y doce meses a la catástrofe que se avecinaba. Por eso -modesto como es-, afirmó que la “gravedad de la crisis le dio la razón”. ¿El futuro que nos espera? Dice: “Optimismo moderado”.  

La ilusión de un futuro mejor  

¿Por qué populismo? Porque –de acuerdo con la definición de Enrique Krauze  en ¿Qué es el populismo?, 2005- estamos ante un liderazgo que quiere ser carismático, que usa y abusa –secuestra, incluso- de la palabra, que inventa la realidad, que se vale de fondos y subvenciones para recolectar adhesiones, que impulsa la inquina hacia una oposición que pasa de ser el adversario a ser el enemigo, que busca la movilización social permanente. De los criterios establecidos por el intelectual mexicano, Pedro Sánchez sólo incumpliría –eso parece- dos: el desprecio por la legalidad democrática y la cancelación de las instituciones liberaldemocráticas.    

Vale decir que Enrique Krause advierte que el populismo tiene una naturaleza “perversamente `moderada´… alimenta sin cesar la engañosa ilusión de un futuro mejor, enmascara los desastres que provoca, posterga el examen objetivo de sus actos, doblega la crítica, adultera la verdad, adormece, corrompe y degrada el espíritu político”. ¿Será este el caso?      

La eficacia simbólica del chamanismo 

¿Por qué el chamanismo? No estamos hablando del chamanismo cognitivo publicitado por Carlos Castaneda. No estamos hablando de la “consciencia transcendente” que posibilita que la “consciencia del ser humano vaya más allá de todo lo conocido” y alcance el “nivel de la energía que fluye por el universo”. Aunque, también es cierto que el chamanismo cognitivo siempre da la vara con el “hecho energético”. Vaya usted a saber de qué estarán hablando.  

Estamos hablando de un chamanismo postprimitivo que, a la manera del antropólogo Claude Lévi-Strauss, busca una “eficacia simbólica”. Lo que cuenta es el poder de la palabra, la forma sugestiva de imponerse y legitimarse, la manera de ejercer el poder, la transmisión de códigos inconscientes que se traducen en conscientes y se reproducen. La eficacia simbólica como “propiedad inductora” (La eficiencia simbólica en Antropología estructural, 1958). Se dirá que el antropólogo maneja el concepto en el contexto de un parto difícil en una tribu indígena. Cierto. Particularmente, creo que se pueden establecer analogías estructurales entre el parto y la política.   

Aquella tarde en el Senado  

El populismo chamán, aquella tarde en el Senado, se percibió nítidamente en el discurso de Pedro Sánchez. Pero, el poder de la palabra no creó la capacidad inductora que se buscaba. No se generó la energía que se requería. A Pedro Sánchez le falló la palabra. Unas palabras que son “sin duda, los principales mediadores del influjo que un hombre pretende ejercer sobre los otros; las palabras son buenos medios para provocar alteraciones anímicas en aquél a quien van dirigidas” (Sigmund Freud, Tratamiento psíquico, tratamiento del alma, 1890). 

Aquella tarde el Senado contempló el otoño del chamán. Porque, Pedro Sánchez recitó en lugar de hablar, se asemejó más a un predicador sin norte que a un chamán con dones sobrenaturales y capacidad de sugestión, porque en lugar de agitar se agitó, porque se mostró bronco y desabrochado, porque se le fue la mano y el verbo, porque se manifestó –otra muestra de debilidad- con una soberbia impropia y fuera de lugar, porque cuando el chamán descalifica a su sucesor se está descalificando a sí mismo. A Pedro Sánchez –por decirlo coloquialmente-, le faltó mano izquierda. ¿Insolvencia o mala fe?