El peor año para todos (menos para uno)

España a la cola en la ratio de muertos por habitante, pero por contradictorio que pueda ser, Sánchez, en vez de salir castigado, se consolida en el poder

Tras esquivar su culpabilidad en la tardía reacción inicial a la pandemia, Pedro Sánchez se puso al frente del confinamiento total. En casi lo único en que coincidían los expertos con las mentes dotadas de una mínima capacidad lógica, es en la eficacia garantizada de una tan drástica medida.

Así fue. Pero el presidente no tomó las riendas del mando único como responsable máximo de la salud ciudadana sino con la finalidad de apuntarse el éxito de doblegar la curva. Estaba cantado que lo conseguiría. Pero luego, a fin de prevenirse, él, no la población, del riesgo de rebrotes y nuevas olas, soltó las riendas que pasaban de triunfales a controvertidas y tal vez malditas.

Dentro de la desgracia, no se trataba pues de arrimar el hombro sino de repartir el rédito político según la siguiente y poco equitativa fórmula: todo lo bueno para mí y todo la malo, e incluso lo dudoso, para las autonomías.

Así ha sido, como demuestran los episodios de severo enfrentamiento entre los Gobiernos central y madrileño. No respondían tanto a las diferencias de criterio como a un diseño previo que ya las preveía.

Hemos llegado así a las Navidades de un año que bien puede calificarse como el peor y más horrible de cuantos hemos vivido la inmensa mayoría, es decir los que no son tan ancianos como para recordar las privaciones de la primera postguerra.

Sin duda, el 2020 merece de sobras pasar a la historia como el peor entre los años malos. Sin paliativos. España encabeza la ratio de muertos por habitante, pero por contradictorio que pueda ser, el presidente del Gobierno, en vez de salir castigado, recibe el premio gordo de la consolidación en el poder.

Una vez más, las medallas para mí, pero esta vez redobladas

No sólo tiene los presupuestos en el bolsillo, y con votos de sobra a fin de exhibir mayoría sobrada, sino que le espera un año de nuevas medallas, que su equipo ya tiene bien pulidas a la espera de que se las coloque.

Las vacunas van a llegar muy pronto. El alivio general ante la perspectiva de vencer al virus antes del verano irá acompañado de unas cifras que, no siendo tan malas, pasarán por buenas.

No es todo. Lo más destacable es el anuncio de que los fondos europeos de recuperación tendrán, a diferencia de otros países, un administrador único en España, cuyo nombre, por si alguien no lo adivina, es Pedro Sánchez.

Una vez más, las medallas para mí, pero esta vez redobladas. Pese a las prevenciones contra el malgasto, la inmensa bolsa de euros puesta a disposición de los socios por la Unión Europea corre el riesgo administrarse de distintas maneras, es decir con grados dispares de eficiencia económica.

Puede incluso que aumenten las diferencias entre los primeros de la clase y el resto. Pero incluso así, si España sufre un retraso relativo en términos de crecimiento, bienestar general y competitividad, el gran beneficiario del reparto va a ser el mismo que se colgó la medalla del confinamiento en primavera.

Sin duda, el año próximo va a ser mejor que este que finaliza. Es casi imposible que no sea así. En muchos campos y sentidos, por no decir en todos, las portadas de los medios de comunicación van a trasladar datos positivos.

Sánchez se dispone a bailar sobre la post pandemia

El optimismo general sucederá a la pesadilla del presente. Las próximas Navidades serán, por contraste con la tristeza de las inminentes, de euforia y doble celebración. Veremos cuánto dura, pero al ser el fenómeno mundial, o impulsar por lo menos el primer mundo, su duración no se prevé efímera.

La tentación, tal vez insuperable, de repartir los fondos europeos como si de alpiste se tratara, según lo agradable que resulte al Gobierno el canto de cada pájaro, en vez de fijar criterios de finalidad y provecho para la economía, conferiría pingües beneficios políticos a corto plazo, si bien el país entero sufriría más adelante las consecuencias, cuando Sánchez ya no esté,

Ya no estará pero mientras tanto, si no se tuercen muy mucho las cosas en relación a las previsiones, Sánchez se dispone a bailar sobre la post pandemia. Prepárese el atónito respetable para un baile de larga duración.

Y para colmo de bienes políticos para el presidente, y en contraste con el carro triunfal en el que se apresta a montar, ahí está el calvario de la Casa Real, ante el cual la actitud del presidente, una vez más interesada y orientada al exclusivo, propio y egoísta beneficio político, también ha sido diseñada con sumo tiento.

El ensayo general de estos días confirma el reparto de papales: apoyo de Sánchez a la institución combinado con críticas leves desde sus socios de Gobierno y aderezado con el liderazgo del descontento a cargo del grupo parlamentario de Podemos.

Imbatible. Y allá se las componga, con el fuego lento flambeando bajo sus pies, el ciudadano con más números para temer que el 2021 le resulte peor que el 2020.