El Plan de Recuperación de Pedro Sánchez es un gran bluff

El contenido concreto del Plan no es más que una inmensa bomba de humo que en poco o nada contribuirá a la prosperidad y bienestar real de la población

Si de verdad alguien piensa que la gran solución a todos nuestros problemas económicos consiste en llevar la fibra óptica hasta el último rincón de España o poblar nuestras ciudades de molinillos y puntos de recarga eléctrica, al tiempo que se crean cientos de miles de nuevas plazas en el sector público, que siga soñando pues o bien es un iluso o un completo ignorante.

Y, sin embargo, ésa y no otra es la receta que propone el Gobierno de PSOE y Unidas Podemos para superar la profunda crisis económica y fiscal derivada del coronavirus… Un nuevo Plan E, al más puro estilo zapateril, solo que multiplicado por diez. Este país está condenado a repetir, una vez más, los graves errores del pasado.

El acto que protagonizó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado miércoles para presentar por todo lo alto su particular Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española fue un auténtico despropósito de principio a fin.

En primer lugar, por la vergonzosa fanfarria desplegada, con actuación musical incluida, ya que el único propósito de dicho despliegue fue propagandístico, como casi todos los movimientos y anuncios que realiza el Gobierno, cuya obsesión enfermiza por manipular a la opinión pública es su única razón de ser.

Pero es que, más allá de esa bochornosa escenificación circense, el contenido concreto del citado Plan no es más que una inmensa bomba de humo que en poco o nada contribuirá a la prosperidad y bienestar real de la población.

El Ejecutivo pretende gastar 72.000 millones de euros entre 2021 y 2023 procedentes del Fondo de Recuperación de la UE en proyectos de inversión de lo más variopinto, bajo la falaz premisa de que semejante lluvia de millones contribuirá a elevar el crecimiento potencial del PIB en 2,5 puntos y a crear cerca de 800.000 puestos de trabajo.

El Plan maestro ideado por el Gobierno combina arrogancia e inutilidad a partes iguales

Y todo ello, bajo la dirección y el estricto control de una unidad específica creada en Moncloa a cargo del todopoderoso Iván Redondo, el jefe de gabinete del presidente, y Manuel de la Rocha, su gurú económico.

Más de 70.000 millones de euros destinados a “cambiar el modelo productivo”, como tantas otras veces ha vendido en el pasado el poder político, pero que, en el fondo, se convertirán en un ingente despilfarro de recursos públicos para engordar redes clientelares y cobrarse favores partidistas.

Los pilares del Plan giran en torno a la manida “transición ecológica”, la “digitalización” de la economía y la Administración Pública, la “igualdad de género” y la “cohesión social”. Titulares pomposos que, en la práctica, supondrán más energía renovable, más obra pública, más subvenciones a empresas, más empleo público y más gasto estructural.

El Plan maestro ideado por el Gobierno combina, en definitiva, arrogancia e inutilidad a partes iguales, pues ni el Estado puede crear riqueza a golpe de decreto ni la inyección masiva de dinero público en determinados sectores garantiza, en ningún caso, un modelo de crecimiento sólido y productivo a medio plazo, más bien al contrario.

Al igual que el Plan E de José Luis Rodríguez Zapatero se tradujo en la construcción de piscinas vacías y rotondas decorativas en media España, la inmensa mayoría de la ayuda procedente de Europa se malgastará en inversiones innecesarias, en el mejor de los casos, y en agrandar una estructura estatal ya de por sí insostenible desde el punto de vista financiero, en el peor.

Tras horas de intervenciones vacuas y documentos oficiales huecos, el Gobierno no citó ni una sola reforma de valía para flexibilizar la economía y mejorar la eficiencia de los servicios públicos, que es lo único que contribuiría realmente a la superación de la crisis. Nada, pues, cabe esperar de dicho Plan.