El relato claro de Abascal

La sociedad no está por transversalidades. Quiere ideas claras y contundentes. Diagnóstico claro, aunque las soluciones las tenga el tonto de la clase.

Una moción de censura sirve para cambiar un Gobierno. Sin embargo, no todas las que se han llevado a cabo en España han perseguido ese motivo. Ni la primera de Felipe González, ni la del olvidado Antonio Fernández Mancha, ni la de Pablo Iglesias. El único éxito lo tiene el mismo contra el que ahora ha ido dirigida la moción de Vox.

Las mociones necesitan contexto. Y eso es lo que perseguía el candidato, así lo denominó más de una vez el presidente Sánchez, Santiago Abascal. Un imaginario que situara a su partido por encima de las posibilidades del PP de Pablo Casado a la hora de convertirse en una futura formación de Gobierno.

La metodología es la misma de Felipe González en 1980. Visualizar la alternativa. La evidencia de que son un partido de Gobierno con los resortes suficientes como para poder liderar una propuesta diferenciada a la socialista y la popular.

Y con ese mismo retrato, restregárselo por la cara de los populares, con la ambición y la demostración de que son la formación de moda, dispuesta a robar todos los votantes posibles y quedarse con la mayoría de la derecha. La centrada y la ultra, en todos sus niveles. Y, en este caso, poco importaba la posición del PP frente a la moción. La utilización de la carta del farol era suficiente.

La chistera de Vox

Los populismos juegan con esa ventaja. Ya lo demostró Podemos en la moción de censura contra Rajoy en 2017. Porque los diagnósticos pueden ser acertados, pero no coincidentes. Y así, Vox extrajo de su chistera, sin límite de tiempo, todo aquello que tenía guardado para decirle al Gobierno. Y lo dijo a lo bestia, con la claridad que le gusta utilizar a Abascal, aunque sea justamente esa metodología la que más le perjudique.

Acusó a Pedro Sánchez de querer sustituir al Rey como jefe de Estado, de ser un Gobierno social comunista, de haber realizado una gestión criminal de la pandemia, de tolerar una “corrupción vinculada a regímenes totalitarios”, en alusión a Podemos y de ser un mentiroso, ya que había pactado con los que había asegurado que jamás votaría: Pablo Iglesias y los independentistas.

El Partido Popular considera que la moción tendrá un efecto suflé. Reiteran que de ella no se acordará nadie en menos de diez días. ¡Y es posible! Pero no lo va a poner fácil el propio Abascal. Sobre todo, porque la moción ya es un éxito.

En la derecha, los que optaron por cambiar su voto en las últimas elecciones habrán comprobado que hay alguien en el Congreso que dice las cosas claras, como a ellos les gusta. Poco importa que no hayan existido soluciones concretas a los problemas concretos. Tampoco era la intención. Pero, de alguna forma, les ha metido la duda en el cuerpo a muchos de los votantes populares.

Es cierto que esa crítica va por barrios. El fenómeno Vox en el PP ya había comenzado en la época que Rajoy era presidente del Gobierno. Las luchas internas en las diferentes direcciones locales del partido separaron a militantes de toda la vida en contrarios políticos. Se argumentaba que por no decir las cosas claras.

Vox habla claro

Inmigración, gasto autonómico, patria y familia. Ahí están los ejes donde Vox considera que habla más claro que el PP. Cierto que todo son matices, algunos acompañados por términos más agresivos o más edulcorantes. Radicalidad en la descripción, no en la solución.

Durante los últimos años de la era Rajoy se acuñó una terminología, impulsada en concreto con el socialismo emergente de Pedro Sánchez, que describía al PP como “la derecha extrema”. Era una frase que escondía lo que en la profundidad siempre ha sabido el socialismo español: que en el PP conviven votantes de centro y de derecha.

Cierto que la extrema derecha no tenía donde votar, aunque la Falange siempre fue una opción en todas las elecciones al Congreso. Pero, mientras que esos extremismos se consolidaban en Europa, España carecía de relato masivo. Excepto en Cataluña, por cierto, donde Plataforma per Catalunya situó a diversos concejales en ayuntamientos y casi logró entrar en el Parlament.

Así con esta moción de censura, Vox se hace servible y el PP se convierte en distante. Será una forma interesante para marcar musculatura. El problema es que la sociedad no está por transversalidades. Quiere ideas claras y contundentes. Diagnóstico claro, aunque las soluciones las tenga el tonto de la clase. Y, en estas, ya sabemos quién es.