El sindicato de Vox es un tigre de papel

Vox acaba de anunciar la puesta en marcha de un nuevo sindicato "que no estará al servicio del Gobierno socialcomunista ni de las oligarquías globalistas”

Anda en estos últimos tiempos la política española con una tendencia casi enfermiza a instalarse en el escándalo, a vivir escandalizada, a preferir el verbo escandaloso a la propuesta merecedora de consenso, y así es muy difícil crear los espacios necesarios para el debate sereno que genere avances sociales apoyados en amplias mayorías.

Por no quedarnos en algunos de los muchos escándalos suscitados por el que podríamos nombrar el escandalizador mayor del Reino —el vicepresidente segundo del Gobierno de España, Pablo Iglesias— vayamos en esta ocasión a lo que ha defendido otro de los políticos españoles al que le costaría bajarse de ese podio de grandes escandalosos: Santiago Abascal.

Acaba de anunciar el presidente de Vox, con un poco de intríngulis, la puesta en marcha de un sindicato de nuevo cuño para, casi literalmente, “proteger de verdad a los trabajadores”; un sindicato “que no estará al servicio del Gobierno socialcomunista ni de las oligarquías globalistas”.

No parece hoy el movimiento sindical otra cosa que un tigre de papel, que diría Mao Zedong

Y, claro, viniendo de donde viene, a algunos les ha sonado a aspiración de resucitar la Organización Sindical Española, el sindicato único creado por el franquismo que estuvo vigente desde 1940 hasta la caída definitiva del régimen en 1977.

Las voces escandalizadas han tomado rápidamente el terreno de las redes sociales, el preferido hoy para librar las grandes batallas. Y entre insultos más o menos gruesos, y alguna vibrante adhesión, le han ido dando la bienvenida a este sindicato aún nonato, pero del que Abascal ya se ha comprometido a ir dando más detalles en los próximos días.

Desde mi punto de vista, creo que tampoco en este caso cabe motivo alguno de alboroto, nada que deba romper con estrépito la calma chicha que este período veraniego acostumbra a conllevar. Algunas consideraciones:

La primera, que un partido político intente penetrar en el campo laboral no es nuevo. Cuando los sindicatos tenían un mayor peso en la política del país, los dos grandes partidos de la izquierda lucharon a brazo partido por liderar los sindicatos ya existentes: el PSOE, la UGT, y comunistas, postcomunistas y otros en el entorno de Izquierda Unida o sus variantes, CCOO.

El PNV montó hace ya bastantes años ELA-STV, aunque sus posiciones están actualmente muy alejadas. ETA constituyó LAB para darle consistencia a su frente obrero. Y, más recientemente, Podemos organizó, o inspiró, en 2014 Somos Sindicalistas, aunque hoy está prácticamente en vías de desaparición. ¿Por qué resulta extraño, pues, que un partido bastante joven como Vox no intente tener su propio sindicato?

La segunda, que la historia del sindicalismo muestra que esas vinculaciones iniciales tienden a deteriorarse en cuanto llega al poder el partido que apoya inicialmente a la nueva organización sindical. No parece entonces una apuesta de futuro, sobre todo si Vox confía en llegar alguna vez a gobernar. O quizás es que eso no está en su horizonte y en ese caso tampoco debería preocupar.

El sindicato de Vox no dejaría de ser una correa de transmisión del partido y su espacio se limitaría a los confines del partido. Si la influencia del sindicato pro Vox aumentara y llegara a suponer un peligro real para la hegemonía de las actuales centrales, entonces es previsible que también lo hiciera lo que representara el partido. Y en ese momento, para sus detractores, la amenaza no estaría en el sindicato sino en la posibilidad de que Vox o sus sucesores llegaran a la Moncloa.

Y tercera: no parece hoy el movimiento sindical otra cosa que un tigre de papel, que diría Mao Zedong. Sin las cuantiosas subvenciones que reciben directa e indirectamente, las cuotas de sus afiliados no les llegarían ni a final de mes. Y sin el ejército de liberados, especialmente en la función pública y grandes empresas, su actividad quedaría reducida a la mínima expresión.

Salvo la comodidad que representa para el Gobierno tener unos interlocutores con intereses tan definidos, su utilidad en el mundo de hoy está en el alero. Duerman tranquilos, pues, los vigilantes de las idas y venidas de la política española. Que no altere su sueño un tema tan menor como el anuncio lanzado por Santiago Abascal. Les aseguro que a poco que pensemos tenemos miles de temas más acuciantes en el panorama político de este país.