El triunfo del ultranacionalismo

La victoria del brexit es sin duda un triunfo de los sectores conservadores y ultranacionalistas británicos que han sabido arrastrar a una gran parte de las clases populares. La demagogia populista, xenófoba y antiimmigración se ha impuesto ante el discurso más racional de los partidarios de la permanencia.  

Las razones de la victoria de los partidarios del brexit son más profundas que el tradicional rechazo de muchos británicos a todo lo que venga del continente. Hay sin duda razones muy británicas. Las políticas de austeridad de los gobiernos británicos desde Thatcher hasta Cameron pasando por Blair, con el desmantelamiento de los sectores fabriles y manufactureros, en beneficio exclusivo de la City londinense.

El recorte de beneficios sociales desde la vivienda social a otras ayudas a los más débiles ha dejado en una situación de marginación a una parte importante de las clases trabajadoras y populares.

Todo esto ha comportado un fuerte crecimiento del sentimiento antiimmigración en estos sectores populares, dirigido especialmente hacia los nuevos inmigrantes procedentes de la UE. Todo esto está muy bien relatado por Owen Jones en su libro Chavs, La demonización de la clase obrera.

Hay pues profundas causas de política interna. Pero no hay duda que la UE también tiene responsabilidades claras. Sus políticas de austeridad a ultranza han provocado una pérdida de vigencia de la idea de progreso en la región comunitaria.

Europa no es atractiva y en muchas capas de la sociedad –no sólo en la británica– parece que la raíz de todos los males viene de la UE. A esto se une la relación de debilidad que ha tenido la UE con Reino Unido ya desde su entrada, consumada durante la última vergonzosa negociación. Sólo hay que comparar la diferente actitud de las instituciones de la UE: suavidad con el Reino Unido y golpe de estado financiero en Grecia.

Es evidente que el brexit tendrá fuertes consecuencias en el Reino Unido pero también en la Unión Europea. La UE precisa cambiar de forma radical y urgente de políticas si no quiere que se reproduzca la misma situación en otros países con fuertes movimientos nacionalistas. Una Unión Europea, en definitiva, con otras políticas a favor de la ciudadanía, pero también radical en el trato con otros países, entre ellos muchos del este con profundos déficits democráticos.

Europa está en una encrucijada y el brexit es un síntoma definitivo. O se construye más Europa, más social, más democrática y más al servicio de la ciudadanía o el entramado comunitario fomentará su propia destrucción.

Es necesario hacer, y de forma rápida, un cambio en profundidad en las actuales políticas erróneas. Y en este sentido, el resultado de las elecciones en España puede ser un factor favorable.

No hay duda que una victoria de la izquierda alternativa y de progreso que representa Unidos Podemos y las confluencias, junto a un pacto de gobierno con el PSOE, podría ayudar a dar un nuevo aire y un impulso nuevo a la Unión Europea. En caso contrario el deterioro actual continuará e, incluso, se acelerará.

Gran Bretaña siempre ha visto con desconfianza el avance político en la Unión Europea. Ha estado integrada sólo por el valor del mercado único y por el papel de la City. En Francia el presidente De Gaulle siempre se opuso al ingreso de los británicos porque estaba convencido que era un caballo de Troya contra la propia UE. La historia le ha dado en parte la razón.

Ahora la única salida es un fuerte impulso de los países que hoy integran la eurozona. Se tiene que promover un cambio de políticas económicas y sociales más favorables al crecimiento y al bienestar de la ciudadanía, y a la vez impulsar reformas estructurales para conseguir más unidad política y social. Además de unas instituciones políticas más democráticas, más representativas y más cercanas a las personas.

El brexit, en definitiva, pone a Europa ante el reto inmediato de su futuro.