Y tú más   

Una de las consecuencias más negativas de la bipolarización que padece la vida política española es el fortalecimiento de una suerte de doble criterio cuando se trata de valorar determinadas realidades y determinados acontecimientos. Los hechos ya no son,  en sí, de uno u otro color en función de su propia esencia objetiva, sino en función de los prejuicios e intereses subjetivos del partido al cual se pertenece, o con el cual se simpatiza, o del cual extrae uno u otro tipo de beneficio quien emite el juicio. Y tú más.  

La doble moral del político y la política 

La existencia de un doble criterio, propiamente hablando,  no es preocupante. A fin de cuentas, ello no deja de ser una manifestación lógica de la combatividad frente/ante el adversario político natural. Lo que resulta realmente grave es el hecho que refleja la doble moral. Una doble moral que, según puede constatarse aquí y allá, se ha apoderado de la mayoría de los políticos.  

Si se me permite cargar las tintas, resulta que esa doble moral, esa moral de carácter maniqueo, es ya uno de los ejes alrededor de los cuales gira –se vertebra o desvertebra a la carta- la vida política española.  

No se trata de tirar más leña al fuego del desprestigio de la política. No digo que todos los políticos sean iguales ni que la política sea una práctica inútil.  Nada de eso. Únicamente afirmo que, en general, los políticos no parecen estar a la altura de las circunstancias. Y como efectivamente a veces no están a la altura de las circunstancia, no resulta extraño que, de vez o en cuando, hagan ostentación, más o menos descarada, de sus otras aptitudes políticas. Por ejemplo: el gremialismo, la mezquindad, la animadversión y el maniqueísmo. En definitiva, las miserias de la política.  

Una política gremial   

Las cosas son como son. Las palabras significan lo que significan.  Veamos. Gremialismo: la tendencia a la exclusividad y a la defensa egoísta de los intereses de partido. Mezquindad: la falta o escasez de generosidad. Animadversión: la disposición por principio y definición desfavorable hacía alguien. Maniqueísmo: la distinción absoluta entre el bien y el mal.     

Juzgue el ciudadano si la actitud de los  políticos ante los presuntos comportamientos de Santos Cerdán y Cristóbal Montoro –el deseo y la ansiedad por el empate que busca el PSOE a toda costa- responde al “y tú más” ya definido. Con la peculiaridad de que se ha sabido lo de Santos Cerdán cuando todavía estaba con mando en plaza.    

De todo ello –añadan otros ejemplos: que si tú también colonizas las instituciones, que si tú también pactas con los nacionalistas, que si tú también subes los impuestos y un largo etcétera-, se deduce que lo que importa no son los argumentos sino el desequilibrio y la descalificación de un adversario político convertido con frecuencia en el enemigo político. 

Hay que tomar ejemplo de los sacerdotes y los publicistas 

Con el ya conocido y ensayado “y tú más” no se llega  a ninguna parte. Si me lo permiten, me atrevo a dar un consejo a nuestros políticos sugiriéndoles que presten atención a los sacerdotes y los publicistas. Ni unos ni otros pertenecen, estrictamente hablando, al gremio de los políticos. Pero, todos venden idéntica mercancía (una ilusión) a idénticos consumidores (la ciudadanía).   

Unos y otros van a la par y pocas veces dicen abiertamente lo que piensan. Entre otras cosas, por una especie de fidelidad al gremio al que se pertenece, porque nunca se sabe dónde vas a trabajar o qué vas a tener que defender en el futuro. A eso se podría llamar flexibilidad interesada.    

Lo que está en juego y el papel del ciudadano          

El “y tú más” conduce al descrédito de la política y la desafección ciudadana. Esa es la realidad que el ciudadano percibe en los discursos, casi religiosos, de esos administradores de la “verdad” política o mediática.  

El problema existe, sin duda. Y hay que enfrentarse al mismo con urgencia, porque es mucho lo que está en juego: el sistema que, durante décadas, ha posibilitado la democracia, la convivencia, el desarrollo y el progreso de España y los españoles. Dicho lo cual, conviene señalar que el asunto de la regeneración política –la necesidad de regenerar implica la existencia de una degeneración previa- no atañe únicamente a la política y al político, sino también a la sociedad civil y al ciudadano.  

La sociedad recta 

La sociedad recta no genera la desconfianza por sistema, la sociedad recta detecta el comportamiento anómico y puede y debe ofrecer alternativas, la sociedad recta se propone no envilecer al ciudadano y sí rearmar en valores a la ciudadanía, la sociedad recta administra correctamente la cosa pública, la sociedad recta favorece democráticamente la realización del proyecto de vida personal y colectivo.  

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